La vida no siempre es color de rosa. Las circunstancias no son como nos gustaría, los problemas se acumulan muchas veces sobre nuestros hombros, las relaciones sufren fricciones, las deudas crecen, los hijos no obedecen, el ascenso lo recibe otra persona, los planes no prosperan, la salud se deteriora, y como resultado de esto, nuestros corazones se llenan de dolor y sufrimiento, de queja y de lamento, y es en ese momento cuando el descontento se posa en nuestra vida impidiéndonos ver con claridad.
Parece hasta justificable que actuemos de esa manera, después de todo, somos hijas de Dios y como Sus hijas todo debería ser perfecto en nuestras vidas ¿verdad? ¡No!
Tenemos ejemplos en la Biblia de personas que tenían muchos motivos para perder el gozo, para llorar y sufrir, para escoger la amargura y el desánimo por encima del gozo, la gratitud y la alabanza, y que, sin embargo, actuaron de una mejor manera.
Pienso en José, cuando fue alejado de su familia debido a la envidia de sus hermanos, y quien terminó convirtiéndose en esclavo y siendo condenado a pasar tiempo tras las rejas debido a una falsa acusación. Puedes leer su historia en Génesis 37 ― 50.
Pienso en David, el hombre conforme al corazón de Dios, que fue traicionado y perseguido injustamente por sus adversarios (Sal 7; 35; 55; 57; 69) y quien, sin embargo, escogió el gozo y la alabanza en medio de sus circunstancias.
Pienso en Pablo, el gran apóstol que escribió la mayoría de las cartas y epístolas del Nuevo Testamento. Un hombre que sufrió persecución, crítica, peligros de muerte, encarcelamiento, etc., y quien, sin embargo, escribió la famosa epístola a los filipenses, conocida como la “epístola del gozo”.
Pienso en Jesús, el Hijo de Dios, “quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios” (Heb 12:2).
¿Qué tenían todos ellos en común? Ellos conocían a Dios. Sabían en quién habían creído, quién los sostenía y los guardaba. Conocían la fidelidad de Dios, Su amor, Su gracia, Su misericordia, Su sabiduría. Ellos experimentaron gozo porque tenían su esperanza puesta en Dios.
No dejes que el sufrimiento te robe el gozo
Tal vez en este momento todo en tu vida parece ir de maravilla. Puedes cantar y alabar a Dios por Su bondad, o tal vez, hay sufrimiento y dolor porque llevas días, meses o incluso años sufriendo por diferentes motivos. No sales de un problema y de pronto te encuentras con el siguiente que llega mucho más feroz y difícil de solucionar.
Cuando en medio del sufrimiento y después de muchas oraciones, no obtenemos la respuesta que nuestros corazones anhelan, el descontento se acomoda plácidamente en nuestra mente y empieza a hablar mentiras a nuestros corazones, haciéndonos dudar de la bondad de Dios, de Su tiempo perfecto y de Su soberana y perfecta voluntad para nuestras vidas.
Como resultado, la queja, la murmuración, la depresión, la duda y el descontento empiezan a florecer, dejándonos sin ganas de adorar, de alabar ni de agradecer a Dios.
Santiago, por su parte, nos recuerda cómo el sufrimiento enfrentado con gozo produce resultados maravillosos en nuestra vida: “Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte” (Stg 1:2-4).
El sufrimiento puede producir paciencia cuando lo enfrentamos con gozo y con fe, mirando con expectativa a lo que Dios está haciendo en nosotros para esta vida y para la eternidad.
No permitas que la ingratitud te robe el gozo
El deseo de tener aquello que Dios ha decidido no darnos —porque Él conoce nuestro corazón, nuestras debilidades, y aquellas cosas que pueden hacernos desviarnos de Su propósito para nuestras vidas— es un caldo de cultivo donde el descontento encuentra la manera de crecer. Es también una prueba de que nuestros corazones no están enfocados en la gratitud a Dios por lo que Él ha decidido darnos y por aquello que nos ha confiado.
Sin embargo, podemos aprender contentamiento cuando en lugar de enfocarnos en lo que nos falta, o en las expectativas no cumplidas, recordamos que Dios nos ha dado en Cristo todo, absolutamente todo lo que necesitamos. Por esta razón, el apóstol Pablo pudo escribir: “Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4:12-13).
No permitas que la comparación te robe el gozo
Cuando vivimos comparando nuestras vidas, ministerios, esposos, hijos, servicio, con el de otras personas, anhelando lo que ellos tienen sin mirar a lo que Dios nos ha dado, la envidia y los celos que acompañan a la comparación, nos impiden ver aquello que Dios sí nos ha dado.
Tienes talentos, dones, habilidades y cualidades que te hacen única. No te compares, no pierdas el tiempo ni la energía mirando a tu lado. Enfoca tu mirada en Cristo, en lo que Él puede hacer por ti, en ti y a través de ti. Mantén los ojos abiertos a aquellas oportunidades que Dios te da para servir y dar a otros de lo que tienes. Allí, en el lugar donde Dios te ha puesto sirve mostrando el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre y templanza.
El apóstol Pablo, en su carta a los Filipenses nos da un ejemplo perfecto de una persona que mantiene sus ojos abiertos y su corazón dispuesto para hacer lo que Dios le pide. Estaba encarcelado, y, sin embargo, en las cuatro paredes que lo contenían, no perdió el tiempo, no se calló, compartió el evangelio y se gozó porque, aunque había personas que predicaban a Cristo por motivos egoístas y pensando causarle angustia en sus prisiones (Fil 4:12-17), Cristo era predicado.
No permitas que tus circunstancias te roben el gozo
Querida hermana, cuando nuestro enfoque se encuentra en las circunstancias que nos rodean y no en Dios, el descontento anda a sus anchas y hace estragos en nuestra vida de oración y en nuestro corazón.
Hoy quiero animarte a recordar que el contentamiento no depende de tus circunstancias, ya que estas cambian cada día. Puedes descansar en la soberanía y la bondad del Dios eterno e inmutable que te ama y te ha dado a Su Espíritu Santo para guiarte y ayudarte a vivir de este lado de la eternidad.
Cada circunstancia de tu vida, por muy dolorosa que pueda parecer ante tus ojos, ha sido diseñada y planificada para cumplir en ti un mayor propósito. Un propósito eterno y de gloria: hacerte cada día más como Cristo.
Así que, recordemos cada día, que el gozo es un deber práctico de la vida cristiana y escuchemos la exhortación del apóstol Pablo: “Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracia en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús” (1Ts 5:16-18).
Te invito a ver a tu alrededor, estoy segura de que encontrarás por lo menos una persona en tu iglesia o en tu círculo de influencia que vive con gozo a pesar de la adversidad. Hazle saber cómo su gozo en medio de sus circunstancias ha bendecido tu vida. Es mi oración que tú puedas ser esa persona para alguien más.