Al viajar por el mundo durante el último año, he hecho muchos amigos nuevos. Algunos de estos amigos están vivos, pero muchos otros hace tiempo que pasaron a la gloria, y he tenido que conocerlos por medio de sus biografías y de los objetos que han dejado atrás. Una de mis nuevas amigas es Selina Hastings, condesa de Huntingdon. A continuación quiero presentarles brevemente a Selina.
Nació en la prominencia. Nació el 24 de agosto de 1707 en la mansión Astwell, de cuarenta habitaciones, perteneciente a una de las familias aristocráticas más antiguas de Inglaterra, los Shirleys. Aunque la familia era increíblemente rica, también era terriblemente infeliz, y la madre de Selina abandonó a su padre cuando esta solo tenía seis años. Quedó al cuidado de su padre y desde temprano dio evidencias de ser una niña seria que a menudo pensaba en el estado de su alma.
Se casó con una persona aún más prominente. Selina se casó con Theophilus Hastings, noveno conde de Huntingdon, el 3 de junio de 1728, cuando ella tenía 21 años y él 32. Fue acogida en la familia Hastings por las hermanas de Theophilus, con las que desarrolló una amistad cercana. Juntos se movieron en los círculos más elitistas y compartieron con algunas de las figuras más importantes de la época. Aunque su matrimonio con Theophilus estuvo marcado por un gran amor y afecto, también lo estuvo por la enfermedad y la pérdida. Juntos tuvieron siete hijos, de los cuales solo uno sobrevivió.

El Señor la salvó en 1739. Aunque Selina siempre fue una persona moral y recta, no fue hasta los treinta años cuando empezó a darse cuenta de que estaba confiando en sus buenas obras para ganar méritos ante Dios. Bajo la predicación de los primeros metodistas, llegó a la fe en Jesucristo a mediados de 1739. Es probable que Theophilus también lo hiciera, pero el registro histórico es menos seguro en cuanto a él. Aunque permaneció en la Iglesia de Inglaterra, siempre se la asoció con los metodistas, algo que perjudicó su reputación entre sus compañeros. Entabló una estrecha amistad con John y Charles Wesley, y con George Whitefield. Estaba especialmente unida a Charles y a su esposa Sally, a la que quería casi como a una hija.
Compartió el evangelio con sus compañeros de la aristocracia. Poco después de su conversión, se convenció de que debía llevar el evangelio a sus compañeros. Debido a su asociación con los metodistas, lo hizo a un gran costo para su reputación. Uno de ellos la reprendió diciendo: “Es monstruoso que te digan que tienes un corazón tan pecaminoso como el de los vulgares desgraciados que se arrastran por la tierra. Esto es altamente ofensivo e insultante y no puedo sino sorprenderme de que su señoría disfrute de sentimientos tan contrarios al alto rango y la buena educación”. Pero ella siguió compartiendo el evangelio con la nobleza, la monarquía y los plebeyos por igual.

Se puso a favor de George Whitefield. John Wesley acabó rompiendo filas con George Whitefield por cuestiones relacionadas con el calvinismo. Selina intentó mediar en esta disputa, pero no tuvo éxito. Aunque en un principio Wesley la persuadió, por medio de sus propios estudios, llegó a preferir la interpretación calvinista de las Escrituras. Finalmente, contrató a Whitefield como su capellán personal para que predicara en su propiedad . Esto le permitió invitar a sus compañeros aristócratas a escuchar al gran predicador del evangelio de la época, y muchos llegaron a la fe salvadora.

Se convirtió en una de las grandes filántropas de su tiempo. Dotada de una gran riqueza, decidió utilizar lo que tenía para la gloria de Dios.
Estaba comprometida con la formación de predicadores. Habiendo sido salvada por la predicación evangélica, se comprometió a formar más predicadores que proclamaran con valentía la Palabra de Dios. Por eso, fundó un seminario en Trevecca, Gales, bajo la dirección de Howell Harris. Los estudiantes iniciales eran hombres que habían sido expulsados de Oxford por sus inclinaciones metodistas. La escuela se inauguró en 1768 con la predicación de Whitefield para celebrar la ocasión. (¡Cuando tuvo problemas para encontrar un profesor de latín y griego, pronto contrató a un prodigio de doce años para que le sirviera de tutor!).

Estaba comprometida con los roles de género bíblicos. Selina estaba comprometida con lo que hoy podríamos llamar principios “complementarios” relacionados con los roles de género, por lo que ella nunca predicó ni instruyó a los predicadores. Sin embargo, sí que los animaba, como demuestra esta carta de William Grimshaw: “¡Qué bendición derramó el Señor sobre nosotros la última vez que estuvo aquí! Y cómo ardían nuestros corazones para proclamar Su amor y Su gracia a los pecadores que perecen. Venga a animarnos de nuevo, ayúdenos con sus consejos y sus oraciones, transmita una chispa de su ardiente celo y motívenos a una renovada actividad en la causa de Dios”. Además, como pagaba los sueldos de un gran número de predicadores, se sentía libre de mantener una relación de empleador-empleado con muchos de ellos.

Se comprometió a financiar las iglesias locales. A lo largo de su vida se dedicó a comprar, renovar y construir iglesias locales donde los evangélicos pudieran predicar. Al final de su vida contaba con 116 iglesias que formaban parte de su red “Conexión”, de las cuales más de 60 fueron construidas o financiadas con su ayuda. Aunque pocas sobreviven hoy en día, un ejemplo precioso es la capilla que construyó en Bath. Aunque en la actualidad es el Museo de Arquitectura de Bath, gran parte del interior se conserva tal cual, incluido el púlpito elevado donde Whitefield predicó el sermón inaugural. El museo tiene una pequeña exposición dedicada a ella que incluye un par de objetos de especial interés.
Se dedicaba a la oración y a mantener correspondencia. Selina reservaba un tiempo considerable cada día para leer la Biblia y orar por sí misma y por los demás. También pasaba horas cada día escribiendo cartas a sus amigos, familiares, conocidos, estudiantes y predicadores. A menudo estas cartas contenían palabras de ánimo o enseñanzas teológicas y reflexiones. Gracias a su compromiso con el aprendizaje, se convirtió en una gran teóloga.

Se despojó a sí misma voluntariamente para apoyar el ministerio cristiano. Durante toda su vida dio con extrema generosidad. Con el tiempo, llegó al extremo de arar y plantar su propiedad con maíz para poder obtener ingresos. Cuando murió, había regalado la mayor parte de su patrimonio. Un amigo indicó: “Creo que a menudo no poseía más que el vestido que llevaba puesto”. Se privó de muchos lujos para llevar a cabo su labor filantrópica.
Murió el 17 de junio de 1791. Tenía 83 años cuando murió y, según sus deseos, fue enterrada con gran sencillez. No hubo un gran monumento, ni un ataúd de lujo, ni una multitud de dolientes. Más bien, fue enterrada con sencillez al lado de su marido, con la asistencia de solo tres personas.
Después de su muerte, un amigo la recordó de esta manera: “Miles, puedo decir que decenas de miles, en varias partes del reino, escucharon el evangelio por medio de ella, que con toda probabilidad nunca lo habrían escuchado; y creo que a través de la eternidad tendrán motivos para bendecir a Dios por su existencia. Fue verdadera y rotundamente una Madre en Israel, y aunque estaba lejos de ser un personaje perfecto, no dudo en decir que entre los ilustres y nobles del país no ha dejado a su igual”. Pero quizás fue el rey Jorge III quien lo dijo mejor: “Ojalá hubiera una Lady Huntingdon en cada diócesis de mi reino”. ¡Que el Señor levante muchas más como ella!
Se han escrito varias biografías sobre Selina Hastings. Mi principal recomendación y la única que todavía se encuentra en imprenta y ampliamente disponible, es Selina Countess of Huntingdon, de Faith Cook. La mayor parte de la información que he obtenido se basa en este libro.
Publicado originalmente en Challies.