¿Alguna vez has tenido de esos días que cuando llegas al final dices: «¿y en qué se me fue el tiempo?»? Es muy probable que sí. A todos nos pasa. Cuando somos muy jóvenes pensamos que el tiempo es eterno y que tenemos toda la vida por delante, así que no importa si malgastamos las horas. Luego, con el paso de los años, nos vamos dando cuenta de que la vida no era tan larga como parecía, los días cada vez nos resultan más cortos y por fin entendemos que las horas perdidas nunca regresarán. El tiempo malgastado será eso, malgastado. Sin embargo, Dios quiere que vivamos de manera diferente. Hace un tiempo meditaba sobre ese tema mientras leía 1 Corintios capítulo 9, específicamente el versículo 26: «Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire…» Meta, esa fue la palabra que llamó mi atención. Otras versiones la traducen como propósito. Ahora que estamos comenzando un nuevo año de seguro escucharemos a muchos hablar de metas y propósitos. También sabemos que, en la mayoría de los casos, cuando llega febrero la lista de dichas metas quedó solo en buenas intenciones, nada más. Pero ¿qué significa realmente para ti y para mí, que estamos en Cristo, vivir con propósito? Vivir con propósito es reconocer que, por encima de cualquier otra meta, hay una que es común para el pueblo de Dios: la gloria de Dios. Fuimos creados para alabanza de Su gloria, tal y como nos recuerda Pablo en Efesios 1:14. Todo lo que hagamos en nuestra vida debe tener como fin la gloria de Dios, es decir, que Él sea exaltado, que Él sea reconocido, que Él reciba el crédito y el aplauso. No se trata de ti ni de mí. El uso del tiempo Vivir con propósito es entender que Dios nos ha regalado una cantidad de días sobre la Tierra, cantidad que es diferente para cada cual, pero igual de importante. Por lo tanto, al igual que con los demás recursos que nos confía, el Señor espera que administremos bien nuestros días. Cuando vivimos con propósito el tiempo no se malgasta, se invierte. Me parece que Moisés, quien vivió en una época donde no había el apuro ni el estrés del siglo 21, también luchaba con el asunto del tiempo. Tanto así que mira lo que escribió: «Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmos 90:12).Esto es una oración, una súplica a Dios de parte de alguien que entendió que la vida es sumamente breve. Hay sabiduría en comprender esta verdad y luego actuar consecuentemente. Una persona sabia hace todo lo que esté a su alcance para vivir cada día no dando golpes al aire, es decir, sin perder o malgastar el tiempo. Pablo, cientos de años después de Moisés, también nos dejó esta advertencia: «Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Efesios 5:15-16). Aprovechar el tiempo no quiere decir sobrecargar cada minuto y segundo del día, quiere decir usarlos sabiamente, de acuerdo con las prioridades y capacidades que tengamos en cada momento. Amiga lectora, comenzamos un nuevo año, ¡una nueva década! Cada día es un regalo de 24 horas que Dios nos presenta, pero en gran medida lo que hagamos con esas 24 horas depende de nosotras, ¡corramos cada día con propósito! Por eso, quiero invitarte un poco a la reflexión, y lo haré de manera sencilla, mediante preguntas. ¿Una sugerencia? Responde por escrito, no lo hagas mentalmente. Al escribir podemos expresar mejor lo que estamos pensando, porque quedará plasmado y te servirá de referencia, y porque además es un ejercicio que tiene muchos beneficios para nuestro cerebro ¡y eso siempre es bueno! Ya sé que no a todas nos gusta escribir, pero si poco a poco desarrollas el hábito, verás que se hace más fácil y hasta puedes llegar a disfrutarlo. Hagamos pues un pequeño inventario del año que recién terminó. Quizá esto te ayude a comenzar de manera diferente el 2020: ● ¿Cómo creció tu relación con Dios en 2019? ¿Qué consideras, a nivel humano, que te ayudó a crecer? ¿Algo que creas que lo impidió? ● Con toda honestidad, ¿a qué dedicaste la mayor parte de tu tiempo en 2019? ● Si pudieras cambiar algo de 2019, y que no dependa de otros sino de ti, ¿qué sería? ● ¿Leíste algo en 2019, además de la Biblia? (¡Surfear la internet no cuenta!) ● ¿Tuviste alguna palabra o tema para tu vida en 2019? ¿Viste algún cambio como resultado? Ahora, luego de este sencillo «inventario», considera estas preguntas con respecto al año nuevo: ● ¿Qué quisieras hacer diferente este año? (No hagas una lista demasiado larga, piensa y quizá enfócate en unas tres cosas.) ● ¿Has escogido algún plan de lectura bíblica? (¡El versículo del día no es suficiente!) ● Pensando en que nuestra meta suprema es vivir para la gloria de Dios, ¿qué pudiera lucir diferente en tu vida cotidiana? ● ¿Qué cosas podrías eliminar de tu agenda para dar margen y tener más tiempo en la Palabra, más tiempo para crecer en el conocimiento de Cristo? ● ¿Cómo pudieras mejorar tus relaciones interpersonales (reales, no virtuales) en 2020? ● ¿Has considerado libros para leer en 2020? Si no eres una lectora ávida, ¡decide comenzar este año! Un pequeño paso a la vez. Escoge quizá un libro por mes. Leer es clave para crecer, para enriquecer nuestra mente, nuestro vocabulario y cultura general. Eso sí, escoge sabiamente tu lectura. No pierdas tiempo en lo que no edifica. ● Y, por último, si nunca lo has hecho, te animo a tener una palabra y versículo para el año. No es nada «mágico», simplemente pudiera ser un área en la que el Señor te muestre que necesitas enfocarte más, por ejemplo. Ora y busca su dirección en este aspecto. Mi oración es que en 2020 vivamos para la gloria de Dios y contando bien nuestros días, de manera sabia y agradable delante de Él. En Cristo tenemos todo lo que necesitamos para vivir de este lado de la eternidad, incluyendo cómo usamos las horas desde que sale el sol, hasta que se pone.