Ante el reciente paso del huracán Irma por Puerto Rico, se han visto, a través de las redes sociales, muchas palabras de agradecimiento a Dios por su protección y cuidado. Muchas personas han expresado alegría al recibir respuesta a sus oraciones, ya que se esperaban daños mucho mayores. Sin embargo, las palabras de agradecimiento al Señor han hecho que otros reaccionen cuestionando si verdaderamente es correcto adjudicarle a Dios el hecho de que el huracán Irma haya hecho en Puerto Rico menos daño del esperado, considerando que en las islas de Barbuda y San Martín el embate fue sumamente fuerte. Se preguntan, “¿No es egoísta pensar que Dios nos escuchó a nosotros y a ellos no?”, “¿Acaso somos nosotros mejores que ellos?”, “¿Somos más obedientes?”, “¿Fueron nuestras oraciones con más fe o fervor que las de otros lugares?”, “¿No oraron ellos también por una protección que no recibieron?” Todo esto nos hace pensar, ¿Por qué un huracán como Irma (o cualquier otra catástrofe) afecta más a unos que a otros? ¿Es justo que Dios libre a unos de estas catástrofes mientras otros son afectados gravemente? Debemos considerar algunas cosas:
No somos mejores que ellos
En Lucas 13:1-5 se nos relata cómo algunos le contaron a Jesús acerca de unos judíos que habían sido asesinados por Pilato, posiblemente mientras ofrecían sacrificios, de manera que la sangre de ellos fue mezclada con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús aprovecha la oportunidad haciendo referencia a otro evento. Una torre en Siloé (en Jerusalén) se había desplomado y matado a dieciocho personas. La tendencia de los judíos en tiempos de Jesús al ver este tipo de incidentes lamentables era pensar que esas personas eran más pecadoras que el resto y por eso le habían ocurrido esas tragedias. Jesús les corrige enfáticamente con las siguientes palabras:
¿Pensáis que estos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque sufrieron esto? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. ¿O pensáis que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo que no; al contrario, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lc. 13:2-5)
La mentalidad de que aquellos que sufren tragedias son más pecadores que el resto de las personas también existe en nuestros días. Cuando una madre embarazada pierde a su bebé pensamos que Dios la está castigando o que le quitó su criatura porque iba a ser una mala madre, cuando un hombre pierde su trabajo o es diagnosticado con alguna enfermedad terminal pensamos que Dios está trayendo juicio por alguna maldad especial en su vida. Las personas gravemente afectadas en las islas Barbuda y San Martín por el paso del huracán Irma son pecadoras, sin embargo, igualmente pecadoras son las personas que no fueron tan afectadas o que no fueron afectadas en absoluto (Ro. 3:9-12). Lejos sea de nosotros pensar que nuestras justicias nos han hecho ganar el favor de Dios.
Dios es Soberano
Aunque algunos quisieran encontrar consuelo pensando que no era el plan de Dios que el huracán Irma causara tanto daño donde lo hizo, la realidad es que esa postura no es ni consoladora, ni bíblica. ¿Qué consuelo nos puede traer pensar que Dios tiene un plan, sin embargo, no tiene poder para llevarlo a cabo? ¿Sería consolador pensar que Dios trata de evitar que las catástrofes ocurran pero estas ocurren de todas formas? ¿Podemos sentirnos seguros confiando en un dios que no tiene control de Su creación? Dios es Soberano. No está tratando de llevar a cabo Su plan, sino que, en efecto, lo está llevando a cabo según se lo ha propuesto. Él hace según Su voluntad en Su creación y nadie puede cuestionarle. No está obligado a mostrar misericordia a nadie. Entonces, ¿por qué Dios determina que una catástrofe afecte a unos y no a otros? Solo Él lo sabe, sin embargo, sabemos por la Escritura que todo lo que acontece, ocurre según los buenos y sabios propósitos de Dios (Dn. 4:35; Is. 45:6-7; Lm. 3:37-38; Ef. 1:11; Ro. 8:28). ¿Cómo cumple una catástrofe con estos propósitos? No siempre lo sabemos. Sin embargo, recordemos que el peor crimen cometido en la historia de la humanidad (el asesinato de Jesús) fue diseñado por Dios para efectuar la salvación del pecador (Hch. 4:27-28).
La misericordia de Dios se muestra aun en medio de la adversidad
Es importante entender que cuando las adversidades llegan a las personas, esto no significa que la misericordia de Dios los ha abandonado. Su compasión en ocasiones se muestra librándonos de la adversidad, sin embargo, en otras ocasiones se muestra ayudándonos en medio de ella. Job fue duramente afligido, sin embargo, experimentó la misericordia de Dios a través del sufrimiento. Muchas veces Dios utiliza el sufrimiento para obrar en nuestras vidas de manera que al final podamos decir como Job:
“He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:5-6)
El profeta Jeremías pudo ver la misericordia de Dios aun en el juicio divino enviado al reino del sur a través del rey Nabucodonosor. En medio del sufrimiento y la destrucción que le rodeaba pudo decir:
“Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡grande es tu fidelidad!” (Lam. 3:22-23)
Nuestro próximo respiro es un regalo de la misericordia del Señor. En la aflicción hay misericordia y en medio de la adversidad Dios está haciendo grandes cosas que no podemos ver. Considerando estas verdades, concluyo con esta exhortación. Reconozcamos que no fuimos librados de mayor daño porque seamos mejores que aquellos que fueron más afectados. Demos gracias y gloria a Dios por su protección, aunque no entendamos por qué fuimos librados y otros no. Oremos por los afectados para que Dios supla sus necesidades físicas y que tome de ellos pueblo para Su Nombre. Aceptemos que Dios es Soberano para hacer según le place y, finalmente, confiemos que Su misericordia está presente aun en medio de la adversidad.