El protestantismo, correctamente, siempre ha creído que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, y con ello, ha señalado el error de la intercesión, propia del catolicismo de Roma, a través de seres humanos. Es así que, de acuerdo con la evidencia bíblica, podemos estar seguros que la virgen María no es una intercesora celestial a favor de los humanos. La Biblia asevera que nuestro único intercesor en los cielos es Cristo Jesús. Pero el rechazo a esta doctrina católica ha llevado a que los protestantes pasen por alto algunas lecciones que podemos obtener de la vida de María. Este día quiero que aprendamos algunas cosas de parte de ella de acuerdo con el relato que encontramos en el Evangelio de Lucas 1:26-56. Una niña valiente María era una jovencita de quizás 13 años cuando recibió la noticia de su embarazo, quien, por cierto, estaba comprometida en matrimonio con José. Siempre trato de pensar en todo lo que pudo cruzar por la cabeza de María cuando Gabriel le estaba dando la noticia de que sería la madre del salvador. Eso traería muchos problemas para ella. Resultar embaraza antes de casarse, y, además, estar ya comprometida en matrimonio, sería un dolor de cabeza, o más que eso. Sin duda, el posible abandono de su prometido pudo ser una idea que vino a ella, algo que de hecho sucedió, pero el Señor le indicó a José que no abandonara a María pues estaba encinta del Espíritu Santo. Los pensamientos de desamparo pudieron hacerse presente en María. “¿Si José me abandona, de qué viviré? ¿Y, si mi familia me echa de casa? ¿Y, si me apedrean?”. Aun así, ella aceptó ser la portadora del dador de vida. Vemos las consecuencias sociales de este embarazo más adelante, en la vida de Jesús. Muchos comentaristas están de acuerdo que en Juan 8:41, algunos judíos insinuaron que Jesús era hijo de fornicación. Seguramente, cosas también se decían de María mientras Jesús crecía. Y, por supuesto, es probable que José haya sido el objeto de burla para muchos. En la actualidad, muchos creyentes no tienen la valentía que la virgen María demostró. Antes el más mínimo reclamo o comentario de los no creyentes se llaman al silencio. Se dejan amedrentar cuando se les grita “intolerantes”, “fanáticos”, “extremistas”. Creo que todos haríamos bien en aprender lo que esta niña de 13 años puede enseñarnos, no dejemos que una mala enseñanza católica romana nos haga perder de vista el gran valor que podemos ver y aprender de María. Una niña humilde María, después de saberse embarazada y al pasar algunos meses, visita a su pariente Elisabet, quien por el mismo relato bíblico, sabemos que era una mujer mayor. Quizás muchas otras mujeres hubieran creído que al portar en su vientre al salvador del mundo tendrían que ser visitadas por todos. Pero es María quien visita a Elisabet, una mujer mayor de la que sin duda, podría aprender muchas cosas. Es muy común que todos tengamos un mayor concepto de nosotros mismos del que debemos tener (Ro. 12:3). Lo que vemos en esta niña es algo que podemos aprender. Aunque sepamos que tenemos habilidades o dones de parte de Dios, no debemos vivir creyendo que eso nos hace merecedores de la admiración pública. No vivamos creyendo que todos deben doblar rodillas ante nosotros. Sino que nosotros mismos, cada día doblemos rodillas ante nuestro gran Dios. Humillarnos ante la poderosa mano de Dios nos hará recordar siempre cual es nuestro lugar. Ver la grandeza de Dios no hará recordar que somos pequeños y finitos, con poco tiempo de vida, tan poco que no vale la pena desperdiciarlo creyéndonos mejores que los demás. Una niña bíblica Las palabras de María en Lucas 1:46-55, han llegado a conocerse como el magnificat, es un canto que exalta la grandeza. Cuando se ve a detalle, es fácil identificar que María estaba citando muchas escrituras del Antiguo Testamento. Esto lleva una deducción lógica: María conocía las Escrituras. Para que María conociera de esa forma las Santas Escrituras, requirió que recibiera instrucción desde pequeña. Eso muestra que sus padres hicieron una gran labor enseñándole la Palabra. Y, aunque sus padres no tuvieron que luchar con la distracción de las redes sociales u otras cosas de nuestra modernidad, el corazón ha sido el mismo desde que Adán y Eva pecaron, un corazón que se aleja de su creador por todos los medios posibles. La tarea de sus padres, entonces, no fue algo sencillo, pero al ver la exaltación que María hace sobre el Señor, podemos decir que dio buen fruto. Padres, y todos aquellos que están, de alguna manera, involucrados en la formación de un niño, seamos fieles al Señor, esforcémonos por enseñar las maravillas de nuestro gran Dios, expongamos a nuestros pequeños a más de la Palabra de Dios, no a menos. No creamos que por ser niños no pueden guardar en sus corazones las verdades del Señor. Sé que eso requiere sacrificio, pero también, sé que al final se obtendrán grandes recompensas. Hay algo más, también los adultos podemos aprender. Mejor dicho, debemos aprender. Llenemos nuestras mentes de la Palabra del Señor. Aprendamos con la ayuda de Dios mismo, a través de Su revelación escrita, la mejor forma de exaltar y proclamar las maravillas de nuestro Señor. Oremos Señor, gracias por recordarnos que debemos ser valientes, humildes y llenos de tu Palabra. Ayúdanos para cumplir con esto, pues solos, por nuestro propio esfuerzo, no podremos lograrlo. Amén.