[dropcap]E[/dropcap]l libro ha estado en circulación por años, y al día de hoy prácticamente cada cristiano ha sido introducido a la plática del «lenguaje del amor». Sabemos que la frase lenguajes del amor se refiere a la variedad de formas en que las personas dan y reciben amor. Algunos se sienten amados cuando reciben afecto, otros cuando reciben regalos o palabras de apoyo. Hay cinco de estos lenguajes y a la mayoría se nos ha enseñado a clasificarlos de acuerdo a la preferencia personal. Muy bien. Dios nos ha creado de formas distintas y «viva la diferencia».
Con todo, una de las cosas más útiles que he aprendido acerca de los lenguajes del amor no provenía del libro sino de una reseña crítica. En una edición de The Journal of Biblical Counseling, David Powlison expresó una mezcla de admiración y preocupación por los lenguajes del amor, e incluso años después de que leí sus comentarios por primera vez, una de las críticas centrales sobresale: «El modelo del lenguaje del amor no destaca aquellas refinadas formas de amor que no “hablan tu idioma”». Ese es un fuerte golpe. Me explico.
Cuando somos honestos acerca de los lenguajes del amor, admitimos que están propensos a hablar con un «gruñido oscuro y voraz». Así es como funciona para mí: nunca estoy lejos de convertir mi lenguaje del amor favorito en la expresión última o incluso la prueba del amor de mi esposa por mí. Cuando lo tengo, me siento amado; cuando me falta, no me siento amado. Se necesita un tiempo sorprendentemente corto para que «me siento más amado cuando eres afectuosa conmigo» se convierta en «no me siento amado a menos que seas afectuosa conmigo», para degenerar y llegar a ser «tienes que hablar mi lenguaje si esperas que yo también te ame». Para otra persona, «me siento valorado cuando pasamos un tiempo de calidad juntos» pronto puede convertirse en «me siento amado cuando dejas todo para enfocarte en mí, eres totalmente comprensiva, me das amor incondicional, concuerdas con todo lo que opino, y nunca discrepas conmigo, ni me cuestionas, ni me interrumpes». Estos son buenos lenguajes filtrados por un corazón malo.
Esa es una preocupación genuina y todo consejero matrimonial se ha topado con ella: «Sencillamente no me siento amado». Pero hay un asunto relacionado, el que Powlison subraya en su reseña. Cuando exijo que las personas hablen mi lenguaje del amor preferido, cuando se convierte en la única forma en que recibo amor, innecesariamente reduzco mi experiencia del amor. Me pierdo todas aquellas «refinadas formas del amor que “no hablan mi idioma”». Sin duda yo experimento el lenguaje que prefiero, ¡y es bueno ser amado de esa forma! Pero me pierdo muchos otros lenguajes, incluyendo los que a los demás más les encanta hablar. El desafío y el gozo de los lenguajes del amor no están en exigirle al otro que aprenda a hablar mi idioma o manipularlo hasta que aprenda a hacerlo. Están en aprender a hablar otros idiomas, recibir amor de nuevas formas. En tanto que me conformo solo con el lenguaje que yo prefiero, me pierdo el gozo de aquellos otros cuatro lenguajes y los otros millones que existen más allá de las categorías reduccionistas.
Es útil pensar en ello de esta forma: Dios habla un lenguaje que no se ajusta a ninguna de nuestras preferencias naturales. Él no nos sedujo ni nos ganó condescendiendo con nuestro lenguaje favorito, sino enseñándonos uno totalmente nuevo. Powlison dice: «Tú y yo necesitamos aprender un nuevo lenguaje si vamos a ser aptos para convivir con los demás y con Dios. El mayor amor jamás mostrado no habla el lenguaje instintivamente egocéntrico de los receptores de tal amor. De formas fundamentales, el amor de Cristo habla en contra de tu “lenguaje del amor” y “necesidades percibidas”». Dios nos amó tanto que habló en un idioma que no queríamos escuchar, y aprendimos a recibirlo como el mejor lenguaje de todos. Hay otros lenguajes que necesitamos aprender que nos enseñarán más verdades, verdades más profundas, acerca del amor.
Es la gracia de Dios la que nos previene de tales miradas estrechas del amor, de recibir amor solo conforme a nuestras preferencias. Sí, todos tenemos un lenguaje favorito. Pero fuera de él aún se puede sentir gozo. Powlison dice: «La gracia de Dios aspira a destruir el señorío de los cinco lenguajes del amor, al tiempo que nos enseña a hablar los innumerables lenguajes del amor con mayor fluidez».
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Challies.com.