Dondequiera que miremos, vemos dolor y desolación. Las guerras hacen estragos. El cáncer se cobra vidas. La depresión, la ansiedad y la violencia dejan su huella en casi todas las comunidades. Naturalmente, nos preguntamos: “¿Por qué? Si Dios existe, ¿por qué permite tanto sufrimiento?”.
Esa pregunta no es abstracta. Es profundamente personal.
Sé que lo es para mí. He pasado por temporadas de ansiedad y depresión prolongadas, ataques de pánico que duraban no solo horas, sino días e incluso semanas. He luchado con Dios en medio de esos momentos oscuros. Y conozco a muchas otras personas que, al enfrentarse al sufrimiento, han visto cómo su fe se tambaleaba, o incluso han abandonado por completo la creencia en Dios.
No hay respuestas fáciles. Pero eso no significa que no haya ninguna respuesta.
Un universo sin Dios no satisface
En su libro Why?: Looking at God, Evil, and Personal Suffering [¿Por qué?: Una mirada a Dios, el mal y el sufrimiento personal], Sharon Dirckx plantea una pregunta llamativa. Ella cuestiona que, cuando preguntamos ¿por qué hay tanto sufrimiento?, ¿a quién nos dirigimos? Si no hay Dios, entonces la pregunta en sí misma no tiene un destinatario real. En un universo sin Dios, el sufrimiento es simplemente lo que ocurre. Las moléculas fallan. Las células mutan. Las personas se hacen daño unas a otras. Eso es todo.
Pero, como señala Dirckx, esa respuesta parece vacía. No solo observamos el sufrimiento. Lo sentimos. Lo odiamos. Clamamos contra él. Algo en nuestro interior nos dice: “Esto no es como debería ser”. Pero ¿de dónde viene esa indignación?
Si el sufrimiento es simplemente natural, ¿por qué respondemos a él como si fuera antinatural?

La Biblia no minimiza el sufrimiento
Aquí es donde el cristianismo nos ofrece algo singularmente honesto y esperanzador. Cuando lees la Biblia, ves que el sufrimiento no se minimiza ni se pasa por alto. De hecho, llena las páginas de las Escrituras.
Leemos sobre Job, cuyos gritos de angustia se elevan desde el abismo de la desesperación. Leemos en los Salmos, oraciones llenas de confusión, dolor e incluso ira. El mismo Jesús llora ante la tumba de Lázaro. El sufrimiento no se ignora en las Escrituras, sino que se reconoce. Se lamenta. Se toma en serio.
¿Por qué? Porque, según la Biblia, el sufrimiento apunta a una verdad mayor: el mundo no es como debería ser. Algo ha salido mal. El pecado ha fracturado la creación. El dolor, la muerte y el mal no forman parte del diseño original, son intrusos en un mundo que una vez fue “muy bueno”.

El Dios que sufre con nosotros
Y aquí es donde el mensaje cristiano se vuelve radicalmente diferente a cualquier otra cosa.
Los cristianos creen que Dios no permaneció distante ni indiferente. No se limitó a compadecernos desde lejos. En cambio, Dios entró en nuestro mundo. En Jesucristo, Dios se hizo carne. Y cuando lo hizo, no vino a reprendernos, sino a sufrir con nosotros.
Jesús fue crucificado, muriendo de forma lenta y humillante como víctima de la injusticia. Experimentó agonía física, abandono emocional y oscuridad espiritual. No evitó el sufrimiento, sino que lo abrazó.
¿Por qué? La Biblia dice que Jesús sufrió por nosotros. Tomó sobre Sí mismo las consecuencias del mal que hemos desatado en el mundo —nuestro pecado, nuestra violencia, nuestra rebelión— y lo llevó en la cruz para que pudiéramos ser perdonados, sanados y renovados.

Un Dios que se preocupa
Tim Keller dijo una vez: “Como seres humanos, quizás no entendamos por qué Dios permite el sufrimiento. Pero cuando miramos la crucifixión de Jesús, Dios encarnado, hay una cosa que no podemos decir. No podemos decir que a Dios no le importa el sufrimiento. Le importa tanto, que estuvo dispuesto a venir y experimentarlo Él mismo, para demostrarnos que nos ama”.
Eso lo cambia todo. Quizás no siempre sepamos por qué sufrimos. Pero sí sabemos quién está con nosotros en nuestro sufrimiento. Y sabemos qué tipo de Dios es. No es distante. No es indiferente. Está presente, es compasivo y está profundamente involucrado.

¿Cómo seguir adelante?
Si te estás haciendo estas preguntas o estás sufriendo de una forma que hace que la fe parezca inalcanzable, no estás solo. El cristianismo no ofrece soluciones rápidas ni respuestas superficiales.
Pero sí ofrece algo mucho mejor: un Salvador que sufre con nosotros y redime nuestro dolor.
Publicado originalmente en Core Christianity.