Sexo en la pantalla grande: ¿Qué diría un cristiano victoriano?

[dropcap]D[/dropcap]urante algún tiempo he estado escribiendo artículos bajó el título «Sexo en la pantalla grande». Estos artículos abordan la moralidad de las escenas de desnudos y sexualidad en el cine y la televisión.  Si bien por mucho tiempo se ha asociado el sexo con la pantalla grande, solo en los últimos tiempos ha llegado a ser casi inevitable deducir que una nueva película o serie de televisión mostrará alguna escena sexual. Y mientras tanto, cada vez más cristianos están contentos con ver dichas escenas.

Mientras investigaba un proyecto no relacionado con este tema, me encontré con un interesante pasaje de un libro escrito en la época victoriana. Este autor se enfrentaba con un problema similar, aunque en un contexto diferente. A fin de cuentas, su trabajo fue publicado en 1880, una década antes de que se inventara la imagen en movimiento. Su preocupación no era la desnudez o la sexualidad en el cine, sino la desnudez y la sexualidad en las bellas artes —en pinturas y esculturas. Incluso entonces, el contexto no era el entretenimiento, sino la decoración del hogar. Él estaba preocupado por los padres que decoraban sus hogares con estatuas o pinturas que podían ser de tentación para los hijos. Algunos de sus consejos son pintorescos, pero algunos son sorprendentemente relevantes. Sigue leyendo y verás.

Pocos moralistas cristianos han tenido el valor de abordar la cuestión de lo que es modesto y puro en el arte. Se acostumbra a caracterizar como hipócrita cualquier crítica basada en razones éticas, o cualquier juicio de una imagen o estatua de la cual se considera su influencia moral. Pero como cristianos, estamos obligados a mirar todo desde un punto de vista moral. Una pintura puede tener un nivel muy alto como obra de arte, tanto en su concepción como en su ejecución, y sin embargo, puede ser una influencia hacia la impureza. Si es así, ¡no se debe colgar en la pared de ninguna casa! En el adorno de nuestros hogares, en tanto se refiere a las obras de arte, los cristianos no podemos pasar por alto este principio.

Incluso en 1880, la desnudez y escenas de sexualidad eran un asunto de preocupación y debate. Y aún así, la gente que creía que era un error mostrar tales cosas era considerada mojigata.

La exposición de figuras desnudas necesariamente ejerce una influencia perjudicial, especialmente en la mente de los jóvenes. La religión de Cristo es casta, y condena todo lo que esconde incluso la sugerencia más débil a la impureza. Cualesquiera que puedan ser, entonces, los méritos de las imágenes o estatuas como obras de arte, el verdadero refinamiento Cristiano debe fijar sus estándares en la línea de perfecta pureza. Los mismos principios que aplicamos a libros, al habla, y al comportamiento, ¡debemos aplicarlos resueltamente a la selección de cuadros para las paredes de nuestra casa!

Sé que este principio se niega. La gente nos dice que solo una imaginación lasciva ve impureza en una tela o mármol. Lo llaman mojigatería y citan el lema: «Es malo para el que piensa el mal», o el aforismo de la Escritura: «Para los puros todo es puro». Se burlan, también, acusándonos de ignorar el arte elevado y verdadero, y comienzan a charlar sabiamente sobre él frente a nosotros. La capacidad de escandalizarse, dicen, por una representación de la naturaleza simple, es evidencia de una imaginación perversa. Tales cosas se han dicho tantas veces, y se han burlado de la modestia a tal grado, que la gente pura y con alma delicada no se atreve a dar la impresión de estar conmocionada; piensan que deberían ser capaces de mirar cualquier cosa artística.

Estos argumentos suenan similares a los que escuchamos hoy en día cuando se considera la desnudez y el sexo en las películas. Se nos dice que una mente pura puede mirar sin pecado escenas impuras. Una señal de madurez cristiana es que puede mirar la desnudez y la sexualidad sin tentación y sin daño. He oído estos argumentos cientos de veces desde que comencé a escribir sobre el tema.

Ignorando por completo la acusación de mojigatería o de ser delicados en extremo, abogando por la máxima pureza en la influencia de los hogares en los que nuestros hijos están creciendo, debo reafirmar el principio de que nada de lo que es indecente en la vida real puede ser adecuado en el arte. No hay argumento que pueda sacarle la vuelta a las leyes de pureza perfecta que enseña la fe. La falta de modestia —por mínima que sea—, o la perversidad en cualquier imagen o estatua en un hogar, ¡no puede más que ejercer una influencia sutil para mal sobre la mente y el corazón de los niños! Admitimos este principio en referencia a todas las demás cosas. Creemos que cada sombra y cada belleza en el carácter de la madre imprimen su imagen en el alma del niño —que las canciones cantadas sobre la cuna se ocultan en los recovecos de la vida tierna, para cantarse a sí mismos de nuevo en los largos años por venir. Creemos lo mismo de cualquier otra influencia, ¿y no debemos creerlo respecto a los cuadros y estatuas, también?

Aquí el autor se vuelve a la necesidad de proteger a nuestros hijos de ver imágenes que no pueden procesar por su edad e inmadurez. Sin embargo, sus argumentos son igualmente aplicables a los adultos. Después de todo, «nada de lo que es indecente en la vida real puede ser adecuado en el arte». Esto es cierto sin importar nuestra edad.

Un hombre de Dios dijo que cuando era joven alguien le mostró una imagen perversa. La vio una sola vez y por solo un momento, pero nunca fue capaz de olvidarla, ¡y había dejado una mancha a lo largo de su vida!

Abogo por una más atenta y sincera consideración en esta cuestión moral en la decoración del hogar. Una gota de rocío en una hoja en la mañana refleja todo el cielo por encima de ella, ya sea azul y claro, o cubierto con nubes. De la misma manera, la vida de un niño refleja y absorbe en sí mismo lo que se proyecta sobre él en el hogar —¡belleza y pureza, o defecto y mancha!

Aquí, entonces, tenemos un argumento de una era completamente diferente. Tenemos que pasarlo de las estatuas a la pantalla, y de la decoración al entretenimiento. Pero ambas cosas se hacen fácilmente. Vale la pena considerar el punto.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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