El llamado a los hombres para gobernar y liderar en su casa

Una de las mayores necesidades que las esposas e hijos tienen —sobre todo en nuestra incesante y despistada época— es la atención, contracultural, de papá.
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Las vidas de los hombres solteros modernos, distraídas y a menudo sin reflexión, pueden ser suficientemente preocupantes. Luego, la seriedad del problema se eleva cuando se dice: “Acepto”. Y aún más cuando se traen niños al mundo. Una de las mayores necesidades que las esposas e hijos tienen —sobre todo en nuestra incesante y despistada época— es la atención, contracultural, de papá. Quizás la atención humana nunca ha sido tan valiosa. Hoy, las grandes corporaciones del mundo ya no compiten por petróleo, sino por la atención humana. Y cuando la atención es corta y escasa, emerge una nueva tragedia para esta era, y es, la de padres distraídos. En la iglesia, su analogía de la era digital: pastores distraídos. Requisitos para los hombres cristianos “Que gobierne bien su casa”. El Cristo resucitado, a través del apóstol Pablo, hace exigencias claras a cualquier oficial en la iglesia, ya sea pastor o diácono (1 Tim. 3:4-5,12). Sin embargo, como es evidente para el resto de los requisitos del liderazgo, estas características no tienen por intención separar a los líderes de la congregación, sino hacerlos “ejemplos de la grey” (1 Pd. 5:3) del llamado de cada cristiano. Cristo quiere que estos atributos sean ciertos en todos nosotros por lo que es esencial que sean modelados, como mínimo, en el liderazgo. Por extensión, Cristo desea que cada padre “gobierne bien su casa”. Este requisito de “que gobierne bien su casa” forja una especial relación, con otros, entre el liderazgo de la iglesia y la labor domestica de esposo y padre. ¿Por qué debería un pastor ser alguien que gobierne bien su casa? “Pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1 Tim. 3:5). Tal atención cariñosa está en el corazón de pastorear —tener cuidado (1 Tim. 4:16; Heb. 13:17) y prestar especial atención (Hch. 20:28)— y en el corazón de la labor de padre. Aprender a ser un hombre cristiano va en dos direcciones: Los pastores primero aprenden a liderar en el hogar, y los padres aprenden de los pastores a “apacentar la grey” (1 Pd. 5:2) de sus hogares. Durante su turno, los salvavidas no deberían ser hipnotizados por un Smartphone. Tampoco debería suceder algo similar con los pastores al cuidar el rebaño. Y si tal es el caso con las ovejas, ¿Cuánto más serio es para un padre luchar contra la distracción por el bien de su esposa e hijos? Los hombres cristianos en su propia casa Dos veces en 1 Timoteo 3:4-5 Pablo dice “su propia casa”, no solo “casa”. Al hacer esto, él está indicando una distinción entre la casa del hombre y la iglesia, la cual es la casa de Dios (1 Tim. 3:15; Ef. 2:19; 1 Pd. 4:17). Los pastores son representantes de la casa de Dios, y al ser llamados como tal, deben gobernar sus propias casas de buena manera como un prerrequisito. Nuestras familias, entonces, son nuestro primer pastorado. Si nuestras familias están siendo lideradas de manera pobre —exponiendo algunas fallas profundas en nuestro liderazgo, ya sea por descuido o simple incapacidad—, no tiene sentido hacernos líderes en la iglesia y multiplicar los efectos de esas mismas fallas profundas en la familia de Dios. Los vacíos evidentes en el liderazgo doméstico no necesitan extenderse a la iglesia. Además, si nuestra familia ya necesita de nosotros, mejor no quitar la atención del padre del hogar. Incluso en el otro lado de la ordenación, como Thabiti Anyabwile comenta, “Pablo advierte contra los hombres que podrían estar demasiado preocupados con los asuntos de la iglesia y poco interesados con lo que está ocurriendo bajo su propio techo”. Su propia casa, entonces, es un terreno de prueba, de modo regular, para liderar en la iglesia. ¿Cómo “gobiernan” los hombres cristianos? ¿Qué significa, entonces, para un hombre el “gobernar bien su casa”? En otra parte del Nuevo Testamento “gobernar” (proistēmi) puede ser traducido “dirigir” (Ro. 12:8) o “presidir” (1 Tes. 5:12; 1 Tim. 5:17). Tal “dirección”, para uno, requiere cuidado, y descarta la negligencia. Dios llama por igual a padres y pastores a ser, como mínimo, sensibles a las necesidades de aquellos a su cargo. Pero “dirigir” también implica más que mera sensibilidad. El liderazgo involucra una medida (en realidad, una creciente medida) de iniciativa y proactividad. La buena iniciativa progresa con el tiempo, en vez de retroceder, en el espectro desde la mera sensibilidad hacia la proactividad. El liderazgo conlleva “ir adelante” mental y emocionalmente: pensando en el futuro, planificando con anticipación y tomando la iniciativa. El liderazgo cristiano, entonces, es formado y moldeado por el ejemplo de Cristo, que no se “enseñoreó” de Su pueblo, sino que dio Su propia vida por el bien eterno de ellos (Mr. 10:42-45). Así que, nosotros también, padres y pastores, no debemos ser dominantes con nuestra autoridad dada por Dios, sino amables. Usamos la autoridad para edificar, no para destruir (2 Cor. 13:10). Ni para fines privados ni egoístas, sino sacrificiales, para el bien de toda la casa. Los buenos padres —y los buenos pastores—, de manera habitual prefieren incomodarse ellos mismos por el bien de su rebaño, que asumir lo que les convenga. Asumen el costo por la ganancia de la casa, en vez de buscar una ganancia personal. Hombres cristianos, cuiden sus hogares Tenemos otro verbo en 1 Timoteo 3:5 que ayuda a explicar lo que Pablo tiene en mente con “gobernar” en este contexto: “cuidar” (epimedeomai). Dios llama a los padres y a los pastores a cuidar su rebaño, lo cual confirma la visión formada en Cristo de Marcos 10:42-45. El único otro lugar en el Nuevo Testamento donde este verbo “cuidar” aparece (dos veces) es en la parábola del buen samaritano: “Y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: «Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré»”  (Lc. 10:34-35). Este tipo de cuidado por otros —con energía y gentileza, fuerza y compasión, diligencia y amor—,es la esencia de lo que significa para los padres y pastores gobernar bien sus casas. No solo como el buen samaritano hizo en la parábola, sino como a quien apunta la parábola (Jesús) hizo en Su vida y liderazgo. ¿Qué significa que los hombres cristianos gobiernen “bien”? ¿Qué significa, entonces, para un hombre gobernar bien su casa? ¡Oh, el brillo apostólico de ese calificativo! Para algunos, puede sonar como una vara baja, solo “bien”. Para otros, puede parecer como una indulgencia recibida. Y para otros, sin embargo, es un destello de gracia y una razón para la esperanza. Mientras que el calificativo “bien” sí provee un elemento subjetivo de misericordia, la faceta objetiva no debe perderse en nosotros: frutos en general, no fracaso, en liderar en el hogar. “Bien” no significa perfección, pero sí significa algo. El liderazgo del hombre debería ser fructífero y en mejora. No perfecto, pero tampoco fluctuante. Por supuesto, los hogares saludables y productivos tienen sus momentos, incluso días enteros de caos, fluctuación y fracaso, en vez de frutos que se perciban. Aquellos que gobiernan bien, aunque, reconocen la presión, renuevan su atención, hacen un plan, y responden dando más de ellos para aliviar cargas y restaurar la armonía con paciencia.  Independiente de que “bien” pueda sonar como una medida baja para muchos oídos, el hombre sabio y santo (al igual que los otros atributos del anciano) no tomará un acercamiento minimalista hacia su propia casa, sino que con regularidad evaluará lo que se puede mejorar. Liderar en el hogar, o en la iglesia, no es algo que cualquier hombre sobrelleva bien. Hogares ocupados, cuando son descuidados, tienden hacia el desorden. Hogares activos, como pasa con las ovejas, se inclinan hacia el caos y necesitan de la atención e inversión regular del pastor, no controles semi-regulares. Con la llegada de hijos —el crecimiento de los niños lleva más actividades y crea niveles de conciencia y responsabilidad— el tipo de energía y atención que eran adecuadas en temporadas anteriores ya no muestran ser suficientes. Con el tiempo, de manera específica en la adultez temprana, las demandas de la paternidad incrementan, no disminuyen. Gobernar bien la casa no es algo estático, sino algo que siempre está cambiando, y cambiando de una manera que demanda más, no menos, del padre. El hombre cristiano gobernando diferentes relaciones Los hogares comunes incluyen esposa e hijos (y algunas veces otros), así como posesiones materiales. Preocuparse de las cosas inanimadas es el aspecto más fácil de gobernar. Cuidar bien de las personas es desafiante. Sin embargo, gobernar sobre lo material es importante, no algo para ser descuidado. Ciertos hombres gravitan hacia o desde el lidiar adecuadamente con las cosas, o de cuidar bien a las personas. Cada uno de nosotros tiene inclinaciones personales que identificar y ajustes necesarios que hacer. El hombre cristiano con su esposa La primera y más importante persona en la casa de un hombre es su esposa. Él siente una tensión única (y un privilegio) en cuidar bien de ella.  Por un lado, ella es un miembro de la casa, merece su mayor atención, cuidado, provisión e inversión emocional. Por otro lado, ella es una co-gobernadora. Según Pablo, un cristiano no es el único maestro de su dominio. Las mujeres casadas también gobiernan su casa (1 Tim. 5:14). El papá tiene una asociada, “una ayuda idónea para él” (Gén. 2:18), por quien él piensa y cuida de maneras diferentes a la de los niños. Un buen gobernante trata a su co-gobernante de manera diferente de como trata a los otros trabajadores bajo su liderazgo. Dios no diseño hogares cristianos para que sean mini-monarquías donde el marido reina como un rey, con la esposa como súbdita. En vez de eso, ella es la reina, y juntos gobiernas la casa, incluso cuando él lleva una carga única de liderazgo y le debe a su co-gobernante un trato especial de cuidado. Para el marido, ser cabeza de su hogar no se centra en su disfrute de grandes privilegios, sino en llevar las cargas sobre sus hombros. Ser cabeza significa ir adelante; por ejemplo, en el conflicto, en ser el primero en disculparse. Significa tomar la iniciativa cuando nadie más quiere hacerlo. Significa tratar a su co-gobernante con constante bondad, incluso cuando ella no lo sea. Significa ejercitar verdadera fortaleza al incomodarse él mismo para protegerla a ella, en vez de servirse a él mismo aprovechándose de ella. Y, por supuesto, esto incluye vigilancia en ser un “marido de una sola mujer”, por completo comprometido en mente, corazón y cuerpo con su única esposa. El hombre cristiano con sus hijos Después de su esposa, y junto a ella, un hombre cristiano cuida de sus hijos. En 1 Timoteo 3:4, la frase “con toda dignidad” modifica al “que tenga a sus hijos en sumisión”. Hay maneras dignas e indignas de criar hijos sumisos. La dominación y la mano dura son ambas formas indignas y descartadas por la naturaleza del liderazgo y cuidado cristiano. Incluso si una paternidad abusiva permanece escondida del ojo público por años, alcanzará al hombre cuando sus hijos se conviertan en adultos y se den cuenta de lo que él estaba haciendo. Dios desea que los padres enseñen y formen a sus hijos con dignidad, de manera decente, generando respeto de sus hijos y esposa, en la forma en que los trata, incluso en sus peores momentos. Pablo captura el corazón de esto en una frase increíble: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios 6:4). No solo los hijos son diferentes a una esposa, sino también los hijos tienen sus distintas etapas. En colaboración con la madre, la paternidad digna tomará eso en cuenta y la adaptará como corresponde. ¿Un hijo no creyente descalifica a un anciano? Todo esto levanta una eterna pregunta: ¿Qué tan sumisos deben ser los hijos de un pastor para no descalificarlo de su oficio? O, más hacia el punto del asunto, ¿deben los hijos de un pastor ser creyentes profesantes para que el pastor esté calificado para su oficio? Claramente, 1 Timoteo 3:4-5 no hace tal requisito, pero algunos (de manera entendible) tropiezan con el lenguaje de Tito 1:6 “y tenga hijos creyentes”.  Esa manera de traducir el griego (pista) lo hace sonar como que ellos deberían (al menos) ser cristianos profesantes. Sin embargo, deberíamos notar que la misma palabra es traducida como “fiel” en otras partes, dependiendo del contexto (para dar un sentido de balance, en 45 de las 67 ocasiones en el Nuevo Testamento, se traduce pista como “fiel”). El contexto en Tito es bastante claro. No solo la lista que acompaña los requisitos en 1 Timoteo 3 subraya la sumisión, y no la regeneración, sino también lo que sigue en Tito 1:6 clarifica el pasaje: “y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía” (Énfasis añadido). Pablo además añade explicación en el siguiente versículo: “Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios” (Tit 1:7, énfasis añadido). El asunto aquí no es el estado eterno del alma del hijo, sino la naturaleza de la paternidad del anciano. ¿Es “irreprensible”? ¿El comportamiento del hijo revela faltas en el liderazgo de su padre o no? Más allá de si el hijo es creyente o no (algo que el anciano no puede controlar), ¿es el hijo “fiel” a su padre, en una manera que una buena paternidad puede, de hecho, asegurar? Ahora, ¿quién cuida de papá? Padres, Dios quiere para nosotros que frecuentemente lleguemos a no poder más y aprendamos lo que significa apoyarse en Él, y en fe, seguir avanzando. En los momentos cuando sentimos el peso aplastante de ser la barrera en el hogar, o en la iglesia, Él quiere que sepamos que nosotros mismos tenemos un Padre, y que no nos llama a pretender ser el héroe en nuestras propias fuerzas, sino a pedir Su ayuda, apoyarnos en Él, y poner nuestras cargas en Sus hombros. Ambos, el pastor-anciano y el esposo-padre necesitan el consuelo y la bendición de 1 Pedro 5:6-7:  “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros”.                                                                                                                                         Antes y detrás del llamado de Dios de cuidar de nuestro hogar, y de Su iglesia, está Su cuidado por nosotros. Antes de que Él nos diga, como padres y pastores, “Ve, y haz tú lo mismo” (Lc. 10:37), primero Él es el buen samaritano para nosotros. Él viene a nosotros, venda nuestras heridas, derrama Su precioso aceite y vino, nos levanta del suelo, nos lleva al mesón, cuida de nosotros (Lc. 10:34), a un alto costo para Él, y con la promesa de volver (Lc. 10:35). Con mucho acierto fue dicho sobre Jesús, “bien lo ha hecho todo” (Mr. 7:37). De seguro tal es el caso con Su casa y novia, la Iglesia. Él ha gobernado, y gobierna, bien Su casa. Y ese es nuestro mayor consuelo, no solo si es que, sino cuándo nos sintamos inadecuados, incluso en nuestros mejores esfuerzos, para gobernar nuestras propias casas bien.

David Mathis

Es editor ejecutivo de desiringGod.org y pastor de Cities Churchin Minneapolis. Él es esposo, padre de cuatro hijos y autor de «Habits of Grace: Enjoying Jesus through the Spiritual Disciplines» (Hábitos de Gracia: Disfrutar a Jesús a través de las Disciplinas Espirituales).

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