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PRESENTADOR:

Esta pregunta es de una oyente llamada Terri. “Hola, pastor John. Mi pregunta para usted es la siguiente: ¿por qué, en esta época, sigue siendo tan fácil para los no creyentes refutar la crucifixión y resurrección de Jesús? Si Dios lo controla todo, ¿por qué la existencia de Jesús y Su crucifixión no son más innegables? La gente puede decir tan fácilmente que los acontecimientos de la Biblia no son reales. ¿Por qué Dios no orquestó todo para que hubiera más testigos, más pruebas arqueológicas, más relatos escritos? ¿Por qué parece que dejó tanto espacio para la duda?”. Pastor John, ¿cómo respondería a Terri? ¿Por qué no tenemos más artefactos, más evidencias arqueológicas o incluso un registro más diversificado de documentos históricos para corroborar la muerte y resurrección de Cristo? ¿No deberíamos tener más?

JOHN PIPER:

Tengo dos respuestas principales a esta pregunta. La primera es que, históricamente hablando, el texto del Nuevo Testamento —el texto griego del Nuevo Testamento, los relatos escritos de los testigos de Cristo del primer siglo— es espectacularmente fiable. Esa es la primera respuesta. Volveré a este tema y explicaré por qué en un momento.

En segundo lugar, los obstáculos que impiden la fe basada en un sólido fundamento —la creencia justificable en la verdad de esos testimonios del primer siglo— son los mismos obstáculos que experimentaron las personas que miraron a Jesús cara a cara y no creían, a pesar de todas Sus señales. En otras palabras, el problema de fondo, hoy —y también lo fue en el primer siglo—, no es —ni era— la ausencia de evidencias.

Espectacularmente fiables

Ahora bien, ¿por qué digo que los relatos del Nuevo Testamento de los testigos cristianos del primer siglo son espectacularmente fiables? Terri pregunta: “¿Por qué Dios no proporcionó más relatos escritos?”. Quisiera saber si las personas que preguntan eso tienen alguna idea de lo que están diciendo. La Guerra de las Galias de César fue escrita alrededor del año 50 a.C., y hay diez manuscritos sobrevivientes. Del documento Historia de Roma desde su fundación, escrita por Tito Livio, se conservan veinte manuscritos. Los anales, escritos por Tácito alrededor del año 100 d.C., tienen dos manuscritos. La Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides, escrita cerca del año 400 a.C., tiene ocho manuscritos. Y la mayoría de los estudiosos de estas fuentes trabajan con la seguridad de que están en contacto con los testigos originales.

Ahora bien, según el Instituto de Investigación Textual del Nuevo Testamento de Münster en Alemania, existen 5.800 manuscritos o fragmentos de manuscritos del Nuevo Testamento. Ni dos, ni diez, ni veinte, ni ocho. Es una riqueza espectacular de relatos manuscritos de lo que se escribió originalmente, y cientos de ellos son más antiguos que todo lo que tenemos de las historias seculares que mencioné antes.

La ciencia de la crítica textual que maneja estos miles de manuscritos es capaz de comparar esos manuscritos y determinar con asombrosa exactitud lo que realmente decían los textos originales. A continuación, cito las palabras de F.F. Bruce —un maestro de la generación anterior que estaba vivo cuando yo estudiaba en el seminario—. El escribió lo siguiente:

Si bien el gran número de manuscritos aumenta el número de errores cometidos por los copistas [errores al copiar de un documento anterior], también aumentan los medios, en proporción, para corregirlos, de modo que el margen de duda que queda como saldo del proceso que recaba el fraseo original con exactitud, no es tan abultado como podría imaginarse (p. 22).

Esta cita es del libro ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?, el cual recomiendo.

Crucificado en la historia

El hecho notable es que la mayoría de los eruditos históricos de hoy —liberales o conservadores— creen que los textos griegos que tenemos en el Nuevo Testamento son realmente lo que los autores escribieron cerca de la época en que los hechos realmente sucedieron.

Lo que también significa, por ejemplo, que cuando tus amigos musulmanes te digan que el Nuevo Testamento que tenemos no es el Nuevo Testamento que se escribió originalmente, sino una creación muy posterior de la iglesia, tienes que saber que hay cero —sí, absolutamente cero— pruebas históricas para esa afirmación. No están haciendo una declaración históricamente justificable. Lo exigen por su fe —no por evidencia histórica— porque no quieren que nadie piense que Jesús fue realmente crucificado.

Pero de hecho, la crucifixión de Jesús es uno de los acontecimientos históricamente más fiables del primer siglo. La opinión de que no ocurrió es muy excéntrica desde un punto de vista histórico.

La raíz de los obstáculos que impiden creer

Pasemos ahora a mi segunda respuesta, que en mi opinión es quizá la parte existencialmente más significativa de la pregunta de Terri. Los obstáculos que dificultan la creencia justificada en la verdad de estos testimonios hoy en día es el mismo tipo de obstáculos que experimentaron las personas que miraban a Jesús cara a cara —en persona, de frente—, y no creían. En otras palabras, el problema de fondo no es la ausencia de evidencias.

Recuerda la historia del hombre rico y Lázaro en Lucas 16:19-31 —el hombre rico y el hombre pobre—. Lázaro murió y fue al cielo, al seno de Abraham, y el hombre rico también murió y fue al tormento. En el tormento, dijo a través de este abismo a Abraham:

“Te ruego, pues, padre, que lo envíes [a Lázaro] a la casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos, de modo que él los prevenga, para que ellos no vengan también a este lugar de tormento”. Pero Abraham dijo: “Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan a ellos”. Y el rico contestó: “No, padre Abraham, sino que si alguien va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán”. Pero Abraham le contestó: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguien se levanta de entre los muertos” (Lucas 16:27-31).

Esto es asombroso. Lo que significa es que la misma condición interna del corazón que impide a una persona creer a los profetas del Antiguo Testamento también le impide someterse a la evidencia de ver realmente a alguien resucitar de entre los muertos. Eso era verdad entonces, y es verdad hoy.

Contra la evidencia

Recuerda al otro Lázaro (hay dos Lázaros en el Nuevo Testamento). Jesús resucitó a este otro Lázaro de entre los muertos. Estuvo muerto cuatro días, y Jesús lo resucitó para dar una señal para que la gente creyera y glorificara a Dios. Cuando ocurrió ese milagro, algunos creyeron —de hecho, en Juan 11:45 dice que “muchos… creyeron”—. Pero otros fueron y se lo contaron a los fariseos. Su respuesta fue hacer planes para matar a Jesús y también para matar a Lázaro para deshacerse de la evidencia (Juan 11:57; 12:10).

Más de una vez, la gente exigió una señal de Jesús, incluso después de que ya había hecho tantas señales convincentes. La respuesta de Jesús la encontramos en Juan 10:24-27:

Entonces los judíos lo rodearon, y le decían: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si Tú eres el Cristo, dínoslo claramente”. Jesús les respondió: “Se lo he dicho a ustedes y no creen; las obras que Yo hago en el nombre de Mi Padre, estas dan testimonio de Mí. Pero ustedes no creen porque no son de Mis ovejas. Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen”.

¿Cómo puede una persona llegar a ver a Jesús como verdadero? Jesús mismo respondió esa pregunta en Juan 7:17. Él dijo: “Si alguno está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, sabrá si Mi enseñanza es de Dios o si hablo de Mí mismo”.

Anunciar y orar

El problema de la incredulidad no es principalmente la falta de pruebas, sino la profunda resistencia del corazón a Dios y a Su voluntad. Cambiar esa condición del corazón es una gran obra de Dios. Dependemos totalmente de ello en nuestra evangelización. Así que, no nos desanimemos en nuestra evangelización por cualquiera que diga que no hay suficiente evidencia para justificar la fe en Jesús. Hay suficiente evidencia. Nadie habló como ese Hombre. La gloria que se autentifica a sí misma de Dios brilla en el evangelio de Cristo.

Así que, anunciemos las buenas noticias. En todas partes. Todo el tiempo. Expliquémoslas de la forma más convincente posible. Y luego oremos. Oremos con insistencia —con toda insistencia— para que Dios abra los ojos de los ciegos.


Episodio original en inglés: https://www.desiringgod.org/interviews/evidence-for-the-cross-and-resurrection

John Piper

John Piper

John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

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