Cuando Pablo le recuerda a los cristianos de Éfeso su llamado a ministrar diariamente, los llama a hablar la verdad en amor. Estoy convencido de que muchas veces no vemos el punto principal de lo que Pablo está diciendo aquí. Solemos verlo como un llamado a que dos personas sean amorosamente honestas la una con la otra. Ciertamente esto es muy importante, pero no es lo que el pasaje está enseñando. Consideremos el contenido de este mandamiento.
Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas. Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo (Ef 4:14-15).
Notemos que Pablo no se está enfocando en el peligro de la deshonestidad, sino en el peligro de la falsedad. Pablo desea que la iglesia de Éfeso tenga la estabilidad funcional proveniente de andar en la verdad de Dios. Pablo reconoce que el enemigo es un maquinador el cual obra para perturbar al pueblo de Dios con los vientos conflictivos y cambiantes de la falsedad. Su llamado aquí no es a que empiecen una clase formal de teología, sino a que las doctrinas de la Escritura moldeen la forma de ver los eventos cotidianos. Lo que le interesa es que seamos lo suficientemente maduros como para escoger palabras que sean la verdad bíblica, y que nuestro deseo de comunicar la verdad bíblica siempre sea mayor que el de expresar nuestras propias perspectivas y opiniones.
Dios nos ha dado Su verdad para que entendamos el sentido de la vida. Él sabía que por nuestra propia cuenta nunca seríamos capaces de entender la vida correctamente. También sabía que en este mundo caído habría un estruendo de voces, todas compitiendo por nuestros corazones, todas considerando los mismos hechos, pero cada una dándonos una interpretación diferente. La Palabra de Dios nos fue dada para acabar con toda confusión y para interpretarnos el significado de la vida. Es de vital importancia que nos hablemos unos a otros diariamente con la verdad bíblica. Al hacerlo, maduraremos en Cristo.
Si este es nuestro compromiso, hay varias preguntas que debemos hacernos con regularidad.
1. ¿Qué verdades de la Escritura (doctrinas, temas, mandamientos, principios, perspectivas, metáforas) interpretan y explican esta situación? Esta primera pregunta es importante porque hemos visto que en la vida no respondemos basándonos en los hechos de una situación particular, sino en nuestra interpretación de esos hechos. Por tanto, debemos asegurarnos de interpretar las cosas bíblicamente y de ayudar a otros a hacer lo mismo. En mi labor como consejero, esto es lo que más hago. Muchas veces me angustio al ver lo difícil que es para la gente hacer esto por su cuenta. Tristemente, los resultados son evidentes en sus vidas.
2. ¿Qué quiere Dios mostrarle a esta persona acerca de Sí mismo, de Su amor y gracia, de Su voluntad y de Su verdad? Si Dios, el Redentor, está presente y ayudándonos en cada situación, entonces podemos estar seguros de que cada situación revela algo acerca de Él. El problema nunca va a ser que Dios esté ausente o inactivo, sino que tendemos a ignorar Su presencia y obra. Solemos ser como el siervo de Eliseo: aterrado por los enemigos que le rodeaban. Me encanta la manera en que Eliseo le habló a su temor. Él dijo: “Los que están con nosotros son más que ellos”. Luego oró: “Señor, ábrele a Guiezi los ojos para que vea”. Cuando el siervo volvió a mirar, ¡vio las colinas llenas de caballos y carros de fuego celestiales (2R 6:8-23)!
Es común que la gente me diga: “No entiendo por qué Dios no está obrando en mi vida. ¿Por qué no responde mis oraciones? ¿Por qué no me ayuda?”. Estas preguntas reflejan una ceguera ante la presencia y la obra del Señor. Necesitamos ayudar a los demás para que vean al Señor y sus circunstancias con ojos bíblicos. Y necesitamos hacer esto con humildad, con una conciencia de nuestra propia ceguera espiritual y de nuestra propia necesidad.
3. ¿Qué quiere Dios mostrarle a esta persona acerca de sí misma? Las situaciones de la vida no solo nos revelan al Señor; también revelan mucho acerca de nosotros. Dios usa estos momentos para que no seamos engañados por la falsedad del pecado y podamos vernos a la luz de la Escritura. La verdad que nos revela la autoevaluación bíblica es dolorosa, pero es algo que todos necesitamos. Es el tipo de “herida” que nos hace un amigo fiel (Pro 27:6). Para ayudar a la personas a verse a sí mismas con claridad, necesitamos sostener ante ellos el espejo de la Palabra de Dios. Lo que nosotros pensamos acerca de ellos es de poca importancia, lo que la Escritura revela acerca de ellos es verdadero y esencial. Queremos ser usados por Dios para derribar unos cuantos ladrillos más de su muro de autoengaño, reconociendo que se trata de un proceso y no de un evento único. Podemos estar agradecidos por la oportunidad de ayudar y de ser parte de ese proceso.
4. ¿Qué quiere Dios mostrarle a esta persona acerca de los demás? El pecado también distorsiona nuestra perspectiva de los demás. Necesitamos ayudar a las personas a pensar de manera clara y bíblica sobre los demás.
5. ¿Qué quiere Dios que esta persona haga? Queremos guiar a esta persona a hacer la voluntad de Dios en su situación específica con gozo. ¿Cuál es el plan de Dios para esta persona? ¿Qué quiere Él que esta persona piense, desee y haga?
6. ¿Cuál es la mejor forma de ayudar a esta persona a entender estas cosas? Cuando pensamos prácticamente, pensamos metodológicamente. Sermonear y acusar es contraproducente. Lo mismo pasa cuando recitamos pasajes bíblicos sin explicarlos ni aplicarlos a dicha situación. Casi todas las conversaciones de tipo “si yo fuera tú…” son contraproducentes. Lo primero que debemos hacer es encarnar el maravilloso amor del Señor que estamos representando (ver Col 3:12-14). Queremos que las personas le vean a Él, para que puedan descansar en Él y seguirle.
Lo segundo sería ayudarle a entender la conexión entre las verdades de la Escritura y las realidades de su situación particular. ¿Cuál sería la mejor forma de hacerlo? ¿Qué preguntas podríamos hacerle? ¿Qué pasajes serían útiles? ¿Qué historias podríamos contar? ¿Qué ejemplos (metáforas) nos ayudarían a explicarlo mejor? ¿Qué sabemos acerca de esta persona que nos pueda ayudar a tomar decisiones sabias en este caso? (Jesús era un experto en esto).
Libro: Guerra de palabras
Autor: Paul David Tripp
Páginas: 218 – 221
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