Cuando el amor de madre nos lleva a la idolatría

¿Cómo sé si idolatro a mis hijos? Te puedo mencionar 5 señales y sus consecuencias:
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“Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo y guíame en el camino eterno” (Sal 139: 23-24). Cuando nació mi primer hijo, me quedaba horas viéndolo, amaba cada parte de él y había un sentimiento de asombro que me embargaba, era un asombro por sentir tanto amor. Jamás creí ser capaz de amar de la forma como amaba a ese pequeñín que no me dejaba dormir. Sé que no soy especial por eso, es probable que la gran mayoría de las madres sintamos lo mismo. El amor que Dios pone en nuestro corazón hacia nuestros hijos es el que nos ayuda a pasar noches en vela cuando están enfermos y al día siguiente salir a trabajar; es el que nos hace escuchar su llanto en medio del sueño más profundo y despertar para ver qué necesitan, es el que proporciona a algunas madres, fuerza sobrehumana o súper velocidad para salvar a su pequeño en peligro mortal. Lastimosamente, como seres humanos con una naturaleza pecaminosa habitando en un mundo caído, todo lo que pasa en y por nosotros tiene el potencial convertirse en pecado. Hemos dejado que el asombro por la creación nos haga idolatrarla y olvidar al Creador. Con tristeza puedo ver cómo muchas mujeres tergiversando el amor por sus hijos, los han convertido en sus ídolos y, lo peor es que muchas de ellas son cristianas, están en la iglesia. Es probable que hasta este punto no te sientas aludida, pero necesitamos detenernos y meditar en nuestros caminos porque, cualquiera puede estar quebrantando el primer mandamiento sin darse cuenta, arropada con el manto idealizado del “amor de madre”. ¿Cómo sé si idolatro a mis hijos? Te puedo mencionar 5 señales y sus consecuencias:

Atender las necesidades de tus hijos está antes que TODO

Lógicamente si tenemos un bebé que de madrugada se despierta llorando debemos acudir a consolarle, pero si en la mañana al despertar, atender las necesidades de tus hijos está antes de orar, leer la Biblia o de tu devocional personal, puede ser que tus prioridades estén al revés. La maternidad es hermosa, pero difícil, solo en nuestro Padre, en Su palabra y en la oración podemos encontrar fortaleza, consuelo y socorro para el día a día. Es probable que para alguna sea casi imposible tener un tiempo a solas con Dios por la mañana, realmente no hay una hora específica para orar o leer la Biblia, pero definitivamente es algo que debe ser prioridad en tu rutina. Nuestros hijos son un motivo, pero no deben ser nuestro motor, ellos son finitos, no estarán con nosotros toda la vida. Entonces, cuando ellos no estén, no tendrás razón para levantarte. Y créeme cuando te digo que eso ocurrirá más pronto de lo que esperas (Sal16:5-11).

El culto de adoración debe acomodarse a las necesidades de tus hijos

Muchas madres dejan de congregarse porque sus hijos pequeños no están cómodos en el culto, algo que puede tener sentido en cierta etapa como cuando están recién nacidos, pero la mayoría del tiempo no tiene validez ese motivo para no congregarse. Mi esposo y yo decidimos tempranamente que nuestros hijos fueran parte del culto congregacional aun cuando ellos eran muy pequeños y, aunque hubo días difíciles, los niños poco a poco fueron tomando la adoración corporativa como parte de su normalidad. Un domingo a la vez han ido aprendiendo reverencia y paciencia, aunque a veces se aburren, tratamos de enseñarles que el culto no es para ellos ni se trata de ellos, se trata de Dios. Cuando dejas de congregarte e impides que tu hijo lo haga ya sea porque no vas a la iglesia o te sales a mitad del servicio porque él no quiere estar ahí, estas enseñándole que la alabanza a Dios no es tan importante como su comodidad y si desde pequeño no le animas a congregarse, no esperes que de adolescente tenga la intención de hacerlo (Pr 22:6).

Tus hijos están por encima de tu esposo

Es muy común sentirse más apegada a los hijos que al esposo sobre todo en sus primeros años, pero si indagas en la Biblia, en el orden divino, Dios creó a una pareja y luego vinieron los hijos (Gn 1:27-28). Jamás debes menospreciar a tu esposo delante de tus hijos porque luego ellos lo harán y, en consecuencia, a la luz de la Palabra estarás acortando los días de tus hijos (Ef. 6:2-3). Si quieres que les vaya bien y sean de larga vida, enséñales a honrar a su padre. Con toda seguridad, sé que tu esposo no es perfecto, puede ser que tenga defectos terribles e incluso que no sea cristiano, pero no lo expongas delante de tus hijos para que no pequen contra él.

Estás dispuesta a pagar hasta lo que no tienes para que tus hijos tengan “lo mejor”

Es natural que como madres queramos lo mejor para nuestros hijos, pero en términos del mundo actual, “lo mejor” siempre se refiere a cosas materiales: la mejor escuela, la mejor ropa, el mejor teléfono celular, etc. Muchas veces ponemos una carga muy pesada sobre los hombros de nuestro esposo o sobre nosotras mismas tratando de pagar cosas que no encajan con nuestra realidad. Creemos neciamente que pagar una educación cara les dará un futuro exitoso a nuestros hijos, cuando el futuro de ellos está en las manos de Dios. Su éxito no depende de ti, ni de cuánto estés dispuesta a endeudarte para lograrlo, su éxito solo depende de Dios. Sí, debes esforzarte y ser bondadosa con tus hijos, pues es el ejemplo que Dios nos da día a día, pero debemos descansar en la soberanía del Padre que ama más a nuestros hijos de lo que nosotras los podremos amar (Mt 7:11).

Tus hijos gobiernan tu hogar

Hay muchas formas de ejemplificar esto, pero me centraré en una que me inquieta mucho: la falta de rutinas establecidas por adultos en el hogar. No es raro ver familias donde son los niños quienes deciden cuándo levantarse, cuándo comer, qué comer, cuándo ir a dormir, cuánto tiempo pasar frente una pantalla, etc. Profesionalmente, muchas madres me buscan porque sus hijos están padeciendo de enfermedades que antes solo las padecían los adultos; enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, cardiopatías, dislipidemias, etc. y el común denominador de todos estos niños es que ellos gobiernan su casa. En el refrigerador encuentras solo lo que a ellos les gusta, las salidas a comer son en los restaurantes de comida rápida que ellos prefieren, las luces se apagan cuando ellos deciden dormirse, el celular de mamá es para su uso ilimitado. En muchas ocasiones, incluso los padres intentan corresponsabilizar al niño de su situación de salud, sin comprender que los niños no escogen ser gobernantes, sus padres los pusieron en esa posición y eso jamás terminará bien. Por la misma razón que no le darías un cuchillo a un bebé, es que no debes dejar el control de tu hogar en las manos de tus hijos (Pr 13:24). En este caminar de la maternidad he tenido que reconocer muchos desaciertos, arrepentirme y pedirle a Dios sabiduría y fuerza para enmendar mis errores. Quitar del trono a un pequeñín o talvez a un adolescente que piensa que es el centro del universo no es tarea fácil y puede que duela, pero no olvides que tus hijos son un don de Dios, por tanto: ¡A Él y solo a Él, sea la gloria! Acude al trono de gracia, sigue abierto para los pecadores arrepentidos; es en Dios, por medio de Jesucristo, que encontramos el oportuno socorro.

Ehiby Martínez

Ehiby vive en Tegucigalpa, Honduras. Es hija de Dios, esposa de Rudy, madre de Benjamín y Abigail. Médico General con Maestría en nutrición y dietética, docente en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.

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