Marcos conoce a Juan, un amigo no creyente. Marcos lo ha tratado de invitar a la iglesia una y otra vez, pero Juan, a pesar de aceptar las invitaciones, al final no va. Cuando le preguntas a Marcos por Juan te dice que lo quiere invitar a un sermón evangelístico para que su amigo pueda conocer el evangelio. ¿Te parece familiar esa escena? ¿Qué ha pasado con el evangelismo hoy día? En muchas iglesias la cultura de sermones, campañas y noches evangelísticas se ha vuelto el método para «convertir» a los no creyentes. Conscientes o no, hemos dejado el trabajo de la evangelización a un grupo de personas, tal vez los pastores o evangelistas o simplemente a los hermanos extrovertidos. Somos rápidos en juzgar a nuestras iglesias o a las demás por sus programas, actividades o ministerios evangelísticos, o tal vez por la falta de ellos. Sin embargo, en todo esto, nos hemos olvidado de la realidad bíblica sobre la naturaleza de la iglesia. No, el mayor programa evangelístico que una iglesia pueda tener no es su culto público, aunque entiendo que el evangelio debe ser expuesto claramente durante el mismo, (1 Co. 14:24-25), ni siquiera las noches evangelísticas o las actividades de justicia y bien social. El mejor y mayor programa evangelístico que Dios le ha dejado a la iglesia es… la iglesia misma. Dios se ha revelado por medio de su Palabra y por medio de nuestro Señor Jesucristo (He. 1:1-4) y el Señor Jesucristo ha decidido revelarse al mundo por medio de su novia, la iglesia. Esto es lo que nuestro Señor revela en Juan 13:34-35 cuando dice: «Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros». MackStiles en su libro La Evangelización lo dice de la siguiente manera: «Cuando estamos unificados en la iglesia, le mostramos al mundo que Jesús es el Hijo de Dios. El amor confirma nuestro discipulado. La unidad confirma la deidad de Cristo».1 Más aún, solo tenemos que leer las cartas de Pablo a los Efesios y a los Colosenses para darnos cuenta de que la iglesia no es meramente un grupo de personas que son compradas por la sangre de Cristo para quedarse en sus casas. Vemos que, en la iglesia, «la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en las regiones celestiales» (Ef. 3:10) y Dios recibirá la gloria «en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén» (Ef. 3:21). Como iglesia estamos llamados a amarnos y a servirnos los unos a los otros. Este fue el ejemplo de los apóstoles al entender el mensaje en Juan 13:34-35 y la Gran Comisión dada por Jesús en Mateo 28:18-20. Fue también el ejemplo que siguió la iglesia primitiva, la cual al ser formada desde Hechos 2 no cesaba de mostrar el amor de Cristo entre ellos (Hch. 2:44-47) y de compartir el mensaje de Cristo y la salvación y el nuevo nacimiento que solo él puede proveer (Hch. 5:42; 8:1-12, 25-40; 13:32; 14:7, 15, 21; 15:35; 16:10; 17:18). Así que, cuando veas oportunidades para predicar el evangelio, sea a un enfermo, a una persona en aflicción o a cualquiera que esté delante de ti, no pienses que es el trabajo de tu iglesia o de tu pastor, piensa que es tu llamado como creyente, sabiendo que puedes y debes buscar apoyo en los hermanos de tu iglesia. El evangelismo es cosa del cuerpo de Cristo, no de unos pocos llaneros solitarios. Con todo lo anterior, algunos podrían preguntarse: «¿cómo logro que mi iglesia evangelice más?». La respuesta a esto es: creando una cultura de evangelismo. Esta cultura de evangelismo no significa simplemente que las personas sean amigables o amables con los no creyentes, tampoco implica que simplemente inviten a no creyentes a la iglesia. Esta cultura implica algo más profundo. Implica entender que todos estamos juntos en esto. Es entender que mientras más nos empapamos del evangelio, de la gloriosa verdad de la salvación por medio de Cristo, más mostraremos el amor de Cristo entre nosotros y, por tanto, cada vez más trabajaremos como cuerpo en evangelizar y predicar su Palabra. Esto significa que nuestros ministerios, nuestros grupos pequeños, nuestros cultos cada domingo, nuestras reuniones de oración, y aun hasta las bodas que celebramos, deben estar empapadas del evangelio. Ahora, una advertencia. La cultura de evangelismo no depende únicamente de los pastores. Como MackStiles nos dice, «en una cultura de evangelismo, las personas entienden que la principal tarea de la iglesia es ser la iglesia… La iglesia debe fomentar una cultura de evangelio. Los miembros son enviados desde la iglesia para hacer evangelismo».2 Esta cultura no puede ser forzada desde el liderazgo hacia la iglesia o por medio de un programa evangelístico. La única manera en la que la iglesia tendrá una cultura de evangelismo será cuando la iglesia, cada uno de sus miembros, se vuelva más evangelístico. Puede que los líderes modelen tal cultura, pero al final, los miembros deben abrazarla. Por otro lado, podemos fomentar esta cultura celebrando las oportunidades que otros hermanos tienen al compartir el mensaje de Cristo con otras personas. A veces estamos en nuestros lugares de estudios, trabajos o andando por nuestros vecindarios y nos sentimos solos, incapaces de compartir el gran mensaje que creemos. Sin embargo, ¡qué bueno sería saber que contamos con hermanos que pueden darnos una mano para suplir nuestras faltas, ayudarnos en nuestros temores, enseñarnos a evangelizar y mostrarle al mundo el amor de Cristo! ¡Qué extraño es para el mundo ver a un joven servir a un anciano, sin nada en común, solo la sangre de Cristo! Hermanos que sufren alguna necesidad física y un montón de «desconocidos» les llevan comida o medicinas o se preocupan por cuidarles sin ser familia, solo porque son familia en la sangre de Cristo. Hermanos que suplen las necesidades físicas y espirituales de los demás, mostrando así una unión más fuerte que cualquier otra unión terrenal (Hch. 2:44-47). Por tanto, mis hermanos, no solo busquemos oportunidades de compartir el evangelio, sino también busquemos darnos apoyo, aprender los unos de los otros y exhortarnos y alentarnos en esta tarea. Ama tu iglesia local, empápate del evangelio y la gloria de Dios, y ama a tu prójimo compartiendo con él el mensaje de salvación. Este artículo fue publicado originalmente en el blog en español de 9Marks. Usado con permiso.