En septiembre del año 2016, 19 años después de su muerte, la Madre Teresa fue canonizada. En otras palabras, fue declarada “santa”. Para los protestantes como yo, esto plantea un par de preguntas importantes: según la Iglesia Católica Romana, ¿qué es un santo? ¿Cómo puede una persona convertirse en uno?
La Iglesia Católica Romana tiene un procedimiento formal que se debe seguir antes de declarar a alguien un “santo”. Este proceso no pretende hacer que la persona sea santa, sino reconocerla como tal.
Según ellos, un “santo” es una persona de extraordinaria y heroica virtud cristiana, alguien que ejemplifica cómo se debe vivir santamente. Su proceder les da la confianza a los católicos de que dicha persona no está en el infierno o el purgatorio, sino en el cielo, disfrutando plenamente de Dios. Debido a esa comunión con Él, dicen ellos, los fieles ahora pueden orar a esa persona y pedir su intercesión ante el Padre. Todo esto ayuda a explicar por qué ponen tanto énfasis en la santidad.
Pero ¿cómo declara la iglesia a una persona santa? En la mayoría de las circunstancias, primero debe haber un período de espera de 5 años entre la muerte de la persona y el comienzo del proceso de canonización. “Canonizar” es declarar oficialmente a una persona como un santo. Sin embargo, en algunas circunstancias este requisito se deja a un lado, como lo fue para Juan Pablo II y la Madre Teresa. Una vez iniciado, el proceso implica una serie de pasos, cada uno de los cuales implica conceder un título sobre el candidato.
1. Primer paso: “Servidor de Dios”
Después del período de espera de cinco años, las personas u organizaciones dentro de la diócesis donde la persona murió o está enterrada, pueden solicitar al obispo local que inicie una investigación sobre la vida y virtud de esa persona. Ellos necesitan demostrar que el candidato vivió una vida ejemplar y se mantuvo fiel a la doctrina consistente con las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. Si se recoge evidencia suficiente, el obispo puede pedir a la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos que considere el caso. Si la Congregación acepta el caso, se le concede al candidato bajo consideración el título honorífico de “siervo de Dios”.
2. Segundo paso: “Venerable”
La Congregación para las Causas de los Santos observa todas las pruebas que se les han dado, busca nuevas líneas de evidencia y determina si esta persona vivió una vida de “heroica virtud”. Si se descubre que la persona mostró ejemplos de santidad, el candidato es oficialmente declarado “venerable”. Es importante señalar que esto aún no establece que la persona está en el cielo, sino simplemente que vivió una vida de santidad excepcional. Sin embargo, en este punto se anima a los fieles a comenzar a orar al candidato para una intercesión milagrosa.
3. Tercer paso: “Bendito”
El tercer paso es la beatificación y, para que esto suceda, a la persona se le debe acreditar un milagro póstumo verificado. Este milagro debe ser el resultado de la intercesión del candidato en respuesta a las peticiones ofrecidas después de su muerte. Estos milagros son casi siempre relacionados con la salud: sanidades que deben ser instantáneas, completas, permanentes, sin explicación científica y no atribuibles a ningún otro santo. El milagro se toma como prueba de que la persona está en el cielo y que es capaz de interceder entre Dios y el hombre. Tras la verificación del milagro, el candidato recibe el título de “bendito” y el papa establece un día de fiesta en su honor. Esta persona ahora puede ser venerada y a las iglesias se les puede bautizar con su nombre, pero solo de manera local dentro de una región, diócesis u orden religiosa.
Es importante aclarar que la “veneración” es un término difícil de definir, pero se suele describir como una forma de adoración más baja que la adoración que se le da a Dios y a María: consiste en orar o pedir a esa persona por su intercesión, a menudo creando estatuas o imágenes de él o ella como ayuda para tales actos.
4. Cuarto paso: “Santo”
El paso final es la “canonización”, donde la persona es formalmente declarada como un “santo”. Para que esto ocurra, la persona debe ser acreditada con un segundo milagro. Cuando este segundo suceso ha sido verificado, el papa asigna un día de fiesta que puede ser celebrado por cualquier católico en cualquier lugar. Cualquier persona puede ahora orar a ese santo y las iglesias u organizaciones alrededor del mundo pueden ser bautizadas con su nombre. La santidad de la persona es declarada formalmente durante una misa especial que el papa hace en su honor.
En el caso de la Madre Teresa, ella ha sido considerada por mucho tiempo como un ejemplo de virtud católica, y su vida y escritos han sido declarados libres de herejía. Ha sido formalmente reconocida por el Vaticano como responsable de dos milagros póstumos: la curación de los tumores abdominales de una mujer india después de que se le puso en su estómago un medallón con la imagen de la Madre Teresa, y la curación de la infección y abscesos cerebrales de un hombre brasileño.
“Santos” a la luz de la Escritura
Pero, como protestantes, ¿cuál debería ser nuestra perspectiva acerca de esta práctica? Al analizar la Biblia, podríamos refutar mucho y, cuanto más digamos, tanto más profundo tendríamos que cavar en las complejidades y errores de esta doctrina y práctica católica romana, especialmente en lo que se refiere a la justificación, santificación y glorificación.
Pero, tal vez, podríamos resumir gran parte de nuestro pensamiento en esta idea: somos santos que no tienen necesidad de otros santos. Todos los que han creído en el evangelio de la gracia, salvos solo por la fe en Cristo, ya han sido declarados “santos” por Dios (Ro 1:1-7; 1Co 1:1-3; 2Co 1:1-2; Ef 2:19-21). Somos el pueblo santo de Dios, llamado por Él y para Él. Jesucristo es el mediador completo y absoluto entre Dios y los hombres (1Ti 2:5), Quien nos invita a acercarnos con confianza al trono de la gracia (Heb 4:16), creyendo que Su Espíritu ya intercede por nosotros (Ro 8:26-27).
Así, somos los santos de Dios que no necesitan la intercesión de otros santos que nos han precedido.
Este artículo se publicó originalmente en Challies.