Recientemente leí una crítica hecha a los calvinistas acerca de que ellos suelen escapar de dilemas teológicos resultantes de su propia lógica recurriendo al concepto de «misterio». Es decir, los calvinistas, después de colocarse a sí mismos en una encrucijada teológica, confiesan que no saben la respuesta a la misma. La crítica en particular era sobre la doctrina de la predestinación. Según la crítica, los calvinistas insisten en que Dios ha decretado todo lo que existe, pero cuando llega el momento de explicar la existencia del mal en el mundo, la libertad humana y la responsabilidad en la evangelización, simplemente dicen que no saben la respuesta a los dilemas lógicos creados: si Dios predestinó a los que habrían de ser salvos y condenados ¿cómo podemos culpar a los que rechazan el mensaje del evangelio? Los calvinistas, entonces, de acuerdo con la crítica, recurren a lo que se denomina antinomia, la existencia pacífica de dos proposiciones bíblicas aparentemente contradictorias que no pueden ser armonizadas por la lógica humana. La verdad es que, además de la soberanía de Dios, tenemos otras doctrinas en la misma condición, como la definición clásica de la Trinidad, mantenida no sólo por los calvinistas, sino por el cristianismo histórico en general. Por un lado, ella afirma la existencia de un solo Dios. Por otro lado, afirma la existencia de tres Personas que son divinas, sin admitir la existencia de tres dioses. A lo largo de la historia de la Iglesia, varios intentaron resolver lógicamente el dilema causado por la afirmación simultánea de dos verdades aparentemente incompatibles. En cuanto al misterio de la Trinidad, las soluciones invariablemente corrieron en la dirección de la negación de la divinidad de Cristo o de la personalidad y divinidad del Espíritu Santo; o, en la dirección de la negación de la existencia de tres Personas distintas. Todos estos intentos siempre fueron rechazados por la iglesia cristiana por negar alguno de los lados de la antinomia. Otro ejemplo fueron los intentos de resolver la tensión entre las dos naturalezas de Cristo. Los gnósticos tendían a negar Su humanidad para poder mantener Su divinidad. Ya Ario, y más tarde, liberales, negaron Su divinidad para mantener Su humanidad. Los conservadores, por su parte, insistieron en mantener las dos naturalezas y confesar que no se puede saber cómo pueden coexistir simultánea y plenamente en una sola persona. En el caso en cuestión, los intentos de solucionar el aparente dilema entre la soberanía de Dios y la responsabilidad humana siempre han caminado para la reducción y negación de la soberanía de Dios o, en la otra dirección, para la anulación de la libertad humana. En el primer caso, tenemos los pelagianos y arminianos. En el otro, tenemos los hipercalvinistas, que por sus posiciones deberían ser llamados «anti calvinistas». Más recientemente, los teólogos relacionales llegaron incluso a negar la presciencia de Dios pensando así en resguardar la libertad humana. Hay varias razones por las que resisto a la tentación de descubrir la clave de estos rompecabezas. La primera y la más importante, es el hecho de que la Biblia simplemente presenta varios hechos sin explicarlos. Ella afirma que hay un Dios y que hay tres personas que son Dios. No nos da ninguna explicación sobre cómo esto puede suceder, incluso ante la aparente imposibilidad lógica desde el punto de vista humano. Los propios escritores bíblicos, inspirados por Dios, prefirieron afirmar esas verdades lado a lado, sin dilucidar la relación entre ellas. En su sermón el día de Pentecostés, Pedro afirma que la muerte de Jesús fue predeterminada por Dios, al mismo tiempo que responsabiliza a los judíos por ella. No hay ninguna preocupación por parte de Pedro con el dilema lógico que él crea: si Dios ha predeterminado la muerte de Jesús ¿cómo se puede culpar a los judíos por haberlo matado? De la misma manera, Pablo, después de tratar con este, que es uno de los más famosos casos de antinomia del Nuevo Testamento (predestinación y responsabilidad humana), reconoce la realidad de que los juicios de Dios son insondables y sus caminos inescrutables (Ro 11:33). La segunda razón, es la naturaleza de Dios y la revelación que Él hizo de sí mismo. Para mí, Dios está por encima de nuestra plena capacidad de comprensión. No estoy de acuerdo con los neo-ortodoxos que niegan cualquier posibilidad de incluso hablar de Dios. Pero, es verdad que nadie puede comprender a Dios de forma exhaustiva, completa y total. Depende de la revelación que Él hizo de sí mismo. Sin embargo, esta revelación, en la naturaleza y especialmente en las Escrituras, aunque suficiente, no es exhaustiva. No siendo exhaustiva, ella calla en diversos temas, y entre ellos están la relación lógica entre los puntos que componen la doctrina de la Trinidad, de la persona de Cristo y de la soberanía de Dios. La tercera razón, es que existe una presuposición detrás de los intentos de explicar racionalmente los misterios bíblicos. Presuposición que yo rechazo: que solo es verdadero lo que podemos entender. No voy a decir que eso es exclusivamente fruto de la Ilustración del siglo XVII pues antes de ello esa tendencia ya existía. El racionalismo termina subordinando las Escrituras a sus cánones. Prefiero el lema de Pablo; «llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo» (2 Co 10:5). Parece que los racionalistas olvidan que, además de limitados en nuestro entendimiento por ser criaturas finitas, somos limitados también por nuestra pecaminosidad. Es claro que mediante la regeneración y la iluminación del Espíritu podemos entender lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra. Sin embargo, no hay promesas de que, regenerados e iluminados, descubriremos todos los misterios de Dios. La regeneración y la iluminación no nos hacen iguales a Dios. Además de los misterios mencionados, existen otros relacionados con la naturaleza de Dios y Sus caminos. Ante todos ellos, trato de callarme donde los escritores bíblicos se callaron, después de agotar todo análisis de las partes del misterio que fueron reveladas. No estoy diciendo que no podemos reflexionar sobre lo que la Biblia no habla, sino que lo hagamos conscientes de que estamos simplemente especulando en el buen sentido, y que los resultados de esas especulaciones no pueden ser tomados como dogmas.