Debajo de las ruidosas noticias y las floridas sesiones fotográficas con encantadores cafés con leche, muchos viven lo que Thoreau llamaba “vidas de tranquila desesperación”. Lo sé porque yo mismo lo siento, y me junto regularmente con personas que comparten los mismos sentimientos. Bajo nuestras apretadas agendas y nuestras relaciones superficiales, estamos hambrientos de amistades auténticas.
La larga soledad
Dorothy Day, quien ayudó a fundar el Movimiento de Trabajadores Católicos y vivió fielmente entre los pobres y las clases trabajadoras, tenía su propio sentido de la pobreza: un sentido relacional. Como madre soltera y como creyente ordinaria que vivía en el ya/todavía no del reino de Dios, experimentó lo que ella llamó “la larga soledad” durante toda su vida.
Me encanta esa frase: describe con honestidad una lucha constante por sentirse sola, o por no sentirse nunca plenamente conocida o a gusto. Todos la experimentamos, aunque en distintos grados y con distintas duraciones estacionales.
Anhelar más, no menos
Solía enfrentarme a los anhelos insatisfechos como si fuera un juego de Whack-a-Mole [Aplasta la cabeza del topo]. Cuando aparecía uno, trataba inmediatamente de empujarlo hacia abajo y fingir que nunca había aparecido. Así que, cuando la sensación de tristeza y soledad empezaba a invadirme, me ocupaba de evitarla. Llenar la agenda. Trabajar en un proyecto. Leer un libro nuevo. Hacer cosas.
Pero este enfoque de la nostalgia y de la vida es más budista que cristiano. Los deseos, por mucho que nos duelan, nos recuerdan que nuestros corazones están hechos para mucho más que lo mejor que esta tierra puede ofrecernos. Los deseos agudos son dispositivos de guía que nos mantienen alineados con nuestro verdadero Norte, ayudándonos a volver a nuestro nido eterno.
Como tal, estoy aprendiendo a apoyarme en la soledad aunque me dé miedo y me sienta vulnerable. Estoy aprendiendo que la soledad es una costosa invitación a caminar más profundamente hacia nuestro fiel amigo, Cristo. Puedo llevar mis anhelos aparentemente inconfesables a la sala del trono y contarle a Dios honestamente lo que siento. Le digo lo sola y lo invisible que me siento. En mi queja por la falta de amigos afines, Él se muestra como la personificación de un amigo fiel. ¡Qué amigo tan bondadoso tenemos en Él!
Anhelo por el amigo fiel
Dios es un amigo tan bueno y fiel que nos ha dado un lenguaje adecuado para expresar los profundos deseos de nuestro corazón. En los Salmos, nuestro amigo más querido nos ha proporcionado pistas para ayudarnos a compartir nuestra nostalgia de él.
Los secretos del SEÑOR son para los que le temen, y Él les dará a conocer Su pacto. De continuo están mis ojos hacia el SEÑOR, porque Él sacará mis pies de la red. Vuélvete a mí y tenme piedad, porque estoy solitario y afligido (Sal 25:14-16).
Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? (Sal 42:1-2).
Por medio de Su vida, muerte y resurrección, Cristo nos abrió el camino hacia una relación cálida y justa con Él (1P 2:24-25). Mientras que los antiguos israelitas temían acercarse al monte Sinaí, donde descendía la presencia de Dios, nosotros sabemos que el Dios del universo nos llama amigos (Jn 12:15-16). Es compasivo con nosotros mientras caminamos por la vida y experimentamos todos los anhelos que la acompañan (Sal 103:13-14).
Mucho tiempo juntos
Aunque siempre me he sentido cómoda siendo honesto con Dios, me ha llevado tiempo aprender a ser vulnerable con la gente acerca de los sentimientos de soledad. Después de todo, puede resultar incómodo expresar necesidades relacionales tan profundas en nuestras relaciones más cercanas. Sin embargo, cuando comparto mi corazón, me doy cuenta de que ocurre algo hermoso. Cuando camino en la luz, los demás también se abren. Esto no significa que podamos satisfacer perfectamente o en última instancia los anhelos de los demás, pero sí significa que podemos validar esos anhelos y dirigirnos mutuamente hacia aquel que los satisfará todos, antes o después. Como escribe Henri Nouwen: “Es en la íntima comunión de los débiles donde nace el amor”.
Mientras anhelamos estar juntos, Dios utiliza las relaciones humanas imperfectas para cuidar de nosotros de forma tangible. La presencia de un amigo que nos acompaña en nuestra soledad o angustia es una imagen encarnada del amor siempre presente de Dios (Ro 8:31-38; Sal 139:7-12). Un amigo que nos escucha mientras procesamos verbalmente emociones complejas es un modelo de nuestro Dios, que se inclina para escuchar nuestros gritos (Sal 17:6).
Un día, estaremos siempre en presencia de nuestro Amigo fiel. Hasta entonces, que anhelemos honestamente y nos apoyemos en las relaciones que Dios nos ha dado a lo largo del camino.
Publicado originalmente en Core Christianity.