El hecho de que muchos cristianos creamos que los dones espirituales extraordinarios cesaron (tales como la profecía o el hablar en lenguas), no significa que no creamos en el Espíritu Santo y su obra en el creyente. El evangelio es una obra trinitaria donde las tres personas de la Trinidad tienen un rol diferente. Veamos el siguiente pasaje en la Biblia, en donde se nos muestra la función que Jesús delegó al Espíritu Santo en relación a la conversión del creyente:
“Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar. Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber” (Juan 16:7-14)
La Biblia no dice que el mundo será convencido de sus pecados por el propio deseo natural del hombre. Dice que esa obra es del Espíritu Santo. ¿Porque tiene que ser una obra del Espíritu? El Señor Jesucristo dice: “El mundo no creen en mí”. Y cuando habla en este contexto, se refiere a personas porque solo personas pueden ser convencidas de pecado y convertirse al evangelio. Pablo también nos dice en 1 Corintios 2:14 que “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente”. Allí el apóstol no contradice las palabras de Jesús, sino que afirma nuevamente que el mundo no puede creer si no es por obra del Espíritu. Esto se debe al estado del hombre sin Cristo, explicado en diferentes pasajes de las Escrituras. Aquí una breve lista que caracteriza a ese estado:
- Destituido de la gloria de Dios por el pecado – Romanos 3:23
- Con un corazón de piedra (que no siente ni padece) – Ezequiel 11:19
- Muerto espiritualmente (incapacidad de darse vida) – Efesios 2:1,5
- Con entendimiento entenebrecido – Efesios 4:18
- Incapaz de hacer el bien – Salmos 14:3
- Esclavo del pecado – Romanos 6:17
Ésta condición en la que se encuentra el hombre lo incapacita para tomar una decisión de creer el evangelio sin la intervención de Dios. Entonces, cuando alguien se arrepiente de sus pecados y tiene fe para salvación, fue gracias a una obra sobrenatural del Espíritu Santo. El pecado tiene poder sobre la criatura, pero Dios tiene más poder. Con esto no decimos que una persona al momento de su conversión no haya tenido una decisión genuina de seguir a Cristo. Claro que sí tuvo una decisión y éste es el punto: El hombre llegó a esa decisión cuando el Espíritu le reveló el pecado en su vida y le mostró las abundantes riquezas en Cristo Jesús. Toda nuestra salvación es producto de la gracia inmerecida de Dios de principio a fin. Por eso, la próxima vez que veas a una persona rindiendo su vida a Dios, no olvides darle la gloria al Señor y no al que creyó. Sin la intervención del Espíritu Santo, la conversión no hubiese sido posible.