Si dijéramos que el sexo es actualmente la herramienta de marketing más poderosa, nos estaríamos quedando cortos. La herramienta de marketing más poderosa parece ser el cuerpo femenino. No son solo las compañías de cerveza las que usan mujeres atractivas con poca ropa para vender sus productos, hasta las cadenas de comida rápida usan el cuerpo de la mujer para vender hamburguesas. Esto debería provocar la indignación tanto de hombres como de mujeres, tal como la provoca en Dios. No puedes comenzar un fuego sin leña. Por tanto, si quieres que el fuego de la lujuria se apague, deja de ponerle leña al fuego… o peor aún, deja de ponerle gasolina. Esto significa cortar acceso a cualquier (¡me refiero a absolutamente cualquier!) material sexualmente estimulante (Mt 5:29–30; Ef 5:3). Esto no se trata de limitar sino de eliminar. No es una dieta; es matar de hambre.[1] Cortar el acceso a cualquier material sexualmente estimulante es casi imposible en nuestra cultura porque somos bombardeados con imágenes llenas de sexualidad a dondequiera que volteamos: comerciales de televisión, tráilers de películas, carteles publicitarios y zonas de cobro en supermercados. Pero sin importar qué tan generalizadas son las imágenes seductoras, sigo creyendo que podemos hacer un trabajo mucho mejor eliminando su consumo si lo queremos de verdad. Para aquellos que lo desean, puede significar cancelar tu plan de datos del teléfono celular. Tu librería pública tiene conexión a internet si necesitas utilizar una computadora. También puede significar abandonar las redes sociales por completo. Seguir a exnovias, exesposas o a desconocidos en Facebook no te ayuda. También puede significar no escoger Yahoo! como tu página de inicio en el navegador por la abundancia de ciberanzuelos tentadores y de artículos sobre inmoralidades de celebridades. Puede significar no mirar el Super Bowl ni la última pelea de la UFC. Puede significar no mirar muchas películas o, cuando lo haces, investigar primero para ver si no contienen escenas sucias. Esto también incluye los tráilers de las películas. Puede significar que tus amigos te crean desinformado porque no puedes conversar sobre el último episodio de tal serie o película. Cortar el acceso a cualquier material sexualmente estimulante no es legalismo; no es un intento por ganar el amor de Dios. No podemos ganar el amor de Dios; es un regalo (Ef 2:8). Tampoco se trata de pagar nuestro pecado sexual sintiéndonos mal acerca de nosotros mismos. Yo he sido culpable de esto muchas veces. Por alguna razón, pienso que si me equivoqué debo ahora mostrarle a Dios cuánto me interesa mi pureza deprimiéndome y portándome especialmente bien durante algunos días. Ese no es el punto. En cambio, eliminar el pecado sexual es obediencia: “Absténganse de toda forma de mal” (1 Ts 5:22). “No pondré cosa indigna delante de mis ojos; […] No conoceré maldad” (Sal 101:3–4). Además, matar de hambre nuestro pecado sexual se trata de valorar algo mucho más que los placeres del pecado. La libertad sexual que honra a Cristo no es gratuita, pero sí vale la pena.
Preguntas de diagnóstico
- ¿Qué materiales con carga sexual estás dejando pasar por tu filtro? ¿Qué pasos debes tomar para eliminarlos?
- Si estás en un ciclo de repetidos fracasos en ser libre de la pornografía, ¿estarías dispuesto a tomar medidas más drásticas para obtener la victoria? Si es así, ¿qué pasos debes dar? Si no estás dispuesto, ¿por qué no lo estás?
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[1] Para profundizar este concepto de “eliminar”, ver Lambert, Finally Free [Por fin libre], 66–67.