“Obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor”, 2 Pedro 1:5-7.
Según este pasaje, la fraternidad, o afecto fraterno como está en otras traducciones, no es lo mismo que amor. Hoy en día mientras vivimos vidas aceleradas y ocupadas, muchas veces hemos dejado el cariño de lado, aun para aquellas personas a quienes amamos. La ausencia del afecto fraterno, produce un anhelo de conexión humano que confunde el amor con el cariño, dando como resultado algo desastroso. Aun en el amor secular, que es menos exigente que el amor cristiano, hay una diferencia entre los dos. Si seguimos el versículo de 2 de Pedro, el amor es más maduro que el cariño. La palabra utilizada aquí para el amor es “ágape”, el amor incondicional que puede ocurrir a pesar de lo que sintamos en el momento. No es un sentimiento, sino la decisión de mantener el bienestar del otro por encima del nuestro, y entonces implica una larga duración; es un amor centrado en el prójimo, incluye disciplina, compromiso y sacrificio. Blaise Pascal había dicho en su publicación Pensées, tratando de explicar el anhelo de felicidad presente en cada persona “puesto que este abismo infinito puede ser llenado solamente con un objeto infinito e inmutable; en otras palabras, por Dios mismo». Tener el amor ágape entonces, será imposible sin la morada del Espíritu Santo y será probado con el tiempo. El afecto fraternal es una interacción entre personas que produce el sentir de seguridad, intimidad y pasión, sin embargo, no necesita la morada del Espíritu Santo y por ende puede fallar al enfocarse en el otro. El problema radica en que muchas veces es solamente una característica de ciertas personalidades, y desafortunadamente puede ser utilizado como método para engañar, con el deseo de llenar su hueco existencial y así conseguir lo que quiere. Aunque el prójimo se siente bien en un inicio, el resultado final no llenará su hueco existencial, terminará sintiéndose engañado y aun mas vacío. El cariño es un tipo de amor que aun los no creyentes son capaces de experimentar o sentir (Mateo 5:46), por lo tanto, Jesús mismo dijo en Mateo 5:20 “Porque os digo que si vuestra justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” El cariño no es malo en sí, de hecho, está incluido en lo que Pedro muestra como una virtud y nos manda aprenderlo. El problema radica en que es fácil de imitar y ser utilizado con el fin de engañar, cuando no es combinado con el amor ágape. Los creyentes pueden mal utilizarlo para aparentar ser más maduros de lo que realmente son (Juan 12:43). Conforme van madurando y desarrollando su identidad en Cristo, (Gálatas 2:20), es fácil confundirse entre el amor verdadero, el amor ágape, y la superficialidad del cariño fraterno. El amor cristiano entonces, tiene su fuente en un anhelo de agradar a Dios y hacer Su voluntad (Marcos 12:28-30), y solamente es accesible a aquellos que han muerto a sí mismos (Lucas 9:23). Es un amor demostrado en acciones y no basado en sentimientos (1 Corintios 13:4-8). El cariño combinado con el amor ágape, es lo que Dios ha usado para demostrar Su amor a nuestro corazón y para que nosotras podamos demostrarlo a otras. Cuando vivimos como nuevas criaturas (2 Corintios 5:17) vestidos en el nuevo hombre (Efesios 4:22-24), seremos capaces de amar como Dios ama, porque Él nos dará el poder y compromiso de seguirlo hasta el final.