En un mundo lleno de música y opiniones, una de las preguntas más importantes que la iglesia debe hacerse es: ¿qué debemos cantar cuando nos reunimos para adorar? Esta no es una simple cuestión de gustos o estilos musicales, sino un asunto de profunda importancia para Dios. En los últimos años, hemos visto una proliferación de canciones que, aunque emocionalmente atractivas, a menudo carecen de sustancia teológica. Proclaman muchas cosas, pero con frecuencia omiten lo único que tiene el poder de transformar una vida: la obra redentora de Cristo en la cruz.
Frente a esta realidad, es crucial recordar que la Biblia no nos deja en silencio sobre el contenido de nuestra adoración. Nos entrega un mandato claro y un tema no negociable para nuestras canciones: el evangelio de Jesucristo. Cantar las buenas noticias no es una opción estilística, sino el fundamento para una adoración que edifica a la iglesia y glorifica a Dios. Veamos qué dice la Escritura al respecto.
El fundamento bíblico: la epístola de Colosenses
El apóstol Pablo nos ofrece la base teológica para nuestra música congregacional en Colosenses 3:16: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones”.

Este versículo es increíblemente revelador. Notemos que el contenido que debe habitar “en abundancia” entre nosotros es “la palabra de Cristo”. Este término se refiere al mensaje completo del evangelio: quién es Jesús, qué hizo por nosotros en la cruz y en la resurrección, y cómo respondemos a Su obra. Pablo nos dice que una de las maneras principales en que este mensaje echa raíces profundas en una comunidad es a través del canto.
Las canciones no son solo para expresar emociones; son un vehículo para “enseñarnos y amonestarnos” unos a otros. En otras palabras, la música en la iglesia es una forma de discipulado. Lo que cantamos es lo que creemos. Por lo tanto, si nuestras canciones no están saturadas del evangelio, estamos descuidando una de las herramientas más poderosas que Dios nos ha dado para formar la fe de Su pueblo.

Razones para cantar el evangelio
Ya que hemos observado el mandato, profundicemos ahora en algunas razones prácticas y espirituales por las que cantar el evangelio es tan vital:
1. Porque es lo único que tiene poder para cambiar corazones
Muchas canciones se centran en nuestros sentimientos, experiencias o ideas, pero el poder para una transformación genuina no reside en nosotros, sino en el mensaje de la cruz. Una canción que no expone la santidad de Dios, Su misericordia, Su poder para salvar, Su victoria sobre la muerte y nuestra adopción por medio de Cristo, es una canción estéril. No puede llevar a un pecador al arrepentimiento ni a un creyente a una dependencia total de Dios. ¡Lo único que tiene poder para cambiar corazones es la Palabra de Cristo! Por eso cantamos el evangelio.

2. Porque vivimos en un mundo caído y somos olvidadizos
Nuestra naturaleza humana, afectada por el pecado, nos hace propensos a olvidar. Cuando llegan las dificultades, olvidamos quién es nuestro sustento. Cuando pecamos, nos sentimos condenados, como si el sacrificio de Jesús no fuera suficiente. Y cuando todo va bien, olvidamos a quién debemos la gratitud. Cantar el evangelio semana tras semana es un acto de recordatorio intencional. Es predicarle a nuestra propia alma la verdad de la gloria de Dios, Su gracia en nuestras vidas y Sus promesas inquebrantables.

3. Porque el evangelio nos mantiene firmes y nos arma contra el pecado
Este recordatorio no es pasivo; es un arma espiritual. Las verdades cantadas del evangelio, se convierten en un ancla para nuestra alma en tiempos de prueba. Cuando cantamos sobre la soberanía de Dios, la fe se fortalece. Cuando cantamos sobre el perdón en Cristo, la culpa pierde su poder. Las canciones que hablan del evangelio son herramientas para vencer el pecado. Si las canciones que entonamos no nos enseñan estas verdades, nos encontramos desarmados en nuestra lucha espiritual.

4. Porque es un ensayo de nuestra adoración eterna
Finalmente, cantar el evangelio en la tierra es una preparación para lo que haremos por toda la eternidad. El libro de Apocalipsis nos da un vistazo de la adoración celestial, y el tema es inequívoco: la obra del Salvador. A gran voz, las multitudes celestiales cantan: “El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza” (Ap 5:12). El centro de la adoración eterna es el Cordero y Su sacrificio. Cuando cantamos el evangelio aquí, estamos afinando nuestros corazones y voces para unirnos al canto eterno.

Consejos prácticos para cantar el evangelio
Finalmente, reflexionemos en cómo llevarlo a cabo en nuestra iglesia local. ¿Cómo se ve cantar el evangelio en la práctica? Al menos de dos formas.
Primero, en la vida congregacional. Tengo una palabra para los pastores y líderes del ministerio de alabanza: si escribes, escoges canciones o diriges la alabanza, recuerda que tu labor es pastoral. Estás cuidando y formando las creencias de la congregación con las letras que eliges. No escribas ni elijas canciones hasta que hayas estudiado la Palabra de Dios. Da más importancia a la sustancia teológica que al estilo musical o la popularidad del artista. La iglesia, especialmente en regiones como América Latina, necesita urgentemente canciones bíblicas que acompañen a una predicación expositiva sólida.
Segundo, en la vida cotidiana. Tengo también una palabra para todo creyente en su día a día: sé intencional con la música que escuchas. Crea listas de reproducción con canciones centradas en el evangelio que te recuerden estas verdades durante la semana. Medita en las letras de los himnos y canciones que cantas en la iglesia, usándolas como una extensión de tu tiempo devocional. Sé un consumidor exigente, preguntándote siempre: ¿esta canción exalta la persona y la obra de Jesucristo?
A Dios le importa Su pueblo redimido. Por eso nos ordena mantener la palabra de Cristo central en nuestra adoración. Cantemos canciones que le den toda la gloria al único merecedor de ella: Jesucristo.