Uno de los mitos que proclama la cultura es que serás más feliz y estarás más satisfecho si buscas tu propio placer. Es decir, el egoísmo es una virtud y no un vicio. Esta es una propuesta atractiva. Sí queremos ser felices y sí queremos sentirnos satisfechos. No hay nada de malo con eso. Así que, si podemos tomar el atajo del egoísmo para alcanzarlo, deberíamos hacerlo, ¿no? Sin embargo, el problema es que el universo no fue diseñado de esa manera. Dios estableció Su mundo de manera que seas más feliz y estés más satisfecho cuando eres desinteresado, no egoísta. Cuando vives para ti mismo, tu mundo es demasiado pequeño, limitado y, honestamente, aburrido. Tú no eres infinitamente interesante. Pero, si vives para Dios y para los demás, nunca te aburrirás porque Dios es infinitamente interesante y sus propósitos de bendecir al mundo son infinitamente grandes. El cielo será un lugar de gozo creciente; es un teatro donde Cristo está en escena, no nosotros. Y eso es algo bueno. Así que, permíteme hacer estas preguntas. Si el universo fue diseñado para que podamos ser más felices cuando invertimos nuestra vida sirviendo a otros, ¿no sería verdad también esto en nuestra vida sexual con nuestro cónyuge? Si Pablo le indica a la iglesia de Filipos que no busquen “cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” (Fil 2:4), entonces ¿qué tanto más debe ser esto cierto entre esposo y esposa? Y si los esposos cristianos deben amar “a sus mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella” (Ef 5:25), ¿no debería ser esto verdad también en nuestra relación sexual? Sí, sí, sí. Por tanto, debes aplicar estas realidades de siervo a dos áreas específicas de tu matrimonio. En primer lugar, debes ser un siervo durante el sexo. En segundo lugar, debes ser un siervo al abstenerte de tener sexo (cuando es la respuesta apropiada). Comencemos con ser un siervo durante el sexo. Hombres, cuando tengan sexo con su esposa, de ninguna manera deben “hacer de las suyas” con ella. Esto es degradante y egoísta. Nunca hagan cosas que la hacen sentir incómoda o que la llenan de vergüenza; eso “pornifica” el lecho matrimonial que Dios dice debe ser honrado (He 13:4). Pocos hombres cristianos pornifican el lecho matrimonial al pedirle a su cónyuge que incorporen pornografía real a sus matrimonios. Pero muchos pueden hacerlo más sutilmente y aun inconscientemente al contrabandear una ética de desempeño, violencia o movimientos que vienen de la pornografía. Si alguna vez has derramado gasolina en tus manos, sabes bien que el olor queda un largo rato. Mirar pornografía durante horas te impedirá que detectes el hedor del poder erotizado. En cambio, sé un siervo en la cama. Pero estos comentarios están dirigidos a aquellas ocasiones cuando estás en la intimidad con tu esposa. ¿Cómo puedes tratar las necesidades sexuales de tu esposa como superiores a las tuyas al abstenerte del sexo? Ser un siervo en este sentido también incluye respetar ciertas temporadas de la vida. La intimidad matrimonial se relaciona con y es el producto de una variedad de otros factores como la confianza, el respeto, la amargura, la decepción, el estrés y la salud física. Si alguno de estos factores se altera, ser un siervo requiere que ajustes tus expectativas con un corazón alegre. Jesús murió por Su esposa; tú puedes abstenerte total o parcialmente del sexo por una temporada si eso es lo que necesitas para amar bien a tu esposa. Pero volvamos un momento. Ser un siervo tanto dentro como fuera de la cama requiere comunicación. Ya hemos hablado de esto, pero permíteme añadir que comunicarse bien implica ser accesible. Debes ser el tipo de hombre que está tan seguro en el Señor que su esposa se siente segura para ser ella misma y expresar sus deseos y, más importante aún, sus aprensiones. No puedes ser un ogro que se golpea el pecho cada vez que las cosas no se hacen a su manera. Al mismo tiempo, no puedes irte al otro extremo de la pasividad y la indiferencia. No te retraigas con una carota. Ni el ogro ni el berrinchudo exhiben una masculinidad bíblica. Los hombres verdaderos han experimentado el gozo de la bondad de Dios de tal manera que tienen el poder de tratar las necesidades sexuales de su cónyuge como superiores a las suyas.
Preguntas de diagnóstico
- ¿Te describiría tu esposa como un siervo? ¿De qué maneras diría ella que tratas sus necesidades sexuales como superiores a las tuyas? Si no es el caso, ¿qué puedes hacer al respecto? (Pista: comienza con arrepentirte delante de Dios y de ella).
- ¿Sabes qué le provoca placer sexual a tu esposa? ¿Sabes qué cosas la ponen incómoda? ¿Le has preguntado? Si no lo has hecho, ¿lo harás?
- Si sabes estas cosas sobre tu esposa, ¿cómo estás administrando ese conocimiento? ¿Lo estás ignorando por perseguir tu propio placer o estás atesorando ese conocimiento y considerándolo superior a tus propias necesidades?