Un año de dolor, un año de gratitud, un año de gracia

El día que visitamos por primera vez el cementerio de Glen Oaks, el césped ya había empezado a perder su brillante color verde veraniego para pasar a ser el de un apagado color marrón invernal. Sentíamos la brisa fría de noviembre sobre nosotros mientras recorríamos las hileras de tumbas para elegir el lugar donde enterraríamos a nuestro hijo. Finalmente, elegimos una parcela al final de una larga fila, a la sombra de un árbol pequeño. Unos días más tarde, vimos cómo bajaban su féretro en ese mismo lugar. Escuchamos al pastor, mi muy querido amigo, decir las temidas palabras: «polvo eres y en polvo te convertirás». Permanecimos juntos como familia, con los brazos enlazados, las lágrimas fluyendo y con los corazones rotos. Y ahora hemos llegado al siguiente noviembre y me encuentro de pie en ese mismo lugar reflexionando sobre un año que ha llegado y se ha ido. He oído a algunas personas referirse a esto como «día de la muerte», un paralelo macabro con el «día del nacimiento». Yo prefiero quedarme con la expresión más formal «aniversario de su muerte». Y, efectivamente, hoy es el primer aniversario del día en que Nick se fue al cielo. Ha pasado un año completo desde que recibimos la noticia de que había sufrido un colapso, desde que nos enteramos de que le habían llevado al hospital, desde que el médico nos llamó para decirnos: «Hicimos todo lo que pudimos». Ha pasado un año entero desde que Aileen y yo nos miramos a los ojos y dijimos, entre sollozos: «Sobreviviremos a esto». Ha pasado un año entero desde una noche tan traumática que la mayor parte de ella ha desaparecido de la memoria, o tal vez ha quedado enterrada en un lugar más allá del recuerdo. El último año ha traído las penas más profundas que he conocido. He tenido que despedirme de mi primogénito, mi único hijo, sin haberle dicho un «adiós» apropiado. He sido testigo de cómo las personas que más amo en el mundo atraviesan su valle más oscuro. Me he quedado despierto hasta altas horas de la noche para aliviar penas y secar lágrimas. Me he quedado despierto hasta altas horas de la madrugada predicándome la verdad a mí mismo para contrarrestar las olas de miedo y ansiedad. En la oscuridad de la noche me he despertado con los gritos y sollozos de los corazones que han sido gravemente quebrantados. He aprendido a afligirme, he aprendido a llorar, he aprendido a lamentarme. Pero aunque el último año ha sido uno de tantas tristezas, también ha sido uno de muchas bendiciones. Al mirar retrospectivamente al año más difícil de todos, también lo recuerdo como el más bendecido. Al reflexionar sobre el año que ha transcurrido desde el día más difícil de mi vida, encuentro que mi corazón se eleva en alabanza a Dios. Siento mis ojos húmedos por las lágrimas, pero mi corazón lleno de gratitud. Estoy agradecido por el regalo de haber tenido un hijo. Y aunque me lo quitaron muy pronto, no cambiaría esos años por todas las riquezas de todos los mundos. Si hubiera sabido que lo tendría por tan poco tiempo, aún así habría considerado una bendición conocerlo, amarlo y criarlo. Doy gracias a Dios por haberme confiado un hijo tan bueno, un joven tan piadoso. Estoy agradecido por el don del amor. Mi familia ha sido tan bien cuidada este año: amada por la familia y los amigos, por los vecinos y los extraños, por los que nos conocen mejor y por los que apenas nos conocen. No hemos estado solos o abandonados ni por un momento. Estoy agradecido por el don de la providencia. Dios ha utilizado a menudo las «coincidencias» para ministrarnos en nuestros días más duros y en nuestros momentos más difíciles. Los encuentros fortuitos han demostrado no ser una casualidad en lo absoluto. Dios ha tejido soberanamente un conjunto de circunstancias que han demostrado Su amor, Su cuidado y Su presencia. Estoy agradecido por el regalo del cielo. Nunca el cielo ha sido más real, más presente, más precioso, más cercano. Este año me ha dado un nuevo anhelo de estar allí, de estar donde está Cristo, donde está Nick, de estar en ese lugar donde todos los miedos se calman, donde todas las penas se alivian, donde todas las lágrimas se secan. Estoy agradecido por el don de la fe. Dios nos ha dado fe para creer en Su carácter y en Sus promesas, para reconocer Su derecho a dar y a quitar. Ninguno de nosotros se ha vuelto contra Dios. Ninguno de nosotros le ha acusado de injusticia. Ninguno de nosotros se ha negado a bendecir Su nombre. Nuestros corazones han sido destrozados pero, por Su gracia, nuestra fe se ha mantenido fuerte. Estoy agradecido por el don del consuelo. Dios nos ha consolado por medio de Su Espíritu y de Su pueblo, de palabra y de hecho. Ni una sola vez nos hemos quedado sin verdades en las que confiar, sin un evangelio al que aferrarnos, sin hombros en los que llorar. Dios ha cumplido todas Sus promesas. Estoy agradecido por estos regalos y por tantos otros. Amo a Dios más que nunca. Ha demostrado ser digno de mi confianza, de mi afecto, de mi más profunda devoción. Le honro, confío en Él, me postro ante Él. Un viaje reciente me llevó por la campiña local y mientras conducía observé campos que hasta hace poco habían estado verdes y llenos. Pero ahora estaban inhóspitos y desnudos. Los agricultores habían recogido sus cosechas en sus graneros para abastecerlos durante el largo invierno que se avecinaba. Y de la misma manera, al reflexionar sobre el año que pasó, puedo ver que el Dios de toda gracia había reunido grandes reservas de bondad y misericordia para nosotros. Y los ha distribuido en el momento oportuno y de la forma adecuada. Hemos conocido Su abundancia. Ha satisfecho todas nuestras necesidades, ha dado consuelo a todas nuestras penas, ha ministrado con la verdad a todos nuestros temores. Ha estado presente cuando más lo necesitábamos. No nos ha dejado. No nos ha abandonado. Nunca lo haría. Nunca lo hará. (Aprovecho esta oportunidad para recordarles la beca en memoria de Nick Challies en el Boyce College y el Southern Baptist Theological Seminary, una beca en honor a Nick destinada a permitir a otros llevar a cabo el ministerio que era tan importante para él: ministrar la Palabra de Dios en Canadá. La beca está ahora recibiendo fondos de los donantes y distribuyéndolos a los estudiantes. Nos sentiremos honrados si consideras hacer una donación). Este artículo se publicó originalmente en Challies.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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