¿Alguna vez le has pinchado el ojo a alguien? ¿O alguna vez te ha entrado una mota de polvo en el ojo y has aprendido que basta la más pequeña partícula de polvo para causar el dolor más intenso? La más pequeña partícula de suciedad tiene la capacidad de incapacitar al más grande y fuerte de los hombres cuando se aloja en su globo ocular. El ojo es frágil y precioso, y con razón lo protegemos de cualquier daño.
La niña del ojo de Dios
Hay varios lugares en las Escrituras donde Dios se refiere a Su pueblo como “la niña de Su ojo”, una frase encantadora que ha sido traducida y adoptada por el idioma español. La niña del ojo es el círculo oscuro, la pupila, la parte más tierna e importante. Es la parte que protegemos con el mayor de los cuidados.
En Deuteronomio 32 se hace referencia a Israel de esta manera. “[Dios] lo rodeó, lo cuidó, lo guardó como a la niña de Su ojo”. En el Salmo 17, David, desesperado por protección, le pide a Dios: “Guárdame como a la niña de Tus ojos; escóndeme bajo la sombra de Tus alas”. La frase aparece de nuevo en Proverbios y en Lamentaciones, y estos usos repetidos demuestran el amor que Dios tiene por Su pueblo. Del mismo modo que protegemos la pupila por ser una parte del cuerpo especialmente débil y vulnerable, Dios protege a su pueblo débil y vulnerable. El pueblo de Dios le ruega que lo proteja como protege Sus propios ojos.
Hay otra referencia que viene en los capítulos finales del Antiguo Testamento. Allí Zacarías profetiza y proclama: “Porque así dice el Señor de los ejércitos, cuya gloria me ha enviado contra las naciones que los despojaron, porque el que los toca, toca la niña de Su ojo» (Zac 2:9). Aquí Dios a las naciones que, si dañan a Israel, estarán efectivamente dañando a Dios: es como si le metieran el dedo en el ojo. Y del mismo modo que cualquier ser humano apartaría de un manotazo el dedo que intentara clavarse en la pupila, Dios apartaría de un manotazo al enemigo que intentara dañar a Sus elegidos. Dios se identifica tanto con Israel, lo ama tanto y se preocupa tanto por él, que es como la parte más preciosa y tierna de Su cuerpo.
Hoy en día, no tenemos que buscar mucho ni ir muy lejos para encontrar a personas que quieren hacer daño al pueblo de Dios. Ya no se trata del Israel étnico, sino de la iglesia que Dios ha llamado de todas las naciones, tribus y lenguas. Las leyes de muchos países, y cada vez más las de Occidente, se están volviendo contra el pueblo de Dios. Aquellos que aprueban tales leyes y aquellos que las hacen cumplir deben ser advertidos, están extendiendo un dedo hacia el ojo de Dios. E incluso donde las leyes no han sido militarizadas contra el pueblo de Dios, muchos individuos, muchas organizaciones y muchas políticas corporativas lo han sido. Aquí también, la gente debe saber y considerar que están metiendo el dedo en el ojo a Dios.
Cuidado con dañar la niña del ojo de Dios
Pero creo que hay otra aplicación que debería preocuparnos a ti y a mí. Tenemos que saber que cuando nos volvemos contra nuestros hermanos cristianos, cuando les herimos o les hacemos daño, cuando les menospreciamos o les insultamos, estamos pinchando a Dios en el ojo. Cuando exageramos sus faltas o disminuimos sus gracias, estamos extendiendo un dedo hacia Su pupila. Cuando los tratamos mal en vez de bien, cuando los derribamos en vez de edificarlos, cuando los maldecimos en vez de bendecirlos, somos como una arenilla en el ojo de Dios.
Y no debemos esperar que Dios se quede de brazos cruzados mientras dañamos lo que considera más precioso. No debemos esperar que Dios esté de acuerdo con tal violencia o que tolere durante mucho tiempo tal pecado. No debemos esperar a que se encoja de hombros con apatía mientras un dedo le pincha repetidamente el ojo.
Dios ama a Su pueblo: al pueblo que llamó y justificó, al pueblo que santificó y glorificó, al pueblo que le pertenece. Los ama y los protegerá. Así que estén advertidos. Estén advertidos cuando sientan la tentación de maltratarlos, estén advertidos cuando sientan la tentación de hacer o decir algo que los dañaría: Él protegerá a Su pueblo de la misma manera que ustedes protegen a su propia pupila. Porque ellos, porque nosotros, somos la niña de Sus ojos.
Publicado originalmente en Challies.