Hace un tiempo, Jared Wilson escribió un artículo titulado “3 cosas que debes cuidarte de decir al inicio del servicio”. En su artículo, ofreció algunos clichés comunes que se presentan al inicio de la reunión de adoración y que “vale la pena considerar en términos de su utilidad para la adoración de la congregación”. Estos eran: “¿Cómo están todos hoy?”; “No los escuché, dije: ‘¿cómo están todos?’”; y “¿Dónde está todo mundo?”. He escuchado los tres muchas veces y me imagino que tú también. Y estoy totalmente de acuerdo con Wilson en que, incluso si ninguno de ellos está objetivamente equivocado, tampoco parecen ser particularmente útiles. Podemos hacerlo mejor, y en su artículo él nos ofrece mejores alternativas.
Me gustaría considerar dos asuntos relacionados: ¿Por qué los pastores o líderes usan frases como estas? Y, ¿cuáles son las cosas más beneficiosas que los pastores o líderes pueden decir al comienzo de un servicio de adoración?

Por qué usamos estas frases
¿Por qué los pastores y líderes de adoración son tan propensos a soltar frases trilladas como estas al inicio de la reunión? Quisiera ofrecer algunas sugerencias.
Falta de relevancia. El inicio y el final del servicio de adoración pueden parecer los elementos menos importantes de nuestra adoración. Solo observa cuántas personas que pueden llegar a tiempo a la escuela, al trabajo, a los vuelos y a las citas médicas llegan a la iglesia 10 o 15 minutos tarde, y verás cuán a la ligera muchos feligreses consideran los primeros minutos de nuestras reuniones. Pero presta atención a los elementos de apertura y cierre, y verás que a menudo los pastores y líderes de adoración los tratan con la misma poca importancia.

Falta de preparación. El líder no se ha preparado cuidadosamente y en oración para dirigir esta parte de la reunión, así que simplemente dice lo que se le ocurre. Si bien todos los demás elementos están cuidadosamente planificados (especialmente las transiciones referentes a la entrada y la salida de la música, ya que ¡no puede tener tiempo muerto!), la apertura y el cierre a menudo parecen improvisados.
Hábito/imitación. Cuando el líder no trata esa parte del servicio de adoración con mucha importancia y no está bien preparado para dirigirla, es probable que deje escapar lo primero que se le venga a la mente, y lo que se le viene a la mente es probablemente lo que está acostumbrado a decir o lo que ha escuchado decir a otros en el pasado.

Incomodidad. Y también está el hecho de que abrir un servicio de adoración puede ser algo incómodo. En muchas iglesias, las palabras de apertura se dirigen a una congregación distraída que se mueve, conversa o simplemente se acomoda.
No es una tarea fácil llamar al orden en una reunión. Se necesita algún tipo de autoridad y confianza en uno mismo. La incomodidad con esta tarea muchas veces se manifiesta en frases trilladas o chistes malos (que diría que suelen estar relacionados con ese antiguo pecado que llamamos “temor al hombre”).
La realidad es que muchos líderes no les dan una importancia considerable a los elementos de apertura y cierre de sus reuniones y, por tanto, no se preparan adecuadamente para lo que dirán y no se protegen de manera adecuada contra la inevitable incomodidad que sentirán. El resultado son palabras o frases que podrían ser vacías, distraer o, simplemente, absurdas.

Lo que los cristianos necesitan
Mientras consideramos las cosas que decimos al comienzo de nuestros servicios de adoración (y cualquier otra cosa que te sirva de este artículo, ¡considera lo que dices al comienzo de tus servicios de adoración!), debemos reflexionar en lo que los cristianos realmente necesitan cuando se reúnen para adorar juntos. ¿Cuáles son las mejores y más beneficiosas palabras que un pastor o líder puede decir cuando inicia la reunión? ¿Qué le serviría de una mejor manera a las personas que se han reunido?

Para saberlo, debemos pensar bien sobre el lugar que ocupa la adoración colectiva en la vida cristiana. En los últimos años hemos escuchado mucho acerca de cómo todo en la vida debe ser adoración, y sin duda eso es cierto en un sentido. Debemos proclamar y mostrar el valor de Dios en todo momento y en todas las situaciones. Pero nuestras reuniones semanales representan un tipo especial de adoración. La iglesia reunida tiene una función y una responsabilidad única en la proclamación de la Palabra, en la dispensación de los sacramentos (u ordenanzas, si así lo prefieres), en el canto congregacional, en la oración pastoral y en el uso público de los dones espirituales.
Los elementos de apertura y cierre nos permiten “enmarcar” nuestros servicios de adoración. Nos permiten proclamar que estamos apartando un tiempo que es diferente a cualquier otro tiempo de la semana. Tradicionalmente, esto se hacía mediante un llamado a la adoración y una bendición. El llamado a la adoración tenía el propósito de invitar al pueblo de Dios a dejar de lado sus preocupaciones y responsabilidades diarias para poder dedicarse a un tiempo especial de adoración. La bendición tenía el fin de llamar a Dios para que bendijera a Su pueblo que regresaba a un mundo agotador. Estos elementos dividieron el servicio de adoración semanal, distinguiéndolo de cualquier otro momento y experiencia. Cumplieron un propósito clave, y creo que ya es hora de que los retomemos fielmente. (¡Felicitaciones para aquellas iglesias y tradiciones que nunca los abandonaron!).

El llamado a la adoración es un medio para reconocer que el pueblo de Dios viene a la iglesia cada semana cansado, seco y desanimado. La gente ha trabajado una semana más y necesita recordar el descanso que Cristo ofrece a sus almas cansadas. Han soportado otra semana de pruebas, tentaciones o persecuciones, y vienen sedientos, ansiosos de beber el agua de la vida y de ser refrescados por ella. Han caminado otros siete días de su viaje como personas quebrantadas y pecadoras y necesitan recordar quién es Cristo y quiénes son ellos en Él. ¡La iglesia es un asunto urgente! En lugar de que se les pregunte cómo están, los cristianos necesitan recordar quiénes son. En lugar de que se les pregunte dónde están, los cristianos necesitan que se les recuerde dónde está Cristo.

Si solo tenemos 75 o 90 minutos a la semana para lograr todo lo que la adoración corporativa puede y debe lograr, no podemos darnos el lujo de perder un minuto. Faltan otros miles de minutos antes de que la iglesia se reúna nuevamente el próximo domingo, entonces, ¿por qué no nos preparamos bien para poder aprovechar al máximo cada uno de ellos? El hecho es que el elemento de apertura de un servicio de adoración puede ser significativo o desperdiciado. Puede ser una ayuda o un estorbo. Tal vez esta es la pregunta que distingue a uno del otro: ¿esas palabras iniciales van a llamar la atención sobre el líder o sobre Cristo? ¿Elevarán los ojos de las personas para ver a su Salvador, o bajarán los ojos para ver al líder? A mi modo de ver, las primeras palabras que las personas escuchan cuando se reúnen para adorar, y las palabras finales que escuchan cuando se despiden para vivir en este mundo durante otra semana no deberían ser insípidas. De hecho, podríamos argumentar que deberían ser las más importantes de todas.
Publicado originalmente en Challies.