Amigos de Cristo, extraños a su iglesia

[dropcap]E[/dropcap]s notable la frecuencia con que la Biblia describe la vida cristiana como una vida compartida. Nos volvemos cristianos mediante un compromiso personal con Cristo, luego de inmediato nos vinculamos en un compromiso corporativo con el pueblo de Cristo. Hay muchísimos mandatos bíblicos que podemos cumplir y ejemplos que podemos imitar solo si estamos involucrados en una de estas comunidades que llamamos «iglesia». La noción de que podemos ser amigos de Cristo pero extraños a su iglesia es completamente ajena a la Escritura. El llamado a la comunidad es un llamado a la familiaridad. Si vamos a amar y servir a los demás, necesitamos conocerlos. En efecto, la ignorancia es una especie de limitante o controlador de nuestro amor. Solo podemos amar a los demás de formas precisas y significativas en la medida que los conozcamos. Es por esto que debemos comprometernos a estar presentes en los servicios de adoración, a entablar conversaciones significativas, a ofrecer hospitalidad, y a diligentemente hacer la pregunta crucial: ¿tienes alguna petición para orar por ti? De esta forma llegamos a conocer a los demás, a enterarnos de sus necesidades, y a entender como dirigirnos a ellos de las formas más apropiadas. Esto conlleva un beneficio inesperado: el conocer a los demás puede significar recibir aliento de los demás. Así es como esto ha funcionado en mi experiencia. A menudo los domingos me encuentro mirando a través del salón, especialmente en los momentos cuando nos instruimos y aconsejamos unos a otros a través del canto (Colosenses 3:16). Cuando cantamos una canción de confesión, veo a un amigo que en otro tiempo estaba totalmente convencido de su propia justicia, pero ahora está cantando sobre su profundo quebranto. Eso me incentiva. Veo a una mujer que ha sufrido una enorme pérdida, pero ahora canta «estoy bien con mi Dios». Eso me conmueve. Veo a un joven que muy a menudo ha pedido oración por un pecado recurrente que ahora canta de su nueva libertad. Es glorioso. Veo a un niño —un niño encantador— que acaba de hacer su profesión de fe diciendo esa confesión universal: «Fui ciego más hoy veo yo, perdido y él me halló». ¿Qué podría ser más bello? Si bien me encanta adorar con otras congregaciones, hay algo muy alentador en adorar allí donde conozco y me conocen. He estado con esta gente por muchos años, he participado en cientos de reuniones de oración con ellos, los he invitado a mi casa y me han invitado a la suya, les he enseñado a ellos y ellos a mí. Cada vez conozco más quiénes son y lo que han experimentado en la vida. Todo esto se vuelve parte del trasfondo, parte del contexto de nuestra adoración juntos. Dado que conozco a las personas, conozco la profunda relevancia de las palabras que cantan. Dado que conozco sus historias, conozco la inmensa obra que Dios ha tenido que realizar para que ellos puedan verdadera y alegremente alzar su voz en alabanza. Eso siempre me estimula.

Tim Challies

Tim Challies es uno de los blogueros cristianos más leídos en los Estados Unidos y cuyo BLOG ( challies.com ) ha publicado contenido de sana doctrina por más de 7000 días consecutivos. Tim es esposo de Aileen, padre de dos niñas adolescentes y un hijo que espera en el cielo. Adora y sirve como pastor en la Iglesia Grace Fellowship en Toronto, Ontario, donde principalmente trabaja con mentoría y discipulado.

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