Los cristianos fueron perseguidos por los incrédulos y burladores desde el primer momento en que comenzaron a proclamar que Jesús de Nazaret, quien había sido rechazado y muerto por los judíos, es en realidad el Hijo de Dios. Basta con hacer una lectura rápida por el libro de los Hechos de los Apóstoles y ver lo que está claro: el mensaje de la cruz anunciado por los primeros cristianos, aunque fue aceptado por miles en la época, provocaba reacciones violentas tanto en judíos como griegos. Para los primeros, era un escándalo, para los últimos, una locura. “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, piedra de tropiezo para los judíos, y necedad para los gentiles” (1 Co. 1:23). Los apóstoles, los primeros líderes y pastores de aquella generación, pronto percibieron el peligro de que la persecución de los discípulos produjera reacciones negativas o la victimización. Así que estos, nos animaron a encarar la burla, la calumnia, la persecución, la prisión e incluso el martirio de la forma correcta, teniendo siempre a Jesucristo como ejemplo de mansedumbre y amor por los enemigos.
Tipos de persecuciones
Sin embargo, no toda persecución que los cristianos sufrían era por causa de la cruz, por causa de Cristo y por causa de la verdad. El apóstol Pedro escribió a los cristianos: Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, por ellos Él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado. Que de ninguna manera sufra alguno de vosotros como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entrometido. Pero si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios (1 P. 4:14-16). No toda burla que un cristiano puede recibir de los incrédulos es por causa de su fidelidad a Cristo. Si alguien que se considera cristiano es deshonesto, avaricioso, mentiroso, perezoso, inmoral o hipócrita, y llega a sufrir las consecuencias de estos actos, este sufrimiento no es por Cristo. Lamentablemente, mucha de la burla y persecución que los evangélicos experimentan hoy en nuestros países no es por causa de la predicación vigorosa, firme y clara de la cruz de Cristo. De hecho, poco se oye de ella, en medio de los decretos de prosperidad y promesas de victoria. Lo que provoca la burla son prácticas y costumbres extrañas en nombre del Espíritu Santo, escándalos, ambición y solicitud descarada de dinero a los incautos en nombre de Dios, y el compromiso desenfocado de segmentos evangélicos en una guerra contra aquellos que deberían ser objeto de nuestra predicación de la cruz y no de nuestra ira. No siempre los evangélicos sufren en Latinoamérica por ser cristianos serios, firmes, verdaderos y fieles a Dios.
Solo Cristo y este crucificado
Hoy día, los medios seculares no logran distinguir las diferentes clases de evangélicos. “Poniendo en una misma bolsa” todos los que se identifican como creyentes en Jesucristo. El camino, me parece, no es rechazar el título de “evangélico” sino vivir y predicar de tal manera que el único motivo de la burla que nos rodea sea Cristo, y este crucificado.