Nota editorial: Esta artículo pertenece a una serie de 21 artículos relacionados con los mitos acerca de los temas más relevantes de la teología y la vida cristiana. Puedes leerla en este enlace. Esta serie fue publicada originalmente en inglés por Crossway. A continuación 5 mitos sobre las amas de casa y el cuidado del hogar:
Creencias populares
He sido una ama de casa durante diecisiete años. En el transcurso de ese tiempo, no sólo he oído a otros expresar mitos sobre el cuidado del hogar, sino que yo misma he sostenido algunos. Aquí hay cinco de ellos para evitar.
Mito #1: El cuidado del hogar es opcional
La gente vive en casas. Los niños son educados en sus casas. Estas casas toman diferentes formas en todo el mundo. Algunas se asemejan a tiendas, otras parecen casas de hielo, algunas parecen castillos y otras, cabinas. Pero la gente está destinada a vivir en casas y por lo tanto, el cuidado del hogar no es una actividad opcional. Se puede hacer con poco o mucho cuidado y atención. El hogar puede ser un lugar de calidez, vida, alegría, belleza, comida nutritiva (física o espiritual), o puede ser un lugar frío, amargo, antagónico, infeliz y solitario. Y también, puede ser un lugar con cualidades intermedias. Pero nuestras casas jamás carecen de importancia. Jamás son irrelevantes. Tampoco son una opción. Por tal motivo, tampoco lo son las amas de casa.
Mito #2: Ser una ama de casa implica que estás en contra del trabajo remunerado
En la visión inspiradora que presenta la madre de Lemuel sobre una mujer piadosa, observamos un cuidado doméstico que es multidimensional. La mujer de Proverbios 31 trabaja duro y es laboriosa y productiva, tanto dentro como fuera de su hogar, aunque toda su productividad sirve para el bien del mismo. Algunas amigas actúan como si ser ama de casa es sinónimo de no ganar un salario, o de involucrarse en el tipo de trabajo que no contribuye econónmicamente en la familia. Pero esa es una versión corta y legalista del cuidado del hogar que no aparece en las Escrituras. Limita innecesariamente la creatividad y la productividad de las mujeres. Las mujeres deben estar ocupadas en sus casas. Las mujeres casadas deben amar a sus maridos y a sus hijos. Esto no significa que una mujer no pueda estar ocupada en la iglesia, enseñando en una escuela, trabajando en una panadería, recolectando la cosecha o estudiando en un campo en particular. Lo que sí significa es que no está permitido que estas cosas compitan o usurpen el hogar y la gente que necesita sus cuidados. El hogar es nuestra prioridad porque el hogar es la prioridad de Dios para nosotros. El hogar es la base de la humanidad, la pista de lanzamiento y el lugar de aterrizaje, el descanso estable y el sustento, el ambiente esencial para el discipulado, el amor y la comunidad. Cualquier otra cosa que hagamos debe fluir del hogar o volver hacia él.
Mito # 3: Ser una ama de casa significa que no eres capaz o no estás calificada para hacer otra cosa
A veces, cuando una mujer dedica su vida a cuidar de su casa sin ganar un salario, existe la suposición de que no está calificada para tener un empleo remunerado. Incluso, existe una suposición de que es holgazana o que no está autorizada. No es que estas cosas no sean ciertas (desde luego, podrían serlo) pero no son necesariamente ciertas o por lo general, no lo son. Conozco amas de casa que son médicos, tienen sus doctorados, son músicos talentosas o maestras excelentes, han hecho una carrera en la planificación de eventos y ventas, propietarias de empresas, y mucho más. Estas mujeres, conscientemente, han tomado la decisión de dejar atrás esos empleos y oportunidades (de manera permanente o durante un lapso) mientras dedican un tiempo y energía concertados al hogar y a la gente que vive en él. Algunos lo consideran un “desperdicio de educación” o “un desperdicio de sus dones”, pero la mujer que ha tomado esta decisión sabe que no es así, tal como todos los cristianos deberían hacerlo. Ella sabe que nada se desperdicia cuando se lo entrega a Dios por la fe. Ella sabe que su hogar es un lugar lo suficientemente grande para que su educación y sus talentos sean multiplicados en el servicio a Dios y a los demás, y no desvalorizados.
Mito #4: El cuidado del hogar es únicamente para las madres de niños pequeños
Aunque tener hijos pequeños aumenta la importancia del hogar y nos ayuda a ver por qué es tan valioso y esencial, ser una madre de hijos pequeños es solamente una esfera en la vida de una ama de casa. El cuidado del hogar es para las solteras, las que se casaron jóvenes, las que transitan la etapa del nido vacío y más. El hogar es el lugar donde cuidamos a los ancianos, a los hijos de otras personas, preparamos comida para una multitud o una familia que está en la calle, organizamos grupos pequeños y grandes, o toda clase de grupos. Es donde transmitimos nuestras habilidades adquiridas con esfuerzo de cocinar, hornear, lavar la ropa apropiadamente, hacer las camas, limpiar, organizar y preparar. Podemos y debemos transmitir estas habilidades a cualquiera que esté interesado en aprenderlas, no solamente a nuestros hijos. El hogar es un lugar de disponibilidad. Debe estar disponible para satisfacer las necesidades de la comunidad cristiana. Pero eso no es posible si no hay una ama de casa que administra los recursos y está lista para darle la bienvenida a la gente.
Mito #5: Ser una ama de casa es un trabajo pequeño para las mujeres y tiene poca relación con las importantes realidades eternas
Es verdad que las mujeres tienen una conexión particular con el cuidado del hogar que los hombres no tienen. ¡Y eso es algo glorioso! ¡Qué privilegio! Los cuerpos femeninos están hechos para ser un hogar para otros. Sus cuerpos fueron creados para alimentar y nutrir a otros. Por lo tanto, ¿por qué habría de sorprendernos que la persona que fue hecha para estar en casa sería el centro mismo del cuidado físico de ella? Sí, el cuidado del hogar no es un trabajo exclusivamente para las mujeres. Los cristianos han sido concebidos por el Espíritu Santo de Dios y nacidos de Dios. Jesús se ha ido para preparar un lugar para nosotros —un hogar. Él nos sirve Su cuerpo como comida y Su sangre como nuestra bebida. Dios prepara un hogar para nosotros para que vivamos con Él: “Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada” (Jn. 14:23). Cuando hacemos lugar en nuestro hogar para otros, a menudo hacemos un trabajo pequeño que no se ve, humanamente hablando, pero el significado detrás del trabajo jamás es pequeño. Estamos imitando a Dios de maneras eternamente significativas. Cuando priorizamos el hogar, discipulamos a otros ayudándoles a saborear la importancia y la realidad final de nuestro hogar celestial a través de los medios de un hogar terrenal, concreto y tangible.