Seamos realistas: a muy pocos les gusta pensar en el día de su muerte. Esto se debe a que, como ya sabemos, la muerte no es algo natural. Sí, es cotidiano, ya que todos los días mueren personas; pero así no deberían ser las cosas. El ser humano no fue creado para morir, sino para vivir eternamente, pero el pecado lo cambió todo. La eternidad está plasmada en el corazón humano, y esto es por obra de Dios (Ec 3:11).
Por lo tanto, al no ser natural, no es algo de lo que nos guste conversar ni pensar. Nuestras horas se acaban hablando de deportes, política, hijos, vacaciones, etc., pero no invertimos tiempo en considerar la muerte. Esto tiene como consecuencia que al morir metemos en problemas a nuestra familia.
Pensemos en esto por un momento. Cuando dejamos este mundo, si somos creyentes, cerramos nuestros ojos aquí, pero al instante los abrimos ante nuestro Redentor. Sin duda, pasamos a estar en un lugar mejor, en una condición mejor. Sin embargo, quienes se quedan un tiempo más en la tierra sufren por el dolor de la pérdida. Ya sabemos que decir adiós siempre duele. Aunque nuestra familia sepa que en la eternidad nos volveremos a ver, la separación les causa dolor.
Y cuando no hemos sido precavidos, cuando hemos fallado —ya sea por negligencia o temor— en dejar las cosas ordenadas, al dolor que están pasando nuestros seres queridos le sumamos las complicaciones por cosas que no dejamos preparadas. A continuación, elaboraré más esta idea, pero antes, permíteme hablar un poco sobre nuestro Dios, el planificador por excelencia.

El Dios que planifica
En los últimos meses, he tenido que dar consejería a varios hombres en la iglesia, con quienes, de una forma u otra, llegamos a conversar sobre la falta de planes para el futuro de ellos y sus familias. Son hombres que viven cada día sin saber adónde van. Y esto no solo los afecta a ellos, sino que también impacta a sus familias, porque las están arrastrando a vivir en la incertidumbre.
La forma como ellos se han “defendido” o, mejor dicho, excusado, cuando he tocado este punto, es señalar que viven por fe. ¡Qué mal uso del concepto de la fe! Me han dicho que no viven por vista, sino por fe, que confían en el Señor y que por eso no necesitan planificar.
La teología que utilizan es correcta, sin embargo, la aplicación que hacen de ella no lo es. Es similar a lo que vemos en Génesis 16, cuando Sarai le dice a Abram que Dios no le ha dado hijos. ¡Qué gran verdad! El Señor es quien da los hijos y todas las cosas en esta vida. Pero en ese instante, Sarai le dice a su esposo que debían “ayudar” a Dios a cumplir su promesa. Entonces Abram se acuesta con Agar, nace Ismael y las cosas se complican. En esta pareja, vemos una teología correcta, pero una horrible aplicación en su vida.

Volviendo al tema, el Señor tiene control de todo. Al mismo tiempo, somos llamados a imitar a Cristo. Y algo que vemos no solo en Cristo, sino en la Trinidad misma, es que es un Dios planificador. Podemos estar seguros de que al momento de crear todo cuanto existe, Él ya tenía en mente la vida futura de Su pueblo después de su muerte, la nueva Jerusalén, las calles de oro y el mar de cristal. Nuestro Dios planificó el futuro estando en la eternidad pasada.
De este modo, aprendemos de Dios que debemos ser personas que piensan en el futuro. Jesús mismo no fue un plan B, no fue la respuesta a última hora ante el pecado de Adán. Cristo siempre fue “el plan”: la redención en Cristo fue planificada en la Trinidad. Y si somos llamados a imitar a nuestro buen Dios, entonces somos llamados a imitar Su labor planificadora. Algo que ahora sí, te invito a aplicar con algunas maneras prácticas, pensando en nuestra muerte.
¿Cómo organizarnos para el día de la muerte?
Ya sabemos que lo primero que toda persona debe hacer, pensando en su muerte, es reconocer la necesidad de Cristo en su vida. Eso permite dejar este mundo con esperanza, algo que algunos no tienen (1Ts 4:13). Habiendo llegado a estar en paz eterna con Dios, nos corresponde pensar en cómo dejar las cosas ordenadas para aquellos que llorarán nuestra partida. Te propongo pensar en los aspectos velatorios y de sepultura, operativos, económicos y hereditarios. Quiero ser honesto diciendo que también estoy escribiendo esto para mí. No escribo por ser un experto planificador en lo que sucederá con mi familia después de mi muerte, sino que escribo como alguien que reconoce que debe llevar a cabo algunas de las cosas que en breve señalaré.

Aspectos velatorios y de sepultura
Muchas veces la muerte llega sin darnos tiempo para prepararnos. No es lo mismo dejar este mundo con una enfermedad terminal con la que se ha estado luchando meses o años, que sufrir un accidente en la carretera o recibir una bala perdida. Pero, sin importar el momento o la forma de morir, es bueno que con anticipación pensemos en todo lo que sucederá con la velación de nuestro cuerpo y el lugar de su sepultura. He visto muchas familias “correr” por encontrar un sitio para velar y enterrar a un ser querido, algo que se vuelve complicado cuando los recursos económicos son pocos. Y esto suele ser la realidad de muchos.
No solo es el velatorio el que debemos planificar, sino también todo lo que respecta a la sepultura. Hay que tener claro dónde será tu sepelio. Hay algunos cementerios que tienen planes de pago para los espacios. Si eres de los que no tienen problema con la cremación, ¿se puede pagar por anticipado? ¿Hay manera de que tu familia no tenga que hacer un desembolso de dinero grande cuando llegue el día?
Por último, quiero plantear algo más complejo en término de relaciones familiares. Si eres un hombre casado, ¿quién tomará las decisiones sobre qué hacer con tu cuerpo: tu esposa o tus padres? Estoy seguro de que responderás que tu esposa, pero ¿es eso algo que está claro con tus padres? No debemos dejar ningún aspecto sin considerar.

Aspectos operativos
Si eres el encargado de hacer los pagos de Internet, cable, servicios públicos e hipoteca; o si eres empresario grande o pequeño y haces los pagos de la empresa, ¿quién se encargará de estas cosas cuando mueras? Recuerdo a un consultor estadounidense con quien estaba trabajando en un proyecto y que tuvo que viajar a Estados Unidos por la muerte de su padre. Resulta que, estando allí, comprendió que estaría varios meses antes de regresar al proyecto en el que estábamos, porque su papá era quien pagaba todo en casa, y su mamá no sabía nada de las deudas que tenían. Ni siquiera sabía cuánto pagaban de Internet mensualmente.
Cuando mueras, cada integrante de tu familia seguirá con sus responsabilidades, pero ahora se les sumarán las cosas que tú haces hoy. Por tanto, ayúdales a tomar esas nuevas cargas de una forma que no sea muy complicada. ¿Podrías escribir en un pequeño cuaderno todo lo que haces? Puedes dejar las claves de acceso a plataformas bancarias (y de entretenimiento) en un lugar seguro que alguien conozca y que pueda utilizar. Hay alternativas tecnológicas que pueden ayudarte con esto. Planifica ahora que puedes.

Aspectos económicos
Aunque parece un cliché, ahorrar para dejar algo para la familia es sabiduría bíblica. Por ejemplo, Proverbios 13:22 nos dice que “el hombre bueno deja herencia a los hijos de sus hijos”. Así que, prepárate desde ya ahorrando. No es necesario guardar grandes cantidades en el banco, puedes hacerlo poco a poco. Muchas veces no ahorramos porque creemos que solo podemos depositar unas cuantas “fichas”. Pero si comienzas fiel y disciplinadamente ahora, si Dios te concede algunos años más de vida, entonces al momento de morir, tendrás una cantidad que será de ayuda para tu familia.
Hay otra forma de dejar seguridad económica a tu familia: los seguros de vida. Conozco a alguien quien tanto él, como su mamá y hermanos, recibieron una buena cantidad de dinero cuando su padre murió, pues él tenía un seguro de vida desde los primeros años en los que comenzó a trabajar. Sería bueno indagar acerca de las diferentes opciones que existen para ti.

Aspectos hereditarios
El pecado lo corrompe todo. Judas estuvo con Jesús mismo durante tres años y, aun así, su corazón prefirió el mal. La codicia lo dominó y, por unas monedas de plata, traicionó al dueño del oro y la plata. No creas que tus hijos son incorruptibles. Si eres un creyente que conoce en verdad su Biblia, sabes que todos luchamos con el pecado en nuestros corazones. De igual forma, tus hijos luchan con el pecado en lo profundo de sus almas. Estoy seguro de que no soy el único que ha visto familias destruirse por pleitos de herencias.
¿Sabe tu familia lo que heredará cada uno? ¿Has preparado un testamento con un abogado? Habla claramente con tu familia sobre lo que consideras que cada uno debe recibir. Consúltales si hay algo que alguno de ellos espera recibir, así conocerás sus expectativas y podrás ser claro en tus intenciones.
¿Qué cosas puedes hacer para mantener la paz familiar y evitar disputas por una herencia? Hay personas que deciden dejar parte de sus bienes a iglesias o instituciones dedicadas a la caridad. De ser ese el caso, ¿tienes esos planes preparados y por escrito? ¿Saben eso tus hijos? Debes ser claro con tus intenciones en este aspecto, así ellos ya sabrán lo que sucederá y les evitarás problemas con personas fuera de la familia.

Conclusión
Como dije antes, al escribir esto no he tenido la intención de llegar al detalle de los aspectos que se deben considerar mientras nos preparamos para nuestra muerte. Hay mucho más que pudiera indicar. Más bien, mi deseo ha sido establecer algunos principios para tener en cuenta. Sé que, si te lo propones, encontrarás otras áreas que podrías organizar para que tu muerte no cause una gran conmoción a tu familia más allá del dolor de tu partida.
Sin embargo, cuando hagas esta planificación, hazla con paz. Recuerda que, aunque es tu deber organizarte y planificar, tu familia no depende de ti ni en tu vida ni en tu muerte: tus seres amados dependen del Señor. Cristo prometió estar con nosotros hasta el final. Planifica, y confía en el cuidado que tu Redentor tendrá de tu familia.