Un amigo mío me mencionó que cuando se mudó al otro lado del país para comenzar un nuevo trabajo, además del estrés de la mudanza y de la nueva situación laboral, también pasó por situaciones financieras adversas y una tragedia personal. Me dijo: “El deseo de escapar hacia la fantasía fue muy fuerte”. Su punto era que la pornografía no es el problema, no realmente. Nuestros corazones anhelan ser entendidos, ser aceptados, tener intimidad, recibir poder y celebrar. Muchas veces, nos vemos tentados hacia la fantasía porque no estamos experimentando estas cosas en nuestra propia vida. Estar conscientes de estas carencias es clave si queremos luchar contra la lujuria. Esto es verdad especialmente cuando pasamos, como mi amigo, por una transición o crisis que generalmente nos detona la lujuria. Durante estos tiempos, a menudo hay situaciones y emociones que vuelven más difícil combatir contra la lujuria. En otras palabras, hay ciertas cosas que encienden la mecha de nuestro explosivo sexual. Estas situaciones no detonan inmediatamente, pero sí hacen que el daño sea prácticamente inevitable; solo es cuestión de tiempo. Tal vez, tu detonante es estar acostado solo en cama un sábado por la mañana sin nada que hacer. O tal vez es viajar solo por tu trabajo. Estás cansando por el viaje, echas de menos tu hogar y la televisión es el medio para escapar y experimentar la fantasía. Para otros, es hacer ejercicio en cierto gimnasio. Necesitamos conocer nuestras tentaciones situacionales y tomar precauciones. Cuando suena la alarma del despertador, oblígate a salir de la cama y de la habitación. Para lograr esto, tal vez debas comenzar por agendar algo los sábados temprano para que no te encuentres ocioso. Si el trabajo se sale de control, encuentra una manera sana de sacar el estrés. Si tu gimnasio es un problema, compra unas pesas para levantarlas en tu casa. Para mí, en esas temporadas cuando mi actividad sexual en el matrimonio es menos frecuente, ya sea por retos de salud propios por alergias a alimentos o por los embarazos de mi esposa o por alguna otra razón, en ocasiones tengo un sueño húmedo. La mañana siguiente, el deseo por masturbarme es muy fuerte. Ahora sé esto y puedo orar al respecto. Sin embargo, los detonantes no solo son situacionales. Muchas veces, esos detonantes son más emocionales que situacionales. Las emociones como el estrés pueden hacer que se acumule un deseo por calma y libertad. Cuando tenemos ambición de un ascenso en el trabajo o de algún otro cambio en nuestra situación, nos ponemos ansiosos y ambicionamos sentirnos poderosos y en control. Cuando estamos ansiosos, sentimos que estamos fallando en algo. Cuando estamos enojados, tal vez es porque nuestro orgullo fue herido. Cuando nos sentimos solos, el pecado sexual parece un atajo hacia el compañerismo. Cuando estamos aburridos, queremos algo nuevo y emocionante. Cuando simplemente estamos cansados, bajamos nuestra guardia. Algunos detonantes son imposibles de evitar, pero, mientras los experimentas, lucha para creer en las promesas de Dios a medida que aprendes a reconocer las falsas promesas del pecado. En especial, hazlo en ese momento en que te empiezan a susurrar; para cuando están gritando, te están ya conduciendo hacia la “tierra prometida” y es demasiado tarde. Cuales sean tus detonantes, ya sean emocionales o situacionales, el caso es el mismo: el pecado promete ser nuestro salvador. El pecado promete ser la solución para el aburrimiento, el ungüento para nuestro ego herido. Promete proveer estabilidad y un sentido de control cuando todo lo demás se siente endeble. Promete descanso junto a aguas cristalinas cuando la vida se torna estresante. El pecado nos señala el árbol prohibido, el árbol del conocimiento del bien y del mal y nos dice: “Mira, este es el verdadero árbol de la vida”. Pero el pecado siempre promete más de lo que puede cumplir. En lugar de mirar al pecado cuando las aguas de la vida te cubran, mira a Aquel que te redime y que te llama por tu nombre (Is 43:1–3). Él tiene una espalda de acero y el evangelio de la gracia.
Preguntas de diagnóstico
- Ahora mismo, ¿estás experimentando transiciones o crisis en tu vida que te tientan a escapar hacia una fantasía pecaminosa?
- ¿Cuáles son tus detonantes situacionales? ¿Qué puedes hacer para impedirles “encenderte la mecha”? Si no sabes cuáles son, ora y pídele a Dios que te lo muestre. También considera mantener un registro mental o escrito de las veces que has mirado pornografía para identificar patrones.
- ¿Cuáles son tus detonantes emocionales? ¿Hambre, ansiedad, ira, soledad, fatiga, aburrimiento? Si no estás seguro, ora y piénsalo.
- El pecado sexual promete ser el salvador de esas emociones, pero ¿de qué maneras te decepciona como salvador? ¿De qué maneras te ofrece una mejor salvación el verdadero Salvador, el verdadero mensaje del evangelio?
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