No todos los finales de año son felices y llenos de celebración. Recuerdo a un hermano muy cercano cuya esposa dio a luz a su hijo y falleció pocos días antes de terminar el año. Él pasó el 31 de diciembre en el funeral. Así mismo, muchos creyentes han experimentado difíciles pruebas, dolores y pérdidas a lo largo del año que terminó, y no parecen tener la fortaleza necesaria para los días que vienen.
¿Cómo podemos empezar bien en enero cuando sentimos que nos falta algo? Quizás estamos muy heridos como para enfrentar la vida otros 12 meses; quizás tenemos miedo de volver a sufrir como ya lo hicimos en el año que concluyó. Y este no es el caso solamente de los incrédulos que no han conocido a Cristo; como cristianos, hay temporadas de nuestras vidas que se ven grises, y este nuevo año puede ser una de ellas.
Gracias a Dios, la Escritura da esperanza para los afligidos, y especialmente Romanos 5 nos muestra que las pruebas no carecen de sentido.
“No solo esto”
En su epístola a los Romanos, Pablo hace quizás la más gloriosa y profunda exposición del evangelio en toda la Escritura. En los primeros 4 capítulos, desarrolla dos verdades fundamentales: primero, que toda la humanidad está bajo pecado y es merecedora de la ira de Dios, y segundo, que la fe en la obra Cristo es el único medio ofrecido por Dios para que los hombres puedan ser justificados y reconciliados con Él.
Cuando llegamos al capítulo 5, Pablo nos muestra el resultado de tener justicia a través de la fe en Cristo. Los versículos 1-2 dicen:
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
En otras palabras, nuestro presente y nuestro futuro están asegurados: disfrutamos hoy de “paz con Dios”, por lo que no tenemos más temor de ser castigados, y nos “gloriamos” —lo cual significa gozarnos confiadamente— en la “esperanza futura”, es decir, la verdad de que disfrutaremos de Su presencia. ¡Ya nada puede separarnos de estar con Él por los siglos de los siglos!
Pero, a pesar de lo gloriosa que es la paz que ya tenemos con Dios, las pruebas presentes siguen siendo muy reales. Por eso, Pablo dice en el versículo 3: “Y no solo esto…”. ¿Cómo es posible? ¿O sea que el evangelio nos ha dado algo además de paz con Dios y esperanza futura? ¡Sí! Pablo dice: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones”. El evangelio también nos provee gracia para el tiempo presente; no niega la realidad de las tribulaciones, sino que nos da lo necesario para perseverar en ellas, e incluso para “gloriarnos” en ellas.
En Romanos 5:3-5 hay, al menos, 3 razones por las cuales podemos gozarnos en las tribulaciones. Esto nos da tanto fortaleza para superar los dolores que nos dejó el año viejo, como esperanza hacia el nuevo año.
1. Nos gozamos porque tenemos un conocimiento seguro
Al tener el evangelio, tenemos un conocimiento seguro acerca de las tribulaciones y sus resultados:
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia (Ro 5:3).
Una vez que estamos en Cristo, tenemos la plena certeza de que las pruebas y dolores no carecen de sentido, sino que producen en nosotros santificación. Por eso, si hemos sufrido en el año viejo, podemos enfrentar enero sabiendo que el Señor está haciendo una obra de santificación segura en nosotros. Esto nos llena de un gozo esperanzador, pues Dios no nos abandona, sino que tiene el deseo de que seamos más como Cristo.
El gozo que trae la santificación es muy distinto a las expectativas irreales de la mayoría del mundo cada año nuevo. Todos se llenan de expectativas, promesas e ideales que es posible que no se cumplan, pero la santificación que Dios está obrando a través de la prueba es segura. En ese sentido, es muy cierto lo que dice Eclesiastés 7:8: “Mejor es el fin de un asunto que su comienzo”. Entonces, mejor es la santificación que trae la prueba de un año que termina a las metas irreales del que comienza.
2. Nos gozamos porque tendremos paciencia y carácter probado
De nada sirve tener la esperanza de la gloria futura si no perseveramos en la fe. Sin embargo, los versículos 3-4 afirman las pruebas nos dan “paciencia” o, como dicen otras traducciones, “perseverancia”: cuando sufrimos y la gracia de Dios nos sostiene, nuestra dependencia de Él se hace más grande, y somos más capaces de estar firmes hasta la venida de Cristo.
Esta paciencia produce “carácter probado”, término que hace eco del proceso por el cual pasa el oro para ser purificado. ¿Cómo saber si un metal es genuino y no una imitación? A través del fuego, y lo mismo ocurre con la fe. La gracia del Señor para nosotros al atravesar la prueba es esta: nos recuerda que la fe que nos ha dado es verdadera. ¡Eso es motivo de gozo! Entonces, después de un año de pérdidas, tenemos la bendición de saber que nuestra fe es real y permanente, más duradera que las cosas temporales de este mundo.
3. Nos gozamos porque tenemos esperanza
Ya hemos dicho que tenemos una seguridad acerca del futuro glorioso en la presencia de Dios. Sin embargo, es posible que seamos tentados a poner nuestros ojos en la realidad presente, la cual está llena de dolores e imperfección. Con todo, gracias al evangelio, nosotros tenemos “esperanza”; la tribulación produce paciencia, la paciencia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza.
¿Qué es la esperanza? Básicamente es poner los ojos en aquello que es seguro en el futuro. No tenemos esperanza acerca de una mejor salud, porque no sabemos si siquiera si llegaremos a estar vivos el día de mañana. Pero sí tenemos esperanza acerca de nuestra habitación futura con Dios. Y ¿qué tiene que ver esto con la prueba? Simple: a medida que sufrimos, no tenemos otra opción que llevar nuestras mentes hacia ese momento de perfección que tanto anhelamos.
Así, para el año nuevo, el creyente que ha sufrido tiene la capacidad de poner sus ojos en la gloria futura, la cual no le puede ser quitada. Incluso, si la voluntad de Dios es que sus heridas no cierren aún y que experimente todavía más pruebas, su mirada continúa firme en la eternidad, cuando ya no habrá más llanto ni dolor.