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¿Sabías que cada miembro de la iglesia es de vital importancia para la salud corporativa de la congregación? Cuando el Nuevo Testamento habla de la participación individual de un cristiano en la iglesia, trata esa participación como algo necesario para la solidez estructural del reino que Dios está construyendo en la tierra. Dos metáforas ponen esto de manifiesto en las Escrituras: la metáfora de la iglesia como un nuevo templo, y la iglesia como el cuerpo de Cristo.
Si fueras a construir un templo para Dios, ¿qué tipo de materiales utilizarías? Por supuesto, si tuviéramos recursos ilimitados podríamos crear algo parecido al templo de Salomón, bañado en oro y plagado de piedras preciosas, una obra de arte maestra.
En este momento, Jesús está construyendo el templo de Dios en la tierra, y los materiales que ha elegido utilizar podrían sorprenderte. No está construyendo con ladrillos de oro o diamantes preciosos, el templo de Jesús en la tierra está siendo construido con piedras vivas de apariencia muy ordinaria. Pedro dijo: “Y viniendo a Él, como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1P 2:4-5).
Piénsalo un momento. Cristo está construyendo un templo glorioso en la tierra ahora mismo, y tú eres uno de los ladrillos que ayudan a que el edificio resplandezca. Esto resalta la importancia de estar conectado a la iglesia corporativa. Individualmente, eres solo una piedra, una parte de algo mucho más grande. Imagina una casa con cimientos fuertes pero a la que le faltan algunas paredes. ¿Querría alguien vivir allí? El templo es la casa de Dios, donde Él elige vivir, y juntos, cada uno de los cristianos, formamos los ladrillos del edificio. Solo juntos el edificio empieza a tomar forma.
Entonces, no eres solo un ladrillo, sino también una parte del cuerpo. Después de señalar que el cuerpo único tiene muchas partes diferentes (manos, oídos, ojos, etc.), cada una de las cuales desempeña un papel muy importante, Pablo dice en 1 Corintios 12:21-26:
Y el ojo no puede decirle a la mano: “No te necesito”; ni tampoco la cabeza a los pies: “No los necesito”. Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios; y las partes del cuerpo que estimamos menos honrosas, a estas las vestimos con más honra. Así que las partes que consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso, ya que nuestras partes presentables no lo necesitan. Pero así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la parte que carecía de ella, a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él.
Ningún miembro de la iglesia es prescindible porque cada uno de nosotros ha sido dotado por Dios de maneras únicas y complementarias para animar y edificar a nuestra familia en Cristo. Una persona que quiere servir a Jesús mientras está separada de la iglesia local será tan eficaz como una mano cortada o un pie desbocado. Dios te ha colocado en Su cuerpo como una parte integral con una función especial.
Este punto es tan importante que se repite de nuevo en el Nuevo Testamento. Pablo dijo: “Más bien, al hablar la verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (Ef 4:15-16).
Cada ladrillo del templo de Jesús es importante; ¡cada parte forma parte integrante del todo!
Este artículo se publicó originalmente en Core Christianity.