Esta es la segunda parte de una breve serie de artículos sobre el siempre espinoso tema de la modestia. Estoy seguro de que esta no será la última palabra sobre el tema, y no puedo abarcar todos los aspectos, pero sí quiero que pensemos y hablemos sobre la modestia. Como mínimo, les daré algo con lo que estar de acuerdo o en desacuerdo, lo que suele ser una buena manera de estimular sus propios pensamientos. Gracias a todos los que han dejado comentarios y opiniones. Deberían empezar por la primera parte: La modestia importa. En el artículo anterior estudiamos Colosenses 2:20-23 para darnos cuenta que, como seres humanos pecadores, nos encanta hacer y romper reglas; cuando llegamos a áreas difíciles de la vida, podemos refugiarnos muy rápidamente en las reglas, y esto es exactamente en lo que se convierten muchas discusiones sobre la modestia. También vimos que el corazón de la modestia es vestirse de tal manera que muestre amor a los demás y traiga gloria a Dios, mientras que el corazón de la inmodestia es vestirse de tal manera que muestre amor propio y reclame la gloria para sí mismo. Hoy me gustaría empezar con 1 Pedro 3:1-4: Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar vuestra conducta casta y respetuosa. Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. En este pasaje, Pedro se dirige a un grupo muy selecto de personas: mujeres casadas cuyos maridos son seguidores de una religión diferente. Sabe que estas mujeres se enfrentarán a algunos desafíos muy específicos y les ofrece una guía muy precisa. Lo que tú y yo hacemos cuando leemos pasajes como éste es tratar de entender lo que el autor dijo a su audiencia original y luego aprender cómo podemos aplicar esos principios a nuestras propias vidas. Encontramos que los principios bíblicos tienen siempre una amplia aplicación. Hay tres cosas que me gustaría extraer de estos versículos. Hoy veremos las dos primeras y en el próximo artículo terminaremos con la tercera.

Todos queremos ser reconocidos

Lo primero que podemos extraer de estos versículos es lo siguiente: las personas pecadoras quieren hacerse notar. Pedro escribe: «Que adorno vuestro no sea externo: peinados ostentosos, uso de oro o vestidos». Recuerda la definición de modestia que propuse en el artículo anterior: La modestia es una virtud que muestra el amor a los demás y da gloria a Dios mediante una vestimenta adecuada. ¿Qué hacían estas mujeres que violaban esto? Probablemente se sobrevestían e iban a la iglesia para lucirse. Querían ser conocidas como mujeres hermosas, así que usaban ropa demasiado elegante para el contexto. Se arreglaban el pelo como para asistir a un acto de graduación en vez de para el culto. Sería como si nosotros nos presentáramos en la iglesia con un esmoquin o un vestido de graduación. Estaríamos exagerando para hacernos notar. Es importante que prontamente entendamos lo que Pedro no está diciendo aquí. No está diciendo a estas mujeres «no os arregléis el pelo y no llevéis joyas de oro», ya que de lo contrario también les estaría diciendo «no llevéis ropa». Lo que les está diciendo es que deben evitar que su adorno sea externo. Les está diciendo que no hagan que la principal muestra de su belleza sea un peinado elegante, unas joyas preciosas o una ropa de diseñador. Estas no deben ser las cosas por las que quieren ser conocidas y recordadas. Pedro reconoce que estas mujeres tienen el deseo de exhibir su belleza. Esto es algo bueno; Dios nos ha hecho para que valoremos la belleza y queramos exhibirla. Sabemos que la belleza es mejor que la fealdad. Pero Pedro sabe que estas mujeres se enfrentarán a la tentación de querer ser conocidas y recordadas por un tipo específico de belleza. Serán propensas a preocuparse más por su aspecto, por su pelo, por su ropa y por otras cosas externas. Por eso les dice que este tipo de belleza externa no es lo más importante. Es bastante sencillo ampliar este principio. Cada uno de nosotros puede tener la tentación de llamar la atención sobre sí mismo a través de lo que lleva puesto. Piensa en conocer a alguien por primera vez. Si sólo tienen unos minutos juntos, ¿cómo quieres que esa persona te recuerde? ¿Es importante que te conozca y te recuerde como la persona con estilo, con la ropa bonita, con el pelo bien peinado? Algunas mujeres, y quizás especialmente las jóvenes, quieren ser conocidas y recordadas como bellas. Algunos hombres son realmente guapos y quieren que se les conozca así. O tal vez quieran ser reconocidos como personas que visten bien, o como personas que visten mal, o como hipsters, o como cualquier otra cosa. En algún nivel, cada uno de nosotros puede enfrentarse a esta tentación de ser conocido, recordado y respetado por cosas externas. Y si cedemos a esta tentación, pronto empezaremos a actuar de acuerdo a ella.

La modestia quiere que Dios sea reconocido

La segunda cosa que podemos aprender de este texto es que la modestia quiere que Dios sea reconocido. Quiere que Dios sea glorificado. La modestia evita que las personas se distraigan con asuntos de menor importancia y, en cambio, les permite apreciar el carácter piadoso. Esto, a su vez, dirige la alabanza y el agradecimiento a Dios mismo. Pedro escribe: «Que vuestro adorno sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios”. Observen que utiliza la palabra precioso. Acaba de decirles que no construyan su belleza sobre joyas y ropas preciosas, y ahora habla de una clase diferente de preciosidad. Les dice que, aunque valoren esas cosas externas que parecen tan hermosas y atraen tanta atención, tienen que aprender a ver las cosas desde la perspectiva de Dios. Aunque Dios valora la belleza externa, valora mucho más la belleza interna. No hay nada que Dios valore más que el carácter piadoso, sus propios atributos mostrados en la vida de su pueblo. Este carácter piadoso muestra los rasgos que sólo Él puede ofrecer y, de ese modo, le da gloria a Él. Esta es la verdadera belleza. La más verdadera y mejor clase de belleza no se muestra a través de la ropa, sino a través de los rasgos del carácter piadoso, como la gentileza y el respeto, incluso ante las dificultades. Nos atrae lo exterior. Juzgamos un libro por su portada, una película por su cartel, una mujer por su maquillaje, un hombre por su traje. Pero a Dios le importa mucho más lo que se esconde en el interior. Pedro advierte a estas mujeres que se sienten atraídas por lo externo y quieren que la gente las juzgue en función de lo que llevan puesto, de cómo se peinan, de lo caras que son sus joyas. Les dice que necesitan reorientar su sistema de valores para que coincida con el de Dios. Puede que estén poniendo todo su esfuerzo en lo externo a costa de descuidar lo que es mucho más importante. Aquí hay dos advertencias. La primera es que estas cosas que parecen tan atractivas pueden ser en realidad fealdad disfrazada. La belleza sin piedad es fea. A Dios no le impresionan las ropas hermosas que enmascaran un corazón feo. La mejor, más verdadera y más rara belleza fluye del carácter piadoso. Nos distraemos y engañamos fácilmente, pero Dios no. La segunda advertencia es que estas cualidades que parecen tan atractivas son solo temporales. Una mujer puede ser absolutamente impresionante en este momento, pero basta con un accidente grave o una enfermedad que la desfigure para que todo eso desaparezca. ¿Y entonces qué? Entonces habrá una doble fealdad. Y aunque evite los accidentes y las enfermedades, no escapará a la lenta marcha del tiempo que inevitablemente hará declinar la belleza. Un hombre puede ser conocido por su sentido de la moda de diseñador, pero una caída estrepitosa de la bolsa de valores o una reducción de personal en el trabajo y puede que tenga que comprar en tiendas de segunda mano. ¿De qué le habrá servido en ese día? Pedro advierte que debemos procurar lo que es permanente y preocuparnos mucho más por la belleza interior que por la exterior. La belleza no es mala, sólo es temporal. Inevitablemente se desvanecerá y desaparecerá. Pero la belleza interior perdura a través de las pruebas, las circunstancias, la vejez y mucho más. He aquí una pregunta pertinente para todos nosotros: A la hora de la verdad, ¿quieres hacerte notar? ¿O quieres que Dios en ti se haga notar? Esta es una diferencia crucial entre la modestia y la inmodestia. Una quiere hacerse notar. La otra quiere que Dios se haga notar. Esta serie continuará (y creo que concluirá) en el próximo artículo.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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