En la Biblia, vemos tanto quejas como lamentos. Al parecer Dios permite una cosa pero no la otra. Entonces, ¿cuál es la diferencia? https://www.youtube.com/watch?v=jfsFrdQF9S8
transcripción
Hoy quiero abordar una pregunta que recibí de alguien que ha visto algunos de estos videos. Me envió una pregunta que me pareció bastante interesante. Esencialmente era sobre la diferencia entre lamento y queja. Voy a leer la pregunta. ¿Cuál es la diferencia entre la queja o la murmuración que se supone que no hagamos —y eso incluye dos textos, Filipenses 2:14, y 1 Corintios 10:10— y el lamento como el que vemos en los Salmos? Como adelanto, diré que creo que la principal diferencia es el orgullo y la humildad. Les diré cómo llegamos ahí. Él primer texto que incluye es Filipenses 2:14-15. El contexto de Filipenses: Pablo mismo está sufriendo, está preso, le escribe a una iglesia que pasa momentos difíciles, tal vez persecución, si no, puede ser inminente. Y entonces, en medio de ese tipo de ataque externo, también ocurren algunas cosas internas. Están estas dos mujeres que se están peleando, y probablemente las personas toman partido por ellas, así que hay una desunión en la iglesia que viene de dentro. La iglesia es atacada desde el exterior y se debilita desde el interior. En ese contexto, Pablo llama a la unidad en la carta e incluye esto: «Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada». Me parece que las quejas de las que habla ahí no son tanto contra Dios, sino contra otras personas. Así que creo que de lo que está advirtiendo son las quejas, que quizá sean personas que se atacan entre sí a sus espaldas y disputan, es decir se atacan cara a cara. Algo por el estilo. Así que no creo que este pasaje tenga relación directa con tu pregunta; creo que solo muestra que habrá desunión en la iglesia y luego, por supuesto, tenemos otro pasaje en la Escritura, como tratar ese asunto. La desunión, el pecado contra uno, se tratan pasando por alto la ofensa, o siguiendo los principios de Mateo 18. Así que veamos el segundo texto, 1 Corintios 10:9-10. Leemos: «Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes. Ni murmuren contra Dios, como lo hicieron algunos y sucumbieron a manos del ángel destructor». Ahora, esto claramente es quejarse contra Dios y nos muestra que es una grave ofensa que en el pasado tuvo graves consecuencias. La advertencia es clara, no debemos quejarnos contra Dios. Y no obstante, tenemos estos salmos de lamento. Tenemos salmos donde personas, individuos o comunidades, están clamando a Dios y diciendo: «No entendemos lo que pasa, Dios, por favor, detén esto». Así, el Salmo 44: «¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes? ¡Levántate! No nos rechaces para siempre». Algunos de estos salmos de lamento son comunidades enteras, y algunos son individuos que protestan por circunstancias individuales. Pero en cada caso son personas que claman a Dios y dicen: «No sabemos qué pasa, queremos que lo detengas». Ahora, ¿cuál es la diferencia entre la queja pecaminosa y el lamento sin pecado? Estos salmos de lamento no estarían en la Escritura si nos enseñaran a hacer algo pecaminoso. Así que aprendemos que hay una forma en que podemos lamentar nuestras circunstancias delante de Dios. ¿Cuál es la diferencia? Creo que es la humildad y el orgullo. Creo que la diferencia está en reconocer que si estamos lamentando nuestras circunstancias sin pecado, estamos clamando a Dios en una postura de humildad. Si nos estamos quejando pecaminosamente contra Dios, estamos clamando en una postura de pecaminosa arrogancia. Si hacemos eso, no reconocemos todo lo que sabemos que es cierto acerca de Dios. No estamos reconociendo su bondad, su benignidad, su misericordia, su amor. En definitiva, estamos negando su evangelio. Negamos o no reconocemos que Jesucristo sangró y murió por nosotros. Que él nos ha salvado, nos ha redimido, tiene buenos propósitos para nosotros. Estamos negando la providencia de Dios, que, de alguna forma, él ha acomodado el mundo, nuestras vidas, nuestras circunstancias de esta manera de modo que enfrentamos esta situación. Y además no estamos reconociendo que Dios dispone todas las cosas para bien, aun si no nos gusta la circunstancia, aun si no la habríamos escogido, aun si lo lamentamos. Si nos estamos quejando, no reconocemos que Dios está obrando incluso esto para nuestro bien y su gloria. Así que, cuando nos hallamos en estas circunstancias difíciles, la gente nos ataca, estamos en tiempo de persecución, de dolor, de búsqueda, de cuestionamiento, debemos recordar las promesas de Dios. Recuerda, Dios ha prometido que nunca nos dejará ni nos abandonará, y me gustaría tomar una frase que aprendí de un amigo. Su nombre es Dan McDonald, él predicó un sermón en nuestra iglesia, y usó la frase «agotamiento evangélico». Me pareció muy útil pensar en el hecho de que la vida es difícil y mientras más vivimos en este mundo, más nos exponemos a su dolor. Y afortunadamente, como cristianos, mientras más adquirimos este agotamiento real, pero agotamiento evangélico, donde estamos confiados en que este dolor acabará, ya sea algo personal o todo el caos que vemos en el mundo alrededor; mediante el evangelio, podemos tener ese agotamiento que mira a un buen futuro. Podemos lamentar nuestras circunstancias, pero esperamos hacerlo con humildad, anhelando el gran final cuando Cristo regrese, cuando él acabe con todo esto. No habrá más motivo para lamentar, no más dolor. Así que la gran diferencia, creo yo, entre la queja pecaminosa y el lamento sin pecado es simplemente la humildad.