El pastorado es uno de los privilegios más grandes e inmerecidos que encontramos en la Palabra de Dios y que es dado a un hombre. Por ello, cada pastor debería servir en agradecimiento y fidelidad al Dios que le ha llamado a apacentar su grey. Sin embargo, la labor ministerial trae consigo luchas de todo tipo las cuales se vuelven aún más intensas si se dan en el contexto de una pandemia, en un país que experimenta una crisis social, política y económica tan compleja como Venezuela, y es precisamente en ese sentido que quiero compartirles lo que ha sido la experiencia de pastorear una iglesia en estas condiciones. Hablaré de cuatro áreas en las cuales hemos luchado intensamente y en las que hemos sido asistidos por la gracia de Dios y su fidelidad.
Lucha por la comunión
Esta pandemia permitió que la iglesia se inclinara por completo al uso de las redes sociales y las transmisiones en vivo por internet. Es la forma que Dios proveyó en Su gracia y soberanía para mantener alguna comunión. Sin embargo, en Venezuela esta ventana no está abierta para la gran mayoría. El país tiene un servicio de internet de mala calidad en comparación con otros países y no todos nuestros miembros de iglesias tienen acceso. En nuestro caso particular, como iglesia local tomamos la decisión de llevar a cabo los servicios por medio notas de voz en WhatsApp; pero, aun así, a algunos hermanos les resulta difícil acceder de esta forma. A esto se suma los constantes problemas de cortes de electricidad en varias zonas del país y problemas con las compañías de telecomunicaciones. Mantener la comunión con hermanos ha sido una lucha. A su vez, el transporte público casi inoperante y las restricciones propias de la cuarentena impiden que algunos puedan reunirse en casas. Pero, cuanto más adverso se pone el camino, más grande se mira la preciosa gracia de Dios. Pese a cualquier adversidad y casi siete meses sin congregarnos físicamente, Dios en su soberanía y gracia nos ha socorrido y sustentado hasta aquí. Aunque las visitas han sido escasas, ver la gracia de Dios en sus vidas ha sido una inmensa bendición y aliento para el alma. Al mirar este tiempo puedo ver que esta lucha la hemos librado solo por la gracia de Dios en nuestras vidas.
Lucha por la provisión
En este sentido, como es conocido por muchos, la situación económica en Venezuela es muy precaria y esta pandemia la ha agravado aún más. Un ejemplo de ello, es que para la fecha de esta publicación el sueldo mínimo de todo un mes de trabajo es de más o menos un dólar estadounidense ($1). Asimismo, adquirir servicios como gasolina, gas o agua potable puede representar horas, debido a largas filas que pueden implicar un día completo o más de espera. Obtener recursos para el sostenimiento del hogar es toda una odisea en este tiempo. Verse rodeado de estas dificultades y no poder ayudar como se quiere, es una lucha muy dolorosa; sin embargo, como dijo David “… No he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25). Ver el amor fraternal entre los hermanos de nuestra iglesia local, la ayuda mutua, el respaldo en las oraciones unos con otros, saber que Dios les ha provisto el pan de cada día nuevamente son motivos de alabanza por la gracia de Dios en mi país. Dios nos ha sustentado por su gracia y misericordia. Su gracia ha traído la paz que mi corazón pastoral ha requerido y su gracia a sustentado las vidas del resto de su pueblo. Vivir eso en pandemia y en Venezuela, es mirar el triunfo de la gracia de Dios sobre esta lucha diaria. Gracias Al que dijo: “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5).
Lucha por la santidad
¿Cómo dejar por fuera la lucha por la santidad en un cuadro como el que he descrito? Como pastor, sostengo mis propias luchas para mortificar el pecado en mi vida. Ser disciplinado espiritualmente en medio del caos en ocasiones se vuelve una tarea difícil de sostener. Animar a otros en la fe desde la distancia y conocer sus luchas contra sus propios pecados, contra este mundo y contra el diablo, genera desespero y distracciones y estorbo para ser santos en toda nuestra manera de vivir. Pero, ha sido aquí, en esta pandemia en Venezuela y en mis luchas internas, que Dios ha hecho realidad su Palabra: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co. 12:9). ¿Quién soy para ser sin error ante Dios? Antes bien, he visto su gracia en mi vida día tras día y como su preciosa santidad se ha ido perfeccionando en el temor al Dios vivo. Él produce el querer como el hacer incluso en momentos tan difíciles como estos. Hemos sido enseñados por Dios acerca de cómo su Espíritu nos guía a la verdad y la manera en que guarda a su pueblo por medio de la fe en Jesucristo. El precioso evangelio me ha guardado al mirar la cruz y dejar que la gracia de Dios triunfe con poder sobre mi lucha, la de mi familia y la de la iglesia de Dios.
La Lucha por la Gran Comisión
Esta lucha, aunque de última en esta lista no es por eso menos importante, se pelea en el hecho de no permitir que estas circunstancias externas e internas nos desvíen de este gran mandato que tenemos como hijos de Dios: Predicar el evangelio y hacer discípulos (Mt 28:19). Como han dicho muchos ministros de Dios “los locales están cerrados, pero la iglesia de Cristo no”. A veces, uno puede envolverse en las luchas del día a día y olvidar el compromiso de amor que tenemos con el prójimo; pero Dios es fiel a su Palabra y preserva su obra, él continúa edificando Su Iglesia. Dios nos ha permitido llegar a algunas personas aún en la distancia por los medios que tenemos a la mano y están siendo discipulados, esto es también gracia para la misión. Su gracia es mayor, no creo que pueda olvidar estas palabras. Es Dios quien alimenta a su pueblo y trae convicción de pecado, arrepentimiento y fe para vida eterna en el Cordero de gloria. Su gracia ha conquistado esta lucha por amar al prójimo como Cristo nos amó. ¿Cómo es pastorear en Venezuela en tiempos de pandemia? Como ven, es una lucha con muchas áreas que solo se gana con la gracia de Dios como estandarte y sostén. A Dios sea la gloria por su don inefable.