Las enseñanzas de Jesús en el “Padre nuestro”

Considerando las implicaciones, para el creyente, del Padre nuestro desde el Evangelio de Lucas.
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La traducción de la Biblia del Padre nuestro, es una de las porciones más conocidas de la Escritura en Occidente. Pero encontramos el Padre nuestro dos veces en los evangelios, una en Mateo (6:9-13) y otra en Lucas (11:1-14). Sin duda, Jesús hizo esta oración en múltiples ocasiones. Aunque las versiones de Mateo y Lucas son particularmente similares, hay muchísimas diferencias cruciales. La más obvia es la omisión de Lucas de “hágase Tu voluntad” y “líbranos del mal”. En este artículo, sin embargo, delinearemos dos de las diferencias más sutiles y veremos sus aplicaciones prácticas para nuestras vidas personales.

Antes de comentar sobre las características únicas del Padre nuestro en Lucas, examinaremos primero un denominador común entre las dos presentaciones de la oración (un punto que detallo en mi Handbook on the Gospels [Libro de mano sobre los evangelios]. Ambos evangelistas resaltan el nombre “Padre” al principio de la oración (Mt 6:9; Lc 11:2).

Padre nuestro

Esta apelación es rara, ya que los judíos no se dirigen a Dios como su “Padre”. El Antiguo Testamento primeramente habla de Dios como el Rey del pacto con Israel quien rige el universo y se dedica a guardar a Su pueblo. Esto explica por qué los nombres típicos son, por ejemplo, “Señor”, “Yahweh” y “Dios”. Y, aunque en algunas ocasiones el Antiguo Testamento presenta al Dios de Israel como Padre (Ex 4:22-23; Dt 1:29-31; 32:6; Sal 103:13-14; Pro 3:11-12; Is 63:16; 64:8; Mal 2:10), ese título aparece raramente.

En los cuatro Evangelios, por otro lado, el término preferido de Jesús para dirigirse a Dios es “Padre” (Mt 10:32; Mr 8:38; Lc 6:36; 11:13; 12:32; Jn 14:7, 21). ¿Por qué existe un cambio en el uso del lenguaje entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? Richard Bauckham argumenta que “puede ser que Jesús haya entendido que Abba era el nuevo nombre de Dios que correspondía al nuevo comienzo, al nuevo éxodo, al nuevo pacto que Dios comenzaba con Su pueblo” (Jesus: A Very Short Introduction [Una breve introducción], 67). Así como Dios le da a Israel un nombre distinto para sí mismo en el éxodo (Ex 3:14-15), ahora Dios recibe otro nombre en el segundo éxodo.

El término “Padre” entonces, incluiría no solo una nueva dimensión de intimidad, sino una nueva descripción del Señor de Israel. Dios, el Padre, ahora sería conocido por Su obra de redención en Su Hijo. El Padre nuestro entonces, está primeramente marcado por la plegaria a Dios para que continúe la fase escatológica en Su plan: el tan esperado segundo éxodo.

El término “Padre” entonces, incluiría no solo una nueva dimensión de intimidad, sino una nueva descripción del Señor de Israel. / Foto: Jhon Montaña.

Enséñanos a orar

Ahora que podemos apreciar la magnitud del Padre nuestro más profundamente, consideremos cómo es que Lucas enmarca esta oración. El Padre nuestro en Mateo (6:9-13) ocurre dentro del marco del Sermón del Monte (5:1-7:29), mientras que Lucas ubica el acontecimiento en el viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén (Lc 9:51 – 19:27).

Los tres Evangelios sinópticos incluyen el viaje de Jesús desde Galilea hasta Jerusalén, pero Lucas dedica más de un tercio de su narrativa a este viaje. Esta porción del Evangelio de Lucas está llena de parábolas y dichos difíciles. Las multitudes, y la audiencia de Lucas, deberían estar dispuestas a sufrir por el reino y a recibir al Mesías que sufre y lleva la maldición de Dios. El Padre nuestro, entonces, sirve como una guía para comunicarse con Dios, rogándole alcanzar Sus propósitos redentores en la vida de los creyentes, y solidificando el compromiso de cada uno para con Él.

Lucas dedica más espacio para la vida de oración de Jesús que cualquier otro evangelista (3:21; 5:16; 6:12; 9:18, 29; 22:41, 44). Jesús ora en momentos críticos de Su ministerio. De hecho, el pilar de Su ministerio se establece con una oración: encontramos a Jesús orando en Su bautismo en el río Jordán (3:21) así como en la cruz (23:46). Deberíamos asumir que los discípulos, como muchos otros judíos del primer siglo, habrían tenido una vida de oración robusta. Recitarían el Shemá (Dt 6:5-9) en la mañana y en la tarde, y a menudo orarían en sus sinagogas locales.

La primera mitad de Lucas 11:1 dice: “Aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de Sus discípulos: ‘Señor, enséñanos a orar’”. Este versículo nos da la impresión de que los discípulos notaron algo peculiar acerca de la vida de oración de Jesús. ¿Sería el momento en el que Jesús oraba? ¿Sería Su forma de orar? ¿Sería lo que Él oraba? ¿O, serían las tres cosas?

El Padre nuestro en Mateo (6:9-13) ocurre dentro del marco del Sermón del Monte, mientras que Lucas ubica el acontecimiento en el viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén. / Foto: Jhon Montaña

El pan de cada día

Cinco imperativos se encuentran en las descripciones del Padre nuestro, tanto en Mateo como de Lucas: “Santificado”, “venga”, “danos”, “perdónanos” y “no nos metas/dejes”. Los primeros dos mandamientos son bastante parecidos porque implican la expansión de la presencia de Dios a través del universo (Lc 11:2). Las tres peticiones restantes constituyen la manera en la que las primeras dos se llevan a cabo. Es decir, el pedido de provisión (11:3), perdón de pecados y liberación de la tentación (11:4), incluyen las responsabilidades de los discípulos en el reino en constante expansión.

El Evangelio de Mateo dice: “Danos hoy el pan nuestro de cada día” (6:11); de igual modo, Lucas dice: “Danos hoy el pan nuestro de cada día” (11:3). El uso de “cada día” (kath’ hēmeran) acentúa la radical dependencia de los discípulos de la provisión de Dios en sus vidas. La misma idea de confiar en la provisión de “pan” del Señor para Su pueblo trae a la memoria la primera tentación a Jesús en el desierto, donde el maligno tienta a Jesús para transformar una piedra en pan (Lc 4:3). Jesús se niega y luego cita Deuteronomio 8:3: “Escrito está: ‘No solo de pan vivirá el hombre’” (Lc 4:4). En Deuteronomio 8, el punto es que Israel debe ser totalmente dependiente de las promesas y la presencia vivificantes de Dios. Si Israel confía en Dios, entonces la nación entrará en la tierra prometida, “una tierra donde comerás [Israel] el pan sin escasez, donde nada te faltará” (Dt 8:9).

El Padre nuestro probablemente tiene en mente la tentación de Jesús en el desierto y Deuteronomio 8; un pasaje que, en cambio, mira en retrospectiva al trayecto de Israel por el desierto, y a la provisión de Dios de alimento diario con maná. Y por qué Jesús tuvo éxito en aferrarse a las promesas de Dios, no transformando la piedra en pan, tuvo victoria sobre el mal. El éxito de Jesús en el desierto empodera a los discípulos a conquistar el pecado y, en consecuencia, recibir el “pan de cada día” de parte del Señor.

En una palabra, la provisión diaria de pan que el Padre da a Su pueblo demuestra concretamente que han entrado espiritualmente en la tierra prometida de la nueva creación. Tal vez, entonces, esta frase funciona como un recordatorio continuo de la bendición infinita de Dios en nuestra vida.

La provisión diaria de pan que el Padre da a Su pueblo demuestra concretamente que han entrado espiritualmente en la tierra prometida de la nueva creación. / Foto: Unsplash

Perdona nuestros pecados

La oración en Lucas también contiene otro detalle único. El Evangelio de Mateo dice “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt 6:12), pero el Evangelio de Lucas afirma: “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben” (Lc 11:4). El perdón de pecados está exclusivamente relacionado con la obra intercesora de Jesús en la cruz.

Los profetas del Antigüo Testamento, especialmente Isaías, esperaban que Dios perdonara los pecados de Su pueblo al final de la historia; en un acto escatológico final de perdón, basado en el ministerio intercesor del siervo fiel (Is 43:25; 52:13-53:12; Jer 31:34; Miq 7:19). Lucas identifica a Jesús explícitamente como el siervo profundamente ansiado en Isaías (Lc 2:32 citando Is 49:6; Lc 22:37 citando Is 53:12). El perdón en el Padre nuestro, entonces, descansa en la muerte sacrificial de Jesús.

Debido a que los seguidores de Jesús se identifican por completo con Él, ellos son provistos de autoridad para garantizar “perdón” a otros. / Foto: Pexels

Maravillosamente, Jesús establece el Padre nuestro antes de Su obra en la cruz, pero debemos recordar que toda la vida de Jesús está orientada hacia asegurar el perdón de pecados en la cruz (Lc 3:3, 21; 5:20-24; 7:47-49; 24:47). Además, debido a que los seguidores de Jesús se identifican por completo con Él, ellos son provistos de autoridad para garantizar “perdón” a otros. Lo que es verdad del “siervo” es aplicable para Sus seguidores, los pequeños “siervos”.

Cuando oren, digan…

¿Cómo aplicamos estas verdades a nuestras vidas diarias?

Primero, pidiéndole a Dios que nos provea cada día con “el pan nuestro de cada día”, admitimos nuestra dependencia radical en Él, rogándole que termine lo que comenzó. Dios nos ha establecido inicial y espiritualmente en la tierra prometida de la nueva creación, pero aún esperamos la transformación completa de nuestros corazones y cuerpos.

Segundo, Jesús nos llama a pedirle a Dios siempre que nos dé Su perdón por nuestros pecados. Aunque Cristo haya muerto por nuestros pecados de una vez y para siempre, continuamente venimos al trono y rogamos Su perdón por los pecados que nos acechan. Además, Él nos manda a extender perdón a aquellos que nos han ofendido. Aquellos que han sido perdonados tienen conocimiento de primera mano de la necesidad del perdón, así que nunca deberíamos ser reticentes en perdonar a otros.


Este artículo se publicó originalmente en Desiring God.

Benjamin Gladd

Benjamin L. Gladd (PhD, Wheaton College) es profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Reformado. Ha escrito varios libros sobre teología bíblica, edita la serie Estudios esenciales en teología bíblica y forma parte del consejo editorial de Themelios.

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