Para convertirse en cristiano, hay que arrepentirse de los pecados. La idea básica de arrepentimiento es volverse. Fíjate cómo el libro de los Hechos usa la palabra arrepentimiento y la idea de volverse en paralelo:
- Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor (Hch 3:19).
- …sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento (Hch 26:20).
De la misma manera, cuando Pablo describe la conversión de los tesalonicenses, describe una conversión o reorientación radical: “Y de cómo se convirtieron de los ídolos a Dios para servir al Dios vivo y verdadero” (1Ts 1:9). Pero su conversión no era algo simplemente moral o de comportamiento; era una reorientación de la adoración. Sus corazones se habían vuelto de la adoración de ídolos a la adoración a Dios.
Un ídolo es algo o alguien sin lo cual no puedes ser feliz o sentirte completo. Podemos hacer un ídolo de casi todo: sexo, dinero, la opinión de otras personas sobre nosotros, la seguridad, el control, la conveniencia. Pero nuestro ídolo favorito de todos los tiempos es nuestro yo. Soy mi ídolo favorito. Tú eres tu ídolo favorito. Y queremos que otros también adoren a nuestro ídolo favorito.
Fuimos creados para adorar, y si no adoramos a Dios, adoraremos otra cosa. Llamar a las personas al arrepentimiento significa llamarlos a una reorientación de la adoración. Así que ¿quién o qué estamos adorando en lugar de Dios? ¿Qué ocupa nuestro tiempo y energía, nuestros gastos o nuestro ocio? ¿Qué nos incomoda? ¿Qué nos da esperanza y comodidad? ¿Cuáles son nuestras aspiraciones para nuestros hijos? Los ídolos hacen muchas promesas, aunque no pueden mantenerlas.
Es imperativo entender el arrepentimiento de la manera correcta, ya que sin arrepentimiento verdadero no hay conversión verdadera. Así que, ¿qué es el arrepentimiento?

El arrepentimiento falso
Arrepentirse significa cambiar nuestros ídolos por Dios. Antes de que sea un cambio en el comportamiento, debe ser un cambio en la adoración. Cuán diferente es eso de la manera como frecuentemente pensamos del arrepentimiento.
Con demasiada frecuencia tratamos el arrepentimiento como un llamado a limpiar nuestras vidas. Hacemos bien en cambiar lo malo. Tratamos hasta de igualar la balanza, y aún de empujarla hacia el lado positivo. Algunas veces hablamos sobre el arrepentimiento como si fuera un propósito de Año Nuevo muy serio y religioso:
- No voy a estallar con mis hijos.
- No voy a mirar más pornografía.
- Nunca voy a hacer trampas con mis horas de trabajo.
- Voy a dejar de hablar sobre mi jefe a sus espaldas.
Pero aun si limpiamos nuestro comportamiento en un área u otra, nuestro corazón puede permanecer siendo devoto a nuestros ídolos.

Los fariseos ilustran esto. Ellos fueron las personas con el mejor comportamiento en Palestina, el tipo de persona que hubieras querido tener como vecino. Ellos nunca dejarían que sus hijos pusieran sus bicicletas en tu jardín. Ellos no harían fiestas escandalosas ni dejarían cigarrillos entre tus flores. Ellos siempre recogían los desechos de sus perros. Ellos eran personas respetables. Pero Jesús los llamó sepulcros blanqueados: limpios por fuera, corruptos por dentro (Mt 23:27). El punto es que no sólo las personas malas son idólatras. También las personas buenas, morales y religiosas son idólatras. El arrepentimiento no es lo mismo que una resolución moral.
Algunas veces hablamos sobre arrepentimiento como si fuera un sentimiento malo o de culpabilidad sobre nuestro comportamiento. Nos sentimos culpables si somos atrapados en el pecado. Nos sentimos culpables si no somos atrapados. Nos sentimos culpables si hemos decepcionado a alguien, o nos hemos decepcionado a nosotros mismos. No hay duda de que el arrepentimiento requiere que estemos convencidos de nuestra culpa. Pero puedes sentirte culpable y aun así amar el pecado del cual eres culpable. Cualquiera que haya sido atraído por la lujuria puede decírtelo: “Como perro que vuelve a su vómito, es el necio que repite su necedad” (Pr 26:11). El arrepentimiento no es un sentimiento.

El arrepentimiento verdadero
El arrepentimiento verdadero es una nueva adoración. Parece un cambio de vida, pero ese comportamiento cambiado es el resultado de un cambio de adoración, no al revés. Arrepentirse es ser convencido por el Espíritu Santo de la pecaminosidad de nuestro pecado; no la maldad de nuestras obras, sino la falsedad de nuestros corazones hacia Dios. Arrepentirse significa odiar lo que anteriormente amábamos y servíamos (nuestros ídolos) y volvernos de ellos.
Arrepentimiento significa volverse para amar a Dios, a quien anteriormente odiábamos, y servirle. Es una nueva lealtad profunda del corazón. Si el arrepentimiento realmente es un cambio de adoración, entonces nuestras iglesias no deben presionar a las personas para apresurarlas a tomar “decisiones” por Jesús sin pensar, y luego ofrecerles una garantía rápida. En lugar de eso, debemos llamar a las personas al arrepentimiento.

Cuando separamos el arrepentimiento de la conversión, ya sea porque pensamos que puede venir más tarde o porque tememos asustar a las personas, reducimos la conversión a malos sentimientos o una resolución moral. Y peor aún, nos arriesgamos a asegurarle a un “convertido” que está bien con Dios cuando en realidad no lo está. Es casi como darle a alguien una vacuna contra el evangelio.
Ya sabes cómo funciona una vacuna. Utiliza un agente defectuoso para engañar al cuerpo y hacerle pensar que fue infectado y así produzca anticuerpos. Entonces, cuando la infección verdadera aparece, el cuerpo está preparado para luchar contra ella. De la misma manera, llamar a las personas a “tomar una decisión” sin llamarlas a arrepentirse no solo es un riesgo para que se convierta en un falso convertido, sino que también es como vacunar a una persona contra el verdadero evangelio. ¡Ellos piensan que ya tienen el cristianismo! Y luego decimos, “una vez salvo, siempre salvo”.

¿Cómo luce un falso convertido? Frecuentemente, es alguien que:
- está emocionado sobre el cielo, pero aburrido por los cristianos y la iglesia local;
- piensa que el cielo será grandioso, aún si Dios está o no;
- le gusta Jesús, pero no se compromete con el resto de la vida cristiana: obediencia, santidad, discipulado, sufrimiento;
- no puede discernir la diferencia entre la obediencia motivada por el amor y el legalismo;
- es molestado por los pecados de los demás más que por los suyos;
- y considera que la gracia es barata y que su comodidad es costosa.
¿Pero cómo describe el Nuevo Testamento a un cristiano genuino? Según 1 Juan, el cristiano genuino es alguien que:
- ama a sus hermanos creyentes y a la iglesia local porque ama a Dios (5:1);
- desea tener compañerismo con Dios, y no solo la tranquilidad del cielo (1:6-7; 5:1);
- entiende que seguir a Jesús significa discipulado (1:6);
- obedece a Dios porque lo ama (5:2-3);
- está dispuesto a confesar y volverse de su pecado (1:9);
- y entiende que la gracia es costosa y que sus propios deseos son baratos (1:7, 10).
Convertirse en cristiano es llevar una vida de arrepentimiento. Jesús lo describió como tomar nuestra cruz y seguirlo. Comienza en un momento determinado, pero continúa a lo largo de una vida de servicio y amor hacia Dios. Dietrich Bonhoeffer lo expresa bien cuando dice: “Cuando Cristo llama a un hombre, le ordena que venga y muera”.
Este artículo es un extracto tomado del capítulo 3 del libro La conversión, titulado “Discípulos, no decisiones”. Puedes conseguir el libro de Michael Lawrence aquí.