Al ver televisión mientras estaba embarazada, la mayoría de comerciales se trataban de mujeres embarazadas o de bebés perfectamente saludables que corrían en pañales que sonreían por toda la casa con su mamá detrás de ellos en una felicidad sin igual, todo un sueño. Pienso que quienes se dedican a hacer esa publicidad nos muestran lo que queremos ver, lo que deseamos tener sí o sí, lo que anhelamos vivir y experimentar en la etapa que estamos viviendo. Todo lo que vemos ahí puede ser deseable a nuestros ojos ya que para nuestra mente terrenal es algo perfecto, suple lo que creemos que necesitamos y lo que nos hace falta para ser felices. Desearlo no es malo en sí mismo, malo es cuando buscamos con todas nuestras fuerzas saciar esa ficticia necesidad y la sed real de nuestra alma en esas cisternas rotas (Jer 2:13) y no en la fuente de agua viva (Jn 4:14); es decir, cuando cambiamos la plenitud que tenemos en Cristo por aquello que el mundo ofrece.
No todo es felicidad total
No siempre nuestra maternidad es maravillosa como lo muestra la publicidad; no siempre nuestros hijos corren felices por la sala de estar, no siempre es de fantasía y memorable como lo muestran los anuncios de televisión. Hay mujeres que en la etapa de embarazo no la pasan muy bien, algunas enferman, otras tienen malestares propios del embarazo aunque en un nivel mayor al del promedio. Eso duele y es real, pero no es algo que la publicidad muestre a menudo. Eso no vende y tampoco es deseable, ellos solo mostrarán una parte de esa realidad perfecta que tanto nos gustaría vivir. Sin embargo, si nos quedamos solo con esa imagen de perfección, entonces no parecería gloriosa la realidad diaria de una mujer en su etapa de maternidad. Solemos maravillarnos de Dios en los momentos felices, en los embarazos donde todo es perfecto, donde se ha planeado al bebé y se ha esperado su llegada con mucho deseo y amor, donde ambos padres gozan y preparan el cuarto del bebé. Nos maravillarnos de Dios en los niños que nacen con calificación perfecta, los que son bien portados, los que nunca hacen berrinche ni se ensucian, niños que son compartidos, niños que parecen sacados de la portada de una revista y cuyos padres están pendientes de ellos. Magnificamos la obra de Dios en esas situaciones y está bien, Dios es bueno y en Su soberanía permite que haya situaciones así. Esto nos permite conocerlos y maravillarnos por la obra que ha hecho en esos pequeños. Sin embargo, Dios también nos ha permitido conocer e incluso, ser madres de niños que no son precisamente el modelo que describí anteriormente. Quizá nuestros hijos son hiperactivos, berrinchudos, egoístas, se ensucian y gritan en el centro comercial. Todos los niños, aun los que parecieran ser perfectos, nos muestran que todos hemos nacido pecadores y que nuestro corazón continuamente quiere hacer el mal; niños que nos recuerdan que todos, incluyéndolos a ellos, necesitamos un Salvador porque en nuestras fuerzas y por nuestra propia voluntad y capacidad, jamás podríamos salvarnos y tampoco transformados.
Todos necesitamos a Cristo.
Publicidad engañosa
Haciendo esa comparación, es probable que de manera casi imperceptible nos hemos olvidado un poco de las circunstancias adversas. Hemos estado consumiendo una publicidad engañosa, como si Dios manifestara su Gloria únicamente en la perfección, como si Dios solo estuviera presente en la maternidad perfecta o en los hijos perfectos, pero no es así. Dios, quien hace las olas hermosas por donde la luz del sol se filtra de manera excelsa, también se manifiesta en las tormentas grises con nubarrones que obscurecen el atardecer. El Dios que hace llover sobre justos e injustos (Mt 5:45), es el mismo Dios que se encuentra en la habitación cálida de un hogar, pero también se encuentra en el calabozo con un varón que clama Su Nombre (Hch 16:25). Dios se manifiesta gloriosamente en cada persona creada, porque todos y cada uno de ellos llevan Su imagen plasmada (Gn 1:27). Dios se manifiesta gloriosamente en los nacidos y los que mueren en el vientre de su madre; en los que nacen con calificación perfecta y los que no alcanzan la perfección humana; en los que son bien portados y los que necesitan más atención y corrección. Dios se manifiesta en la vida de los adolescentes rebeldes y los que no dan problemas. Dios se manifiesta en tus días buenos y en los malos también porque nunca jamás se ha tratado de nosotros
Maternidad para Su gloria
Cada hijo es una bendición, cada padre es bienaventurado por tenerlos, por llenar su aljaba con ellos (Sal 127). Todos ellos han nacido con un propósito, sea un niño totalmente sano o uno que lucha minuto a minuto para sobrevivir. Cada niño bien portado y obediente nos recuerda que ha nacido para un propósito; cada niño rebelde y de voluntad firme lo recuerda también. En los planes de Dios, ellos cumplirán su propósito y a nosotras, muchas veces nos deja ver la obra que comienza en ellos. Nos deja ser parte al orar por ellos, al estar de rodillas clamando por su alma al anhelar que sean hijos de Dios porque hemos reconocido que todos y cada uno de ellos portan Su imagen. Quizá nos hace falta ver más allá de lo que nuestra mirada finita ve. Quizá hemos visto demasiado en una perspectiva horizontal de acuerdo con lo que el mundo nos presenta. Quizá no hemos aprendido que todo lo que Dios hace es perfecto con su sello, con su diseño, con sus propósitos. La próxima vez que veamos en otros características tan distintas o tan similares a las nuestras y a las que el mundo no les llamaría perfectos ni harían una campaña publicitaria en su honor, recordemos que en la perfección de Dios ellos están cumpliendo sus propósitos. Recordemos también que nosotras y nuestra maternidad, al igual que todo el mundo que nos rodea, hemos sido perfectamente planeadas y creadas por el Eterno Dios que día a día nos capacita, usa y moldea para cumplir sus propósitos y para Su Gloria en nuestra maternidad.
Dios sea glorificado siempre
Quizá no hemos aprendido que todos hemos nacido para cumplir sus planes, para ser de bendición a otros, para servir, para vivir reflejando Su gloria en todo momento y en todo lugar en la etapa en la que estamos. Cada día que transcurre no ha sido en vano, porque en cada una de las actividades que tengamos en nuestros hogares Dios ha estado presente. Él se glorifica en los que ríen y en los que lloran, en los que se gozan y los que sufren, en lo que a nuestros ojos es perfecto y en lo que a nuestros ojos es imperfecto. Hemos sido perfectamente planeados muchísimo antes de que lo imaginamos, hemos sido creados por un Dios perfecto para cumplir Sus planes perfectos en Sus propósitos eternos, no lo olvides. Atesora a Cristo, glorifica a Dios en tu maternidad. Dios no ha terminado la obra que comenzó en ti y en tus hijos; confía, persevera y vive para Su gloria. Mas ahora, así dice el Señor tu Creador, oh Jacob, Y el que te formó, oh Israel: «No temas, porque Yo te he redimido, Te he llamado por tu nombre; Mío eres tú. A todo el que es llamado por Mi nombre Y a quien he creado para Mi gloria, A quien he formado y a quien he hecho” (Is 43:1,7).