Expectativas irreales y gracia real: una mirada cristiana al noviazgo y el matrimonio

Muchos solteros hoy se exigen entre sí un nivel de madurez que solo llega después de años de caminar con Dios. ¿Cómo discernir lo esencial y dejar atrás expectativas irreales sin bajar los estándares bíblicos?
Foto: Envato Elements

Vivimos en una época donde la exposición constante a maestros, predicadores y jóvenes altamente capacitados, muchos de ellos con presencia visible en redes sociales, ha moldeado las expectativas que hombres y mujeres tienen acerca del matrimonio. Instagram, YouTube y los podcasts presentan ejemplos que, aunque valiosos, pueden crear estándares irreales sobre lo que un cristiano soltero “debería ser” antes de casarse.

Al ver a tantos hombres maduros, pastores experimentados o teólogos profundos, muchos jóvenes terminan estableciendo como requisito inicial aquello que en realidad es el fruto final de años de santificación. Pues, la Biblia enseña que el carácter piadoso crece de manera progresiva, no instantánea.

El mismísimo apóstol Pablo nos recuerda que el fruto del Espíritu es el resultado de una vida transformada (Ga 5:22-23), y Proverbios afirma que el camino de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Pr 4:18). Con esta luz bíblica, deseo ofrecer un consejo sencillo pero esencial: no confundas el resultado final del proceso con el punto de partida.

1. Expectativas irreales: cuando Instagram dicta nuestro ideal

Hoy, muchas jóvenes cristianas han creado, casi sin darse cuenta, un ideal de hombre imposible de alcanzar para alguien que recién está construyendo su vida. Esperan encontrar en un muchacho de veintitantos años la madurez pastoral, la profundidad teológica, la estabilidad económica y la trayectoria ministerial que normalmente pertenecen a cristianos que han pasado décadas caminando fielmente con Dios.

Muchas mujeres jóvenes levantan expectativas demasiado altas, esperando en un hombre cualidades que todavía están en proceso de formarse. / Foto: Unsplash

La influencia de redes sociales puede, sutilmente, llevarlas a pensar que todo hombre piadoso debería tener los rasgos de los predicadores que admiran. Pero nada de eso surge de manera espontánea. La madurez toma tiempo, lucha, servicio, corrección y experiencia. Es el Espíritu Santo quien, mediante los años y las circunstancias, moldea el carácter. Y muchas veces, ese proceso se consolida dentro del mismo matrimonio, cuando Dios utiliza la ayuda idónea como herramienta de crecimiento.

Las mujeres deben recordar que los hombres que hoy admiran no comenzaron su vida espiritual en ese nivel. Ellos también fueron (y siguen siendo) imperfectos, también cometieron (y siguen cometiendo) errores y también tuvieron que ser (y siguen siendo) pastoreados, corregidos y edificados. Idealizar a un hombre en base al resultado final de otros, es crear un estándar imposible para los jóvenes reales.

Idealizar novios con estándares de redes sociales solo trae frustración. La madurez espiritual no aparece de un día para otro: se forma con años, corrección, servicio y gracia. / Foto: Envato Elements

2. El paralelo necesario: lo que muchos jóvenes esperan de una mujer

De la misma manera, muchos jóvenes cristianos caen en la misma trampa. Esperan que una mujer soltera posea la madurez emocional, la sabiduría espiritual, la organización del hogar y la virtud profunda que suelen ser el resultado de años de caminar con Dios, muchas veces dentro del matrimonio. Algunos desean en una joven el carácter de una esposa experimentada, el consejo de una madre piadosa y la serenidad de alguien que ya ha pasado por múltiples pruebas.

Y, aunque lo anterior ya es una expectativa irreal, la situación se agrava porque vivimos en una cultura donde la pornografía ha distorsionado profundamente la forma cómo muchos hombres evalúan a una posible esposa, llevándolos a priorizar lo sexual y superficial antes que la piedad, el carácter y el servicio al Señor. Así, muchos se fijan más en lo que estimula sus deseos que en lo que edifica su alma.

Los hombres también pueden caer en la trampa: esperar de una joven la madurez y experiencia que solo se forman con años de caminar con Dios. / Foto: Unsplash

Al mismo tiempo, el feminismo contemporáneo ha debilitado en muchos, la convicción de que pueden liderar un hogar con amor y responsabilidad; algunos hombres temen incluso expresar intenciones serias de cortejo por miedo al rechazo o a las presiones culturales.

Pero ninguna de estas distorsiones justifica expectativas injustas. Ninguna mujer nace siendo todo lo que la experiencia forma con el tiempo. Dios moldea su corazón mediante la Palabra, la oración, la iglesia, las pruebas y la gracia. Del mismo modo que las jóvenes deben moderar sus expectativas hacia los hombres, los hombres deben moderar las suyas hacia las mujeres.

La mujer virtuosa de Proverbios 31 no fue siempre así; ese retrato describe la obra terminada del Espíritu, reconocida por su familia después de años. El carácter piadoso no precede necesariamente al matrimonio: muchas veces se refina o se forma dentro de él.

La madurez no aparece lista desde el principio. Dios forma el carácter con el tiempo, la Palabra, la iglesia y la gracia. / Foto: Lightstock/ Foto: Doidam10

3. El matrimonio como un proyecto de santidad

Una verdad que nuestra generación necesita recuperar, es que el matrimonio no es la unión de dos personas “terminadas”, sino de dos proyectos de santidad. No nos casamos con un ideal estático, sino con un creyente real, lleno de fortalezas, debilidades, heridas, aspiraciones y áreas que Dios aún está moldeando.

El matrimonio no es la unión de dos personas “terminadas”, sino de dos proyectos de santidad. / Foto: Unsplash

El matrimonio es un taller donde Dios pule el carácter de ambos cónyuges. Quien hoy es un líder sabio, un pastor humilde o un hombre estable, no comenzó así. Su esposa, con paciencia y santidad, fue parte de ese crecimiento. Quien hoy es una mujer madura, fuerte y virtuosa tampoco era así al inicio; fue formando su carácter a lo largo de los años, en las pruebas y en la gracia. Cuando entendemos esto, dejamos de evaluar a la persona por su estado presente y comenzamos a mirar su dirección espiritual.

Santiago 1:4 nos recuerda que la perseverancia debe tener su obra completa para que seamos perfectos y cabales, sin que nos falte nada. Ese proceso no sucede antes del matrimonio, sino durante el matrimonio.

El matrimonio es un taller donde Dios pule el carácter de ambos cónyuges. / Foto: Unsplash

4. Lo que una mujer sí debe buscar en un hombre

Aunque las expectativas irreales deben ser descartadas, esto no significa que las mujeres deban ignorar los principios fundamentales de la Escritura. Una mujer piadosa no debería unirse a un hombre perezoso, inmaduro, lujurioso o indiferente a la iglesia. Sin embargo, necesita reconocer qué es verdaderamente importante y qué no lo es.

Aunque haya que dejar atrás expectativas poco realistas, las mujeres no deben pasar por alto los principios que enseña la Biblia. / Foto: Lightstock

Si una mujer encuentra a un hombre que ama sinceramente a Dios, que honra Su Palabra, que sirve a la iglesia dentro o fuera, que trabaja con responsabilidad y que sabe pedir perdón y concederlo, entonces ha encontrado a un verdadero creyente. Estas cualidades hablan de un corazón regenerado, y allí está la semilla de un gran futuro espiritual. Pero un hombre así todavía tendrá áreas inmaduras, especialmente si es joven. Su carácter está creciendo, no culminado. En lugar de verlo como un “no está listo”, una mujer madura debe discernir si está llamada a caminar a su lado en ese proceso, sabiendo que Dios completará la obra que comenzó en él (Fil 1:6).

Admirar espiritualmente a ese hombre y reconocer que su influencia la anima a acercarse más a Cristo es una señal importante. Sin embargo, también debe evaluar con sabiduría si está dispuesta a abrazar el llamado de ayudarlo a crecer, tal como la Escritura describe la misión de la ayuda idónea (Gn 2:18).

Una mujer debe buscar a un hombre que ame a Dios y esté creciendo, recordando que el carácter no llega completo sino que Dios lo forma con el tiempo. / Foto: Lightstock

5. El peligro de descalificar según estándares personales

Vivimos en una generación de mujeres altamente capacitadas, educadas y desarrolladas intelectualmente. Esto es motivo de gratitud, pero también puede convertirse en una fuente de expectativas irreales. Algunas mujeres rechazan a hombres piadosos porque no poseen un liderazgo visible, carismático o público. Consideran poco atractivo al hombre introspectivo, calmado o reservado, aunque sea profundamente piadoso. Esperan un líder fuerte, imponente y altamente activo, sin considerar que el liderazgo bíblico muchas veces se expresa en mansedumbre, paciencia y constancia.

Jesús, el Modelo perfecto, se describió a Sí mismo como manso y humilde de corazón (Mt 11:29). Tal vez Dios desea dar a algunas mujeres un hombre cuyo liderazgo provenga de la serenidad, la paz y el equilibrio, no de la plataforma o de la notoriedad. Rechazarlo porque no cumple con un estándar personal, no bíblico, puede ser una forma sutil de orgullo. La pregunta no debería ser si ese hombre cumple con mis ideales, sino si cumple con los criterios de Dios.

Al pensar en el noviazgo, no se trata de buscar a alguien que cumpla mis ideales personales, sino a alguien cuyo carácter y vida muestren lo que Dios valora. / Foto: Lightstock

6. El estándar correcto: bíblico, no cultural ni emocional

El problema no es tener estándares, sino tener los estándares equivocados. Dios mira el corazón (1S 16:7), no la plataforma, la elocuencia, los logros o la visibilidad. Por eso, la invitación es a buscar primero el carácter espiritual, no la estética del liderazgo. Las mujeres deben orar para que Dios les permita discernir lo esencial: un hombre que ama a Dios, ama Su Palabra, sirve a Su iglesia —sea de manera pública o silenciosa—, trabaja con responsabilidad y sabe arrepentirse.

Las mujeres deben orar para que Dios les permita discernir lo esenciales un hombre. / Foto: Lightstock

Lo mismo deben hacer los hombres respecto a las mujeres. El estándar bíblico es claro: el verdadero valor está en el carácter, no en la imagen. Todo lo demás puede desarrollarse y fortalecerse dentro del pacto matrimonial bajo la obra del Espíritu Santo.

Además, debemos recordar que todos envejecemos y nuestro cuerpo se deteriora con el tiempo. Construir un matrimonio sobre la base de lo físico o lo sexual no es amor, sino una búsqueda de placer momentáneo que no resiste el paso de los años, las enfermedades ni las pruebas. La belleza física es pasajera, pero el carácter piadoso permanece y embellece con el tiempo (Pr 31:30).

Un hogar no se sostiene por la apariencia, sino por la gracia de Dios formando fidelidad, servicio y amor sacrificial. Eso es lo que realmente mantiene un matrimonio firme a lo largo de la vida.

La apariencia pasa, la plataforma también, pero el carácter piadoso permanece y sostiene un matrimonio a lo largo de la vida. / Foto: Lightstock

7. El engaño de las imágenes ideales

Aunque ya no vivimos bajo las fantasías de Hollywood, sí vivimos bajo la influencia de Instagram, donde vemos parejas perfectas que cantan juntas, hacen podcasts, viajan, escriben libros o sirven en ministerios con gracia y armonía. Bendecimos a Dios por su vida y testimonio. Pero esas escenas son ventanas de segundos, no la vida real.

El matrimonio real es profundamente más complejo, demandante y glorioso. Es compromiso, pacto, servicio y santificación. Es ver a la otra persona en sus peores y mejores momentos, perdonar continuamente, soportar cargas, animarse mutuamente, enfrentar pérdidas, celebrar victorias y crecer juntos. No es un video de un minuto, ni una canción de tres minutos, ni una transmisión en vivo de treinta minutos. Es una historia de décadas escrita por la gracia de Dios entre dos creyentes imperfectos que se aman en el poder del Espíritu.

El matrimonio real es profundamente más complejo, demandante y glorioso. Es compromiso, pacto, servicio y santificación. / Foto: Unsplash

El matrimonio como reflejo de Cristo y Su Iglesia

El matrimonio cristiano no se construye sobre la perfección, sino sobre el pacto. No sobre expectativas irreales, sino sobre gracia, humildad y dependencia de Dios. Cuando un hombre y una mujer se unen, se comprometen a reflejar en la tierra el amor de Cristo por Su iglesia (Ef 5:25-27).

Ese amor es sacrificial, constante, perseverante y profundamente transformador. No busca perfección instantánea, sino fidelidad progresiva. Si ambos tienen el Espíritu Santo, no hay dificultad imposible ni proceso demasiado grande. Dios usará la vida matrimonial para perfeccionar lo que Él comenzó (Fil 1:6).

Por eso, no busques un producto terminado, sino un creyente auténtico. No exijas lo que solo los años producirán. Ora, discierne y confía en que Aquel que comenzó la buena obra será fiel para completarla.

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Martín Manchego

Martín Manchego

Martín Manchego posee una licenciatura en Estudios bíblicos, Artes y Humanidades de Texas Baptist College, y una maestría en estudios teológicos del Southwestern Baptist Theological Seminary. Sirve como pastor en la Iglesia Bíblica Gracia y Verdad en Miraflores, Lima. Además es compositor del álbum “Perfecto Salvador” y dirige un canal propio en YouTube, en el cual comparte devocionales, entrevistas, canciones, audiolibros y reseñas de libros. Está felizmente casado con Denisse.

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