Cuando dices ¡No entiendo a Dios! (Parte 2)

Dios hace milagros, a veces inesperados.

Recuerdas que te compartí sobre el versículo de Job que Dios me regaló al inicio de esta prueba: “Hasta ahora solo había oído de ti, pero ahora te he visto con mis propios ojos.” (Job 42:5 NTV). Sinceramente, yo pensé que Dios se mostraría nuevamente como un Dios de milagros. Oraba fervientemente junto con un grupo de casi 100 personas todos los días por sanidad total en el cuerpo de mi hermana y para que los médicos pudieran reconocer el poder de Dios en medio de la enfermedad. Quince días después de iniciar el tratamiento médico había la posibilidad de que mi hermana pudiera ir a casa, solo había que realizarle estudios de rutina para asegurar que todo estuviera en orden. Con gran expectación esperábamos los resultados. Los entregaron a mi cuñado y nos comunicó lo que más temíamos: “Los médicos no se explican qué pasó de una semana a otra, pero su cuerpo está colapsando. Ya no hay nada que hacer”. ¿Qué pasó? ¿Y las oraciones? ¿Y el Dios de milagros? ¿Y la sanidad total? ¿Cómo verán los médicos el poder de Dios? Habíamos visto cuidados de Dios en las últimas 6 semanas, ¿algo se le escapó a Dios? Subimos a su habitación a orar, arrodillados a pedir a Dios una esperanza más para la vida de mi hermana. Había una última alternativa, así que los médicos actuaron y debíamos esperar a la mañana siguiente. Ese martes muy temprano nos dirigimos al hospital esperanzados de escuchar buenas noticias, pero no había vuelta atrás, el medicamento no logró el efecto esperado. Ahora sólo teníamos que esperar a que su cuerpo se detuviera por completo. Nuevamente nos arrodillamos. Y, ¿sabes?, esta vez no pedimos igual. Mi cuñado pidió por misericordia, por sanidad total como no hubiéramos querido pedirla, pero como era el plan de Dios. Sanidad en el cielo donde ya no hay más llanto, más dolor, más enfermedad y así comenzamos a reconocer la soberanía de Dios. Al inicio de esta prueba había esperanza médicamente, el cáncer no era de muerte, pero Dios decidió soberanamente. Ese mismo martes por la noche mi hermana partió a la presencia de Dios. Al declararla sin vida, mi cuñado se arrodilló a alabar a Dios y todos los que estábamos ahí nos unimos a esa alabanza. Los médicos presentes no podían creer lo que estaban viendo, no había reclamos, estaba Dios siendo exaltado. Amiga, aunque Dios no sanó a mi hermana en esta tierra, Él no deja de ser un Dios que sana, Dios de milagros. Pero Dios es soberano y el fallecimiento de un familiar, la pérdida y el dolor nunca es algo que uno quiere recibir como respuesta a las oraciones. Dios es soberanamente amoroso.

La soberanía de Dios

¿Estás experimentando ahora mismo la soberanía de Dios? No la entiendes, la piensas injusta, no tiene sentido, no crees en Dios a raíz de esto. Déjame decirte algo: Vivimos en este mundo caído, con asesinatos, secuestros, maldad, maltrato infantil y nada de esto es culpa de Dios, sino de la humanidad llena de maldad. Si tú quieres puedes enojarte con Dios, pero si has leído hasta aquí es porque en realidad necesitas una esperanza. Puedes seguir viviendo en este mundo caído sin Dios o elegir tener una esperanza en Jesucristo. Te confesaré que, conocer la soberanía de Dios me golpeó, pero ha sido la manera más impresionante de conocer a Dios, no solo de oídas, ahora mis ojos pueden ver que no hay un solo acto soberano que no esté rodeado de su bondad y su amor. ¿Por qué digo esto? Mi hermana tenía un esposo y dos hijos. Ellos no se han quedado solos por un acto de falta de amor del Padre. Han quedado cubiertos con Sus promesas que están plasmadas en la Biblia. Esta misma historia hubiera pasado confiando o no en Dios. Pero la diferencia es que yo y mi casa decidimos confiar en Dios y eso hace la diferencia. Puede ser que tu caminar con Dios tiene ya algunos años y un acto de soberanía rompió tu relación con Él, puede ser que nunca antes has recurrido a Dios. Amiga yo entiendo en parte tu dolor, pero quiero invitarte a ir delante de la presencia de Dios, Él te entiende totalmente, Jesucristo te entiende, él mismo pidió esto: “Y adelantándose un poco, cayó sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras.” (Mt. 26:39). Cuando yo recordé este versículo me sentí tan acompañada por Jesús porque Él también hubiera querido saltarse el dolor, pero me inspira cómo lleva sus peticiones delante de su Padre que no lo juzga, ni desaprueba sus sentimientos, sino que se duele con Él porque aun siendo justo tuvo que parar en una cruz para pagar por tus pecados y los míos, para vencer a la muerte y tener una esperanza eterna. No importa si has estado enojada con la soberanía de Dios, en Hebreos 4:16 dice: “Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.” No estás sola, Jesús va contigo.

Y ¿qué pasa después?

Acompañada de la pérdida vienen miles de palabras tratando de consolarte y a veces tienen el efecto contrario. Pero en medio de todas esas palabras llegaron a mí las que me confortarían totalmente. La esposa de mi pastor me recordó este versículo: “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.” (Mat. 5:4). La partida de mi hermana me dolió como nunca imaginé que doliera una hermana. Así que yo seguí el consejo. Lloré, y en cada lágrima le pedía a Dios consuelo, sabía que ninguna sola gota derramada sería para más amargura o tristeza, sino que cada una confortaría mi dolido corazón. Ésta no es una receta mágica, es una promesa de Dios en medio de tu luto. No es fácil digerir ningún tipo de pérdida, puede ser física, ausencia en el hogar, de tus sueños, de esperanza, de un bebé. Amiga, ¡llora! todo lo que quieras y puedas, tú serás consolada en cada lágrima. Porque a pesar de la dolorosa pérdida, Dios es soberanamente bondadoso y amoroso. Y aunque por ahora no entiendas a Dios, créele. Jeremías 29:11 dice: “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros» —declara el SEÑOR — «planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.” Hay futuro y esperanza para ti en Jesucristo.

Liliana Leyva

Liliana Leyva, sierva e hija de Dios. Esposa de Isaac Martínez, con quien desde hace 12 años forma una bendecida familia. Mamá de Erik y Sofía. Miembro de la Primera Iglesia Bautista de Cd. Satélite en el Estado de México, donde sirve en el ministerio de mujeres. Dirige y escribe con gozo para el blog «Amadas por Jesús». Visita www.amadasporjesus.com, Facebook o Instagram (@amadasporjesusreflexiones) para seguir su trabajo.

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