Cómo preparo un sermón

Prefiero trabajar dos o tres horas al día durante una semana que más horas en menos días. Intento dedicar las mejores horas del día para la preparación del sermón, normalmente de nueve a doce.

He disfrutado leer artículos de varios australianos que cuentan cómo preparan sus sermones semanales. Siempre me resulta beneficioso oír cómo otros emprenden la tarea, así que pensé en añadir mi voz a la lista. El objetivo de este artículo y de los demás no es sugerir que un método sea superior a otro o que alguno de ellos sea digno de imitación total. Se trata, más bien, de ofrecer una variedad de opciones que otros predicadores puedan utilizar con un poco de aquí y un poco de allá.  Es cierto  que describir mi proceso típico tiene algo de ficción, ya que no existe una semana típica. Supongo que podrías considerarla una especie de versión idealizada, un compuesto de los mejores esfuerzos de mis mejores semanas.  Prefiero trabajar dos o tres horas al día durante una semana que más horas en menos días. Intento dedicar las mejores horas del día para la preparación del sermón, normalmente de nueve a doce. Cuando es posible, empiezo a preparar el sermón el lunes en lugar del fin de semana, ya que así puedo avanzar a un ritmo más relajado y sin mucho temor a tener que desvelarme el sábado. Así que vamos a suponer que es lunes por la mañana y nos ponemos manos a la obra.  Lunes  Empiezo copiando y pegando mi texto en un procesador de textos. Elimino todos los títulos, números de capítulos y versículos, aumento el interlineado y lo imprimo. Se convierte en la copia de trabajo del pasaje que llevaré conmigo toda la semana. Pronto se llenará de notas, círculos, subrayados y otros garabatos aleatorios.  Me paso el primer día trabajando solo con ese texto: sin Biblia de estudio, sin comentarios, sin sermones. Tengo presente el esquema básico de la OIA (Observar, Interpretar, Aplicar), pero el primer día me concentro casi exclusivamente en la «O», con un poco de «I» cuando no puedo evitarlo. Trato de evitar cualquier pensamiento de aplicación hasta que haya comprendido mejor lo que el autor realmente está diciendo.  Mientras observo el texto, busco palabras, frases, ideas, temas o personajes que se repitan, así como metáforas y otros recursos poéticos. Tomo nota de las palabras o frases que querré explorar más adelante y apunto las preguntas que tendré que responder. Como no tengo conocimientos de hebreo y solo de griego básico, lo hago con una Biblia en inglés (normalmente la ESV). A menudo abro el texto griego interlineal para comprender mejor las decisiones de traducción que han tomado los traductores.  (Oro mucho durante la preparación del sermón. Algunas oraciones son extensas y otras son muy rápidas, cuando lucho con una palabra, versículo o una idea en particular).  Martes y miércoles  Durante los dos días siguientes, paso de la observación a la interpretación y empiezo a escribir las palabras que acabarán convirtiéndose en un sermón. (Realizo toda mi escritura en la aplicación Ulysse).  En este punto, abro la aplicación de Logos y consulto algunas Biblias de estudio para obtener una breve visión general de su comprensión del texto (normalmente, la Biblia de Estudio ESV, la Biblia de Estudio de la Reforma y la Biblia de Estudio de Teología Bíblica). Luego empiezo a sumergirme en los comentarios, y suelo dedicar bastante tiempo a cuatro o cinco. A veces también busco un puñado de sermones sobre el texto, sobre todo para ver cómo otros predicadores han esbozado sus mensajes. Esto lo realizo, cuando trabajo en la interpretación de las palabras y frases difíciles que he encontrado en la fase de observación. Mi principal objetivo es entender «¿qué significaba para ellos entonces?». Quiero asegurarme de que estoy interpretando correctamente el texto, tal y como lo habrían entendido sus lectores originales.  En algún momento tengo una estructura básica, aunque no sea un bosquejo formal. Empiezo a decidir cómo dividiré el texto y me decido por algunos títulos generales que espero que se ajusten al flujo del pasaje.  Jueves  Al comenzar el jueves, probablemente ya haya escrito una parte considerable del sermón. El plan es que al final del día tenga un primer borrador terminado. Preparo un manuscrito completo que luego entregaré casi palabra por palabra, así que empiezo a esforzarme por la claridad y sencillez de cada palabra. Mi esperanza es que  en la última hora del jueves haya afinado la redacción de mi bosquejo para que sea útil, descriptivo y siga un patrón coherente. Independientemente de lo que quiera de mi sermón, deseo que sea preciso y sencillo, coherente con la Biblia y fácil de entender. Al final, quiero que los oyentes comprendan mejor el texto y sepan cómo debe influir en sus vidas.  Viernes  El viernes termino el sermón y me aseguro de que tenga una aplicación buena y relevante, que hable a los niños en uno o dos puntos, que llame a la gente a responder al evangelio y que ofrezca al menos unas cuantas ilustraciones útiles. El viernes por la tarde suelo predicar el mensaje en un formato condensado al personal de la iglesia. Siempre me ofrecen valiosos comentarios que me permiten ver dónde no es tan claro como pensaba, dónde le falta aplicación o ilustración, y dónde podría mejorar.  Sábado  El sábado repaso el sermón una o dos veces e intento afinarlo un poco más. Suelo hacerlo a primera hora del día para poder dejarlo a un lado y centrarme en otras cosas. Las mejoras más importantes en este punto suelen consistir en eliminar palabras. La palabrería es enemiga de la claridad. Intento que tenga unas 4600 palabras, lo que para mí equivale a un sermón de 40 minutos.  (Cuando trabajaba a tiempo completo en la iglesia, me tomaba el lunes o el sábado como día libre, así que en uno de ellos no trabajaba. Ahora que ya no soy miembro del personal, predico solo ocasionalmente y no lo considero un trabajo. Por ello me tomo un día libre completo en el que no escribo blogs y libros, pero no necesariamente evito escribir sermones ese día).  Domingo  Los domingos me levanto temprano y vuelvo a repasar el sermón para asegurarme de que esté fresco en mi mente. Pero, sobre todo, oro y me preparo mental y espiritualmente para predicar.  Epílogo  Poco después del servicio de adoración del domingo por la mañana tenemos un tiempo de preguntas y respuestas abiertas que a menudo me ayudan a entender en qué podría haber sido más sólido el sermón o en qué podría haber sido mejor la aplicación. Luego, los martes, el personal de la iglesia tiene una reunión de «revisión dominical» en la que también pueden ofrecer comentarios que ayuden a mejorar ese sermón (en caso de que lo vuelva a predicar en otro lugar) o me ayuden a ser un mejor predicador (incluso si ese sermón en particular no se vuelve a escuchar).  Este artículo se publicó originalmente en Challies. 

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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