Recientemente el Papa Francisco, máxima autoridad de la Iglesia Católica Romana, publicó la primera entrega de su nuevo vlog, El Video del Papa, con el título “Diálogo Interreligioso”. En este corto, pero impactante video, el Papa dice entre otras cosas que “muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera”, para luego concluir afirmando que: “TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS”. Las reacciones de sectores dentro y fuera de la Iglesia Católica no se dieron a esperar ya que dicha declaración es interpretada como controversial, infame y hasta herética aun entre su propio círculo de feligreses y seguidores. https://www.youtube.com/watch?v=vdE_09bMMF4
Haciendo historia en el Vaticano
No es un secreto para nadie que el Papa Francisco llegó al Vaticano con una agenda que ha roto todos los esquemas históricos, y ha sentado un precedente jamás imaginado. Desde su entrada se dio a la tarea de implementar profundas reformas internas, consideradas por muchos como revolucionarias, y que ya lo perfilan como leyenda en los anales de la historia que ha de ser subdividida en lo adelante como “antes de” y “después de” el Papa Francisco. La Iglesia Católica estaba consciente del terreno que perdía y que como consecuencia debía reformarse y actualizarse para “competir” justamente contra las demás corrientes religiosas del momento. Parte de la agenda franciscana es hacer un llamado a un diálogo abierto en el que las distintas religiones y sus máximos representantes se aboquen a la concertación en búsqueda de aunar criterios y crear bases y mecanismos de cooperación y unificación bajo la sombrilla de la unidad y la concordia que, aunque no lleva título oficial ni declarado, sabemos que se trata de un llamado al ecumenismo.
¿Qué es el Ecumenismo?
Al hablar de ecumenismo hoy, nos referimos a los persistentes esfuerzos de parte de sus promotores de agrupar religiones, doctrinas y creencias, de permanecer unidos, como un solo pueblo, un solo cuerpo con un solo propósito. Los que se denominan ecuménicos hoy, suponen haber ignorado toda barrera doctrinal, teológica y denominacional para apertrecharse en un solo pelotón con la finalidad de adorar, alabar y servir con mayor fuerza y mayor alcance a Dios. A estos patentes esfuerzos le llamamos Ecumenismo Contemporáneo. De entrada, suena bonito, como un noble gesto y gestión para unificar la raza humana en un solo bloque, pero el serio problema con tal propuesta es que viola, atropella e ignora las advertencias y regulaciones bíblicas sobre el comulgar y tener comunión como iglesia/cristianos con personas incrédulas o con aquellos que «profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan» (Tito 1:16).
¿Quiénes son hijos de Dios?
La Biblia es clara en cuanto a que no todos somos sus hijos:
- “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios.” (Rom 8:14)
- “Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre.” (Jn 1:12)
Para ser hijo de Dios se requiere convertirse al cristianismo, convertirse al cristianismo requiere ser seguidor/discípulo de Cristo, ser discípulo de Cristo te califica como hijo de Dios. Por lo tanto, no eres hijo de Dios si no eres seguidor de Cristo de acuerdo a la definición y demandas del propio Cristo. Según el mismo Cristo, ¿quién califica como cristiano?:
- Uno que está dispuesto a seguirle (Jn 8:12; Mt 11:28)
- Uno que está dispuesto a abandonarlo todo, se niega a sí mismo y toma su cruz (Lc 9:23, 14:26-27; Mr 16:16)
- Uno que guarda sus mandamientos a cabalidad (Jn 14:21; 15:10)
- Uno que modela un estilo de vida y vive conforme y de acuerdo a los principios, estándares, llamado y demandas que el mismo Maestro establece (Lc 13:3-5; Mt 18:3; Jn 15:5)
Entonces hay un claro conflicto cuando el Papa declara que todos somos hijos de Dios. Mientras que Dios es el Autor de la vida de todo ser humano, no así se complace en llamar a todo miembro de la raza humana como sus hijos. Un ejemplo de ello lo vemos cuando Jesús reprende a los fariseos y les dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Jn 8:44). Ello automáticamente descarta que todos seamos hijos de Dios dado que no es ni siquiera técnicamente posible que seamos hijos del diablo e hijos de Dios simultáneamente. El mismo apóstol Juan se asegura de dejar bien claro las condiciones para considerarse uno. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn 1:12). A menos les recibas como tu indiscutible Señor y Salvador de tu alma y creas en Él como el Enviado de Dios a morir por tus pecados en la cruz del Gólgota, y que como resultado te libera de tus delitos y transgresiones, arrepintiéndote de tus pecados y depositando tu entera confianza en Él como tu Redentor, no tienes el derecho ni la prerrogativa de considerarte hijo de Dios, pero lo que es peor, Dios no te acepta ni te trata como hijo.
Entre mansos y cimarrones no hay unidad
Obviamente, el ecumenismo que el Papa trata de promover y concertar no es bíblico ni es aceptable porque trata de agrupar “mansos con cimarrones”, hijos verdaderos con hijos de las tinieblas. Así no puede ni debe haber unidad. Quiera el Señor, amigo lector, que tus ojos sean abiertos a la verdad de Su Palabra de modo que arrepentido te rindas a los pies de Jesús, el Hijo de Dios, quien hoy te extiende Sus brazos con la intención de compartir contigo Su herencia y adoptarte como hijo de Dios junto a Él.