Cristianos grandes y pequeños: lecciones del funeral de Billy Graham e Irene Morrison

Lo que importa ante Dios no es cuánto se nos ha dado, sino lo que hacemos con ello.
Foto: Envato Elements

El viernes 2 de marzo de 2018 por la mañana se celebró el funeral del evangelista Billy Graham, uno de los hombres más famosos del mundo. Dos mil personas asistieron al evento, al que solo se podía acceder por invitación.  En la lista de invitados figuraban presidentes, cardenales, celebridades y pastores de grandes iglesias.

Ese mismo viernes por la mañana se celebró el funeral de Irene Morrison. Unas doscientas personas asistieron a la ceremonia, celebrada en una pequeña iglesia rural a cientos de kilómetros en medio de la nada, y abierta a cualquiera que la conociera y la quisiera. En los bancos había niños, granjeros, niñeras, jubilados e incluso un bloguero: una lista cualquiera de gente normal y desconocida.

Billy Graham no desempeñó ningún papel en mi vida, pero Irene Morrison fue una figura imponente. Su hijo, Paul, era mi mejor amigo de la infancia y desde los seis o siete años, Irene se refería cariñosamente a mí como su “tercer hijo”. Yo ya era hijo de una madre devota y piadosa, pero amaba a Paul y pasaba tantas horas en su casa que casi era como si me hubiera fusionado con su familia. Incluso pasé un verano entero con ellos cuando mi familia se trasladó al extranjero y no pude soportar el choque cultural. En muchos momentos de mi vida, Irene fue otra voz cristiana de confianza, madura, que hablaba con sabiduría, que modelaba la piedad y que mostraba un gran amor por Jesús.

Su funeral, tras su repentina e inesperada muerte, fue una ocasión tanto de dolor como de alegría. Fue el mejor equilibrio entre el duelo por una profunda pérdida y el recuento de las abundantes evidencias de la gracia de Dios en una vida. Sus dos hijos, su esposo y su pastor le rindieron homenaje. Después, en muchas conversaciones se habló de su influencia. Y a través de todo ello, tres temas surgieron una y otra vez.

Funeral de Billy Graham, 2018. / Foto: J. Scott Applewhite

Características piadosas

Su amor por la gente, que se manifestaba mejor en un hogar cuyas puertas estaban abiertas de par en par.  Las noches y semanas que pasé allí de niño no fueron una excepción, sino una regla, y muchos otros fueron acogidos antes y después. El pastor de Irene contaba que ella, de todas las personas de la iglesia, era la más dotada para acoger a los recién llegados.  Pero no le bastaba con dar la mano y saludar, sino que también les invitaba a comer a su casa. Amaba a la gente no solo porque socializar le resultaba fácil como persona extrovertida, sino porque sabía que esas personas estaban hechas a imagen de Dios y eran amadas por Él. Se preguntó en voz alta quién de su iglesia asumiría ahora ese papel crucial.

Su amor por Jesús, se manifestaba mejor en su evangelismo. Ella había sido salva en un pequeño salón evangélico en el Reino Unido donde rápidamente le enseñaron a compartir el evangelio. Y lo hizo. Lo compartió con cientos de personas, la mayoría de las cuales conoció a través de su iglesia local o vecindario. Cuando vivían cerca de una comunidad de jubilados, comenzó un estudio bíblico para ancianos (a los que siempre se refería como “mis ancianos”), y vio cómo muchos de ellos venían a Cristo. Cuando vivían cerca de una comunidad adinerada que empleaba niñeras filipinas, se hizo amiga de las personas que muchos otros pasaban por alto y vio a muchos de ellos venir a Cristo. Y muchos más.

Su amor por la Biblia, que se manifestó mejor en una sencilla pregunta que hizo el pastor (y que consideré quizá el momento culminante de la mañana): “¿Cuántas personas aquí estudiaron la Biblia con Irene?”. No pude ver toda la sala de un vistazo, pero debía de haber unas 50 o 60 manos levantadas en alto, incluida la mía. No sé si hubo algún momento en su vida adulta en el que no participara en múltiples estudios bíblicos. Porque amaba a Dios, amaba la Palabra de Dios y tenía gran confianza en su poder. Hay tres Biblias de mi infancia que recuerdo con gran claridad, y eran propiedad de las tres mujeres más significativas de aquellos años: Mi madre, mi tía Liz e Irene. Las tres tenían Biblias maltratadas, rotas y pegadas con cinta adhesiva porque habían sido leídas y estudiadas una y otra y otra vez. Estas tres mujeres me formaron con la Palabra porque eran mujeres de la Palabra.

Dos funerales

Ese viernes hubo dos funerales: el de Billy Graham y el de Irene Morrison. Nos beneficia poco comparar a un cristiano con otro, porque Dios nos ha creado y dotado de manera muy diferente. A unos les ha dado mucho y a otros poco. Lo que importa ante Dios no es cuánto se nos ha dado, sino lo que hacemos con ello. A Irene nunca se le dio una plataforma nacional ni un escenario desde el que predicar a millones de personas. Vivió en una relativa oscuridad, como la inmensa mayoría de nosotros. Dedicó su vida a su marido y a sus dos hijos, y después a los niños y niñas, hombres y mujeres que el Señor atrajo a su vida. Y en lo que Dios le dio y en lo que Dios la llamó, fue totalmente fiel. Qué alegría fue oír a su marido, hijos y nueras y a tantos otros decir, en esencia: “Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas”.


Artículo publicado originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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