¿A quién acudes en los momentos de decisión? ¿A qué o a quién vas en busca de ayuda cuando tienes que elegir entre dos caminos?
Vivimos la mayor parte de nuestras vidas de forma impulsiva, sin detenernos a reflexionar sobre una opción u otra. Pero a veces llegamos a momentos de decisión. Puede ser algo tan pequeño como una petición de ayuda a un miembro de la iglesia o un mensaje de texto que te informa que un amigo está en apuros. Te detienes, aunque sea brevemente, a reflexionar: ¿dedicaré mi tiempo y energía a ayudar o tengo una buena excusa para declinar amablemente la petición?
En esos momentos, ¿dónde buscas claridad? Específicamente, como cristianos, ¿qué podemos poner ante nuestras mentes y corazones para guiarnos en estos momentos de decisión?
El final de Hechos 20 nos da no solo una forma cristiana de proceder, sino lo que podríamos llamar un enfoque cristiano hedonista. ¿Podría ser que la mejor de las decisiones sea también la más bendecida?
Recuerda estas palabras
Si estás leyendo una Biblia con letras rojas, es de esperar que los evangelios tengan mucho rojo, pero no el libro de los Hechos. La mayor parte de Hechos es en blanco y negro, con algunas excepciones de Jesús hablando a los discípulos antes de Su ascensión, a Pedro desde el cielo en una visión y a Pablo en el camino de Damasco. Allí encontramos algunas salpicaduras de rojo. Pero Hechos 20 es un lugar extraño para el color.
Este es el último testamento de Pablo a los pastores-ancianos de Éfeso. Se dirige a Jerusalén, anticipando que no volverá a verlos. Pablo les da un discurso de despedida rico y conmovedor (Hch 20:18-35), que culmina, sorprendentemente para muchos lectores, con letras rojas.

A medida que su mensaje llega a su fin, Pablo les recuerda su propio trabajo duro, que ellos mismos observaron, y que quiere que sea un modelo para ellos:
En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch 20:35).
“Más bienaventurado” —¡más feliz!— “es dar que recibir”. Esta es una lógica sorprendentemente hedonista. ¡Qué palabra de despedida para dejar en un momento tan conmovedor!
Pablo no solo cree en esta verdad, vive según ella y la cita a otros, sino que añade que estos líderes de la iglesia deben recordarla explícitamente. Es decir, traerla a la mente y seguir haciéndolo. Dejar que te guíe y te motive. Acude a ella en los momentos clave de decisión. Este es el tipo de verdad que merece ser recordada. Así que, sé consciente de ello y repasa regularmente esta realidad, para que puedas vivir de acuerdo con el camino sobrenatural y las palabras de Jesús, en lugar de vivir como una persona natural.
El instinto humano natural es: seré más feliz si recibo, en lugar de dar. Pero Jesús enseña otro cálculo.

No se ruboriza al hacer promesas para los que dan
No podemos decir con certeza si esta frase en particular es propia de Jesús o si es la perspicaz captura de la ética de Cristo por parte de Pablo. Sin embargo, lo más importante, sin importar quien la haya captado, es reconocer que este es claramente un buen resumen de la enseñanza de Jesús. Así es como enseñaba Jesús. Este es, en forma resumida, el espíritu de los llamamientos habituales de Cristo.
C. S. Lewis, por ejemplo, comenta las “promesas de recompensa sin rubor” de Jesús a lo largo de los evangelios. Dar a los demás, dice Jesús, y recibirás de tu Padre que está en los cielos. Da en la tierra, enseña, y recibirás del cielo. Da de tus posesiones terrenales y temporales, y recibirás una posesión celestial y eterna. El núcleo de Su llamado es este: recibes más al dar que al recibir. O ampliado ligeramente: recibes más (de Dios) al dar (a los demás) que al recibir (de los demás).

Ya sea que Hechos 20:35 sea una cita de Cristo o un resumen de Pablo (o Lucas), veamos en el Evangelio de Lucas por qué esto coincide tan bien con la ética de Cristo. Cuatro pasajes y promesas aparecen rápidamente a la vista.
1. Dios te dará más
Den, y les será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en sus regazos (Lc 6:38).
En este contexto, Jesús ha instruido a Sus discípulos sobre cómo deben tratar a los demás, y luego cómo serán tratados por “el Altísimo”, que es “su Padre”. Versículo 37: “No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados”. El modelo de Jesús es el siguiente: tratar bien a los demás en la tierra, con una visión explícita del beneficio que viene del cielo.
La ética de Cristo no es, claramente, la ética humana natural que dice: “Trata bien a los demás y ellos te tratarán bien a ti”. Él niega expresamente eso en el versículo 34: “Si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad”. Más bien, Jesús dice: “Antes bien, amen a sus enemigos, y hagan bien, y presten no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande” (versículo 35).
El “mérito” (en griego, charis) al que Jesús hace un llamado explícito no es lo que otros harán por ti a cambio, sino lo que tu Padre celestial será y hará por ti. Das a los demás, sin esperar nada a cambio de ellos, porque buscas la recompensa que recibirás de Dios. Oh, tú buscas una recompensa, pero no del hombre, sino de Dios. Y cuando Dios da, no se detiene. No toma atajos. Él es un dador alegre y generoso: ¡“Buena medida, apretada, remecida, rebosante”!

2. Dios da un tesoro que no fallará
No temas, rebaño pequeño, porque el Padre de ustedes ha decidido darles el reino. Vendan sus posesiones y den limosnas; háganse bolsas que no se deterioran, un tesoro en los cielos que no se agota, donde no se acerca ningún ladrón ni la polilla destruye. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón (Lc 12:32-34).
Aquí está el mismo espíritu y la misma línea de razonamiento hedonista y sagrada: a medida que vacías tus bolsas de dinero terrenales, envejecidas y robables, dando a otros necesitados, obtienes bolsas de dinero [celestiales] que no envejecen, un tesoro que no puede ser robado por ladrones ni destruido por polillas.
De nuevo, encontramos dos direcciones de dar en la enseñanza de Jesús: (1) Su pueblo da a otros necesitados; (2) su Padre da a Su pueblo. Tú das de tus posesiones limitadas a los necesitados, y recibes de la generosidad ilimitada de tu Padre, y recordar que lo segundo motiva lo primero. Sabiendo que tu Padre lo tiene todo, y que lo que tiene no puede ser robado ni destruido, y que Él da felizmente a Sus hijos, te liberas de acumular y aferrarte a las posesiones terrenales.
El atractivo es claramente hedonista: dar a los necesitados, recordando a tu Padre que no tiene necesidades. Y tu Padre se preocupa por Su rebaño pequeño y, por lo tanto, te libera para que te ocupes de los demás, y al dar a los demás, acumulas provisión y bendición de Dios. Eres más bendecido, dice Jesús en efecto, al dar a los demás y así recibir de tu Padre en el cielo.

3. Dios te hará feliz
Antes bien, cuando ofrezcas un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, y serás bienaventurado, ya que ellos no tienen para recompensarte; pues tú serás recompensado en la resurrección de los justos (Lc 14:13-14).
Este pasaje se acerca más a Hechos 20:35 que cualquiera de los otros. Tenemos el llamado de Cristo a dar, la promesa de recompensa y el lenguaje de ser “bienaventurado” (por Dios). No se trata del bienaventurado de ser alabado (eulogētos), sino del bienaventurado de ser feliz (makarios). Cuando das a los demás y ellos no pueden devolverte el favor, Dios te hará feliz. Él te recompensará al final, y saberlo nos hace felices no solo entonces, sino ahora.
Una profunda visión del corazón de la ética de Jesús viene con la mención de dar a otros que no pueden devolverte el favor. La forma natural, humana y menos feliz es dar a otros que te devolverán el favor. Te recompensarán, ojo por ojo. Tienes tu recompensa y dejas sin explotar los infinitos recursos de gozo del cielo y la eternidad.
Pero la forma sobrenatural, divina y más bendecida es dar a otros que no pueden devolverte el favor. Porque entonces sabes que tu corazón ha sido verdaderamente hedonista, cristiano hedonista. Tu corazón ha mirado a las majestuosas recompensas del cielo en lugar de a los mezquinos reembolsos de la tierra. Y tu Padre celestial nunca ha dejado de hacer un solo pago en Su libro de contabilidad. Él te recompensará. En Su perfecta justicia, te recompensará con todo lo que mereces, y en Su asombrosa gracia, te colmará con mucho más de lo que mereces. Serás mucho más feliz si recibes Su recompensa que si te pagan tus semejantes.

En otras palabras, tu Padre celestial, que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo justifica y todo lo bendice, no dejará que ningún acto en nombre de Su Hijo quede sin recompensa, por muy oculto que esté en esta época. Los libros serán abiertos. El mundo lo sabrá. Cristo será honrado. Y nuestro Padre celestial colmará a Sus hijos con todo el bien que se les debe justamente, y luego mucho, mucho más. Incluso el que dé un vaso de agua fría en nombre de Jesús “no quedará sin recompensa” (Mt 10:42). Cuánto más el que dé un banquete a los necesitados.
4. Dios te recibirá en su propia casa
Por último, Lucas 16:9 puede ser la más desconcertante de todas. Jesús cuenta la parábola de un “mayordomo infiel” que utiliza astutamente su acceso temporal a la riqueza para asegurarse el favor una vez que se le quite su mayordomía. Jesús reconoce su maldad, pero se arriesga a extraer esta lección hedonista para Sus discípulos:
Pero Yo les digo: háganse amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando les falten, los reciban en las moradas eternas (Lc 16:9).

Ya hemos visto esta lógica antes, aunque no haya sido tan provocativa. Nuestras posesiones en la tierra son tan fugaces; ¡tan pronto nos fallarán! ¿Por qué aferrarse a ellas con fuerza y arruinarse, cuando podrías usar la mayordomía que tienes por ahora para “[hacerte] amigos” de Dios Todopoderoso, quien te recibirá en Su morada eterna?
Es un llamado hedonista. Aferrarte ahora a las posesiones terrenales no te hará profunda y duraderamente feliz. ¿De verdad quieres ser feliz? Suelta un poco lo que sujetas. Regala tus cosas terrenales, no para que puedas recibir a cambio de tus semejantes, sino para que puedas recibir ahora y para siempre de tu Padre en el cielo, y un día venir como invitado, y como hijo, a Su propia casa que es el cielo.
Tu Padre te recompensará
“Más bienaventurado es dar que recibir” es un maravilloso resumen de la ética de Jesús. Pero ¿cómo puede hacerse tangible en nuestros propios momentos de decisión?
Cuando te enfrentes a la oportunidad de dar, piensa como un hedonista, un hedonista cristiano. Eso es lo que Jesús quiere que hagamos. Eso es lo que hizo el propio Pablo, y lo que quiere que hagamos nosotros (como deja explícito con la palabra recuerda).
Así que, muy prácticamente, llegas a un momento de decisión. Oyes hablar de alguna necesidad. El amor cristiano llama. Puedes pensar en todo tipo de razones carnales para decir que no. Y puedes inventar razones carnales para decir que sí. En ese momento, Jesús y Pablo nos piden que dirijamos nuestra mente a las promesas de Dios: Él dará más de lo que tú das, garantizado. Él da un tesoro que no fallará. Él te hará feliz para siempre, y en medida, incluso ahora. Y, al final, incluso te recibirá en la generosidad divina de Su propia casa.
¡Qué promesas de recompensa tan descaradas! Toma una de ellas, ponla en práctica y actúa con fe. O simplemente acude a ese perspicaz resumen de cristiano hedonista de Hechos 20:35: “Más bienaventurado es dar que recibir”.
Publicado originalmente en Desiring God.