Y nunca me desagradarás

Todo ser humano posee la tendencia de colocarse como el patrón a seguir, como la norma que todos deben cumplir. Sin embargo, esto está fuera de la realidad. Debemos esperar que la norma que todos busquen cumplir sea la que Dios ha establecido, y cuando lo hagan, debemos estar complacidos con ellos.
Foto: Ben White

Muchas personas viven con una profunda sensación de fracaso. Pasan la vida convencidas de que son una decepción constante para aquellos a quienes anhelan complacer. 

Los hijos consideran a sus padres y sienten vergüenza, seguros de que de algún modo, sus padres los ven como una decepción. Mientras tanto, los padres consideran a sus hijos y tienen la misma sensación de vergüenza, seguros de que sus hijos les miran con desaprobación. 

Los maridos consideran a sus esposas y las esposas a sus maridos y, aunque no sepan exactamente qué han hecho mal o qué norma han incumplido, están convencidos de que su cónyuge les mira con desagrado.  

Los miembros de las iglesias con frecuencia están convencidos de que su pastor está decepcionado con ellos por su nivel de participación en la iglesia o por los mínimos avances que han hecho en la santificación. Mientras tanto, los pastores a menudo sienten una profunda desaprobación por parte de los miembros. Quizás porque son predicadores ordinarios en lugar de extraordinarios o porque simplemente no tienen suficientes horas a la semana para aceptar todas las reuniones y cumplir todas las peticiones. 

Muchas personas viven con una profunda sensación de fracaso. Pasan la vida convencidas de que son una decepción constante para aquellos a quienes anhelan complacer. / Foto: Inzmam Khan, en Pexels.

Hay tantos cristianos que viven bajo una nube de decepción y desaprobación. Y aquí no podemos permitirnos el lujo de librarnos. Nuestros esposos y nuestras esposas, nuestros padres y nuestros hijos, nuestros pastores y nuestras congregaciones, todos pueden sentir esa sensación fulminante de censura por parte de personas como tú y como yo. 

Y, si somos sinceros, esa censura suele ser real más que imaginaria. Es real porque todos somos susceptibles de esperar que la gente viva de acuerdo con nuestras normas y no con las de Dios. Sin embargo, donde las normas de Dios son santas, las nuestras están teñidas de maldad; donde las normas de Dios son racionales, las nuestras son arbitrarias; y donde las normas de Dios son fijas, las nuestras cambian constantemente. La gente no cumple nuestras normas porque es imposible que las cumplan. Y tampoco deberían hacerlo, porque no tenemos derecho a pedirles que vivan según otras normas que no sean las de Dios. 

Un gran regalo que podemos dar a los demás es el regalo de nuestra aprobación. Podemos asegurarles que nuestro deseo para ellos no es que vivan de acuerdo con nuestras normas, sino que vivan de acuerdo con las normas de Dios. Si prestan atención a la voluntad de Dios y viven según una conciencia santificada, podemos, debemos y tenemos que estar satisfechos. Debemos creer que lo mejor que pueden hacer es agradar a Dios y agradarse a sí mismos. Y si lo han hecho, no debemos desaprobarlos ni sentirnos decepcionados de ellos. 

Un gran regalo que podemos dar a los demás es el regalo de nuestra aprobación. Podemos asegurarles que nuestro deseo para ellos no es que vivan de acuerdo con nuestras normas, sino que vivan de acuerdo con las normas de Dios. / Foto: Unsplash

Esposo, uno de los regalos más grandes que puedes darle a tu esposa es la seguridad de que la apruebas y que te deleitas en ella. Demuéstrale: “Agrada a Dios y agrádate a ti mismo, y nunca me desagradarás”.  

Esposa, una de las mayores bendiciones que puedes conceder a tu marido es la seguridad de que te complace y de que encuentras gozo en él. Que lo oiga: “Agrada a Dios y agrádate a ti misma, y nunca me desagradarás”. 

Padres, sus hijos quieren saber que los aprueban. Asegúrense de que lo sepan: “Agrada a Dios y agrádate a ti mismo, y nunca me desagradarás”.  

Hijos, sus padres quieren saber que los aprueban tanto como ustedes quieren saber que ellos los aprueban. Así que no dejen de decírselo: “Agrada a Dios y agrádate a ti mismo, y nunca me desagradarás”.  

Pastores y miembros de la iglesia, ya saben lo que tienen que hacer. Ya sea que usen estas palabras exactas u otras parecidas, asegúrense de que el sentimiento sea claro: “Agrada a Dios y agrádate a ti mismo, y nunca me desagradarás”. 

No habría nada más insensato que desaprobar decisiones que han sido aprobadas por Dios o sentirse decepcionado por acciones que agradan a Dios. No habría nada más cruel que hacer creer a alguien que ha fracasado a tus ojos cuando ha triunfado a los de Dios. No habría nada más descorazonador que ellos vivan una vida que es agradable a Dios solo para encontrar que ellos han vivido una vida que es desagradable para ti. Así que ya sea tu hijo o tus padres, tu esposo o esposa, tu pastor o congregación, házselo saber, y luego relaciónate con ellos de tal manera que lo crean: “Agrada a Dios y agrádate a ti mismo, y nunca me desagradarás”. 

He visto que estas palabras se atribuyen al puritano Philip Henry, pero no he podido rastrear su fuente.


Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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