Debemos y podemos florecer para Él

Dios ha creado flores para los bosques y las selvas, las cimas de las montañas y los humedales, las llanuras y los desiertos, las cumbres y los valles.

En una carretera desierta, lejos de los enjambres de gente que abarrotaban Bryce y Zion y las demás grandes atracciones, lejos de casi todo y de todos los demás, nos estacionamos y salimos. Debajo de nosotros había tierra reseca, arriba de nosotros había un cielo feroz, ante nosotros había un cactus imponente. Y allí, bajo las nubes oscuras, allí contra el desierto inhóspito, allí ante las afiladas espinas, contemplamos la brillante belleza de flores delicadas y preciosas. Observamos flores en el desierto que hablaban del poder de su Creador.  Dios ha creado este mundo de tal manera que hay algún tipo de flor que florece en casi todo tipo de condiciones. Nunca estamos lejos de las muestras de Su belleza, de las muestras de Su misericordia, de los recuerdos de Su genialidad creadora. Y del mismo modo que Dios adapta las flores a cada clima, adapta a los cristianos a cada circunstancia. No importa lo que ocurra a nuestro alrededor ni lo que nos hagan, podemos florecer para Él, para mostrar el amor más verdadero, la mayor mansedumbre, las cualidades más altas del carácter cristiano.  Como las flores de un jardín botánico, cuidadas profesionalmente y perfectamente arregladas, nosotros florecemos en tiempos de tierno cuidado y de gran tranquilidad. Cuando todo va bien, mostramos la bondad y la gloria de nuestro Dios.  Como flores en el desierto, florecemos cuando parece que nos han abandonado. Incluso cuando las circunstancias son más dolorosas de lo que podemos imaginar; incluso cuando parece que nos están privando de las cosas de la vida; incluso cuando nuestras almas se sienten secas y estériles, continuamos sirviendo y adorando. Como las flores en la cima de una montaña, florecemos en circunstancias en las que parece que las condiciones son demasiado duras. Mucho más allá del punto en el que parece que la vida espiritual debería ser sostenible, mucho más allá del punto en el que los corazones se rompen y la fe falla, sobrevivimos e incluso prosperamos.  Como las flores al borde de un vertedero, florecemos incluso cuando estamos rodeados por la suciedad y el fango del mundo. Al igual que una flor puede permanecer brillante e inmaculada a pesar del desorden que la rodea, nosotros podemos permanecer sin mancharnos con la ira, el clamor y la suciedad de un mundo depravado. Aunque crezcamos en un vertedero, nunca pertenecemos a ese vertedero.  Como flores al borde de un volcán, florecemos en medio del calor de las pruebas más ardientes. Con las erupciones de la persecución que explotan a nuestro alrededor, con la lava caliente de la injuria que fluye a nuestro lado, seguimos pensando los pensamientos de Dios, seguimos hablando las palabras de Dios, seguimos actuando como emisarios de Dios. Seguimos siendo fieles y leales a Dios.  Dios ha creado flores para los bosques y las selvas, las cimas de las montañas y los humedales, las llanuras y los desiertos, las cumbres y los valles. En todas partes declaran Su gloria. Y, del mismo modo, Dios ha salvado a Su pueblo para que muestre Su gloria y canten Sus alabanzas en todo tiempo, en toda prueba, en toda situación, en toda circunstancia. Sea cual sea nuestro entorno, sea cual sea nuestro contexto, sean cuales sean nuestras alegrías o nuestras penas, debemos y, por su gracia, podemos florecer para Él.  Este artículo se publicó originalmente en Challies. 

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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