Jesús quiere tu debilidad 

El sufrimiento me ha demostrado que mi fuerza no está en mí. 
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El sufrimiento me ha demostrado que mi fuerza no está en mí.  Los furiosos mares me han hecho aferrarme a la roca de mi salvación. Puedo decir con plena convicción: «Si el Señor no hubiera sido mi socorro, pronto habría habitado mi alma en el lugar del silencio. Si digo: Mi pie ha resbalado, tu misericordia, oh Señor, me sostendrá» (Sal. 94:17-18).   Dios me ha demostrado mi propia debilidad a través del dolor debilitante – la fibromialgia y la severa separación pélvica durante dos embarazos, así como años de anemia que causan fatiga brutal. Ahora no solo conozco mi debilidad, sino que la siento intensamente. En el último año, aunque había creído firmemente que era hora de un poco de alivio, Dios me trajo aún más bajo cuando se me diagnosticó un tumor de estómago, pasé por pruebas de seguimiento y me sometí a cirugía. 

El secreto del sufrimiento 

Como madre de dos niños en edad escolar, pasar por estas adversidades ha sido indescriptiblemente difícil. Pero durante este reciente susto de cáncer fue, tal vez, la primera vez en una década que enfrenté la aflicción sin ira, y sin necesidad de preguntar todos los «por qué». Por fin pareció que había adquirido cierta comprensión del secreto que el apóstol Pablo entendió, el cómo fue capaz de decir que «todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13). He aprendido que es posible enfrentarse a las aflicciones con un decidido y determinado contentamiento, pero no sin debilidad.  No sin debilidad.  Hubo un período de meses en el que me imaginé como un barco destrozado con un mástil torcido y un agujero rasgado a través de la vela. Ese barco era mi cuerpo, mi mente y mis emociones, los cuales gemían – crujiendo y oscilando con cada vendaval. No podía abortar el viaje, aunque quería hacerlo. Las palabras de un himno me hablaron en aquel tiempo de un Libertador fuerte y fiel.  Tu pobre, afligida, tentada alma, Con temores y dudas, y tempestades ¿Qué pasa si las olas se elevan y caen? ¿Y deshace tu nave? No está perdida; Los vientos y las olas, y los demonios pueden rugir, Pero Cristo te llevará a la costa.  Pero Cristo te llevará a la costa. 

Lo que no te mata 

Ser grande y admirable a través del sufrimiento, para tener una buena cara y nunca desmoronarse, nunca ha sido la meta de Cristo para nosotros. Tu vida y tu sufrimiento no son tanto para ti como lo son para Dios. La constante dificultad se trata de mostrar que Él es grande, admirable, fuerte, y digno de alabanza – no tú. Sin embargo, en tu debilidad, tú eres el recipiente en donde Su fuerza será experimentada y vista. Esta es una muy buena noticia para aquellos que están en una tormenta que sienten que están a punto de romperse.   En 2 Corintios 11:24-29 Pablo enumeró las distintas maneras en las que él había sufrido: azotes, naufragios, peligros, insomnio, frío, sed, hambre y la ansiedad diaria por las iglesias. Luego dice en el versículo 30: «Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad».  Él dice lo mismo en el capítulo 12 cuando habla del aguijón en su carne (2 Co. 12:5) y dice dos veces que era para «para impedir que me enalteciera» (2 Co. 12:7). Dios respondió sus oraciones por liberación diciendo: «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Co. 12:9).   El mundo dice: «lo que no te mata te hace más fuerte», pero Pablo dice que todas las cosas que intentaron matarte expusieron tus debilidades e incapacidades. Las pruebas de Pablo expusieron las debilidades que había en él que lo mantuvieron lejos de presumir de su entendimiento espiritual y sus experiencias. Pablo no está solo en esto. Más bien, esto es lo que Dios hace en nosotros a través del sufrimiento. Él nos hace sentir nuestra incapacidad y fragilidad.  Mis amigos, las debilidades de Pablo no fueron pecado porque él continúa diciendo: «Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por Cristo, pues, estoy contento en las debilidades» (2 Co. 12:9-10). Pablo no se jactaría ni se contentaría con el pecado, sino que él se contenta con las debilidades si estas lo hacen depender de la gracia y experimentar el poder de Cristo. 

Dios quiere tu debilidad 

Como dijo Charles Spurgeon una vez en un sermón, “Dios no necesita de tu fuerza: Él tiene más que suficiente poder. Él te pide tu debilidad: Él no tiene nada de eso, y anhela, pues, tomar tu debilidad y usarla como instrumento en Su poderosa mano. ¿No le rendirás a Él tu debilidad y recibirás de Su fuerza?” (MTP, 37: 331).  Escribo esto con la esperanza de aliviar una irrazonable carga que está sobre algunos, que piensan que sufrir de una manera piadosa significa no sentirse débil, ni llorar. Muchas lágrimas encuentran compañía con los santos de la Palabra de Dios, y con Jesús que ofreció “oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarle de la muerte” (He. 5:7).  Sin Cristo, sé que mi barco se hundirá, pero estoy tan agradecida de que en nuestra debilidad, encontremos un fuerte ayudante: «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna».  (He. 4:15-16).  El sufrimiento como cristiano ciertamente no significa ignorar o minimizar el nivel o las emociones de nuestro sufrimiento. No minimizamos las cosas que muestran el poder de Cristo, no, sino que los miramos directamente a los ojos y los llevamos al trono de la gracia, el trono de ayuda y curación, el trono de Jesucristo.  Artículo publicado en Desiring God | Traducido con permiso por María Andreina

Charlene Nelson

Charlene Nelson es ama de casa de dos hijas pequeñas y esposa de Brent, en Chilliwack, Columbia Británica. Ella también escribe en Come II Christ y Poestry Renascent.

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