Cuando la ansiedad nubla la realidad 

Cuando la ansiedad nubla la realidad, Dios ofrece una paz que sobrepasa todo entendimiento y un gozo que resplandece incluso en la oscuridad.
Foto: Desiring God

¿Puede un simple humano como yo, realmente regocijarse en Dios, mientras lucha contra la ansiedad? ¿O tengo que esperar a que se calme la situación antes de intentar volver a descubrir la alegría?

Probablemente, no tenga que hablarte de la actual epidemia de ansiedad que afecta a nuestra sociedad. Jonathan Haidt denomina a los niños nacidos después de 1995 como “la generación ansiosa” (The anxious generation). Cita informes que muestran que los niveles de ansiedad se han duplicado en las últimas décadas, especialmente entre los jóvenes de 18 a 25 años. La depresión ha seguido una trayectoria similar. Lo más preocupante, es que los suicidios se han extendido como una nube oscura y venenosa. Casi el doble de hombres jóvenes se quitaron la vida en 2020 que en 2010; entre las mujeres jóvenes, la cifra aumentó un 167 por ciento. Tengo dos hijos pequeños y una hija, y sus caritas hacen que esos porcentajes, que de otro modo serían clínicos, sean terrible y aterradoramente humanos. ¿Y si mi hija fuera una de esas cifras? Solo ese pensamiento amenaza con sumarme a los hiperansiosos.

Pero este artículo no trata principalmente del 18,2 por ciento (y subiendo) de adultos que reportan niveles de ansiedad de moderados a severos. Este artículo trata sobre ti y tus ansiedades. Cuando te acuestas en tu cama por la noche, con todas tus esperanzas, tus heridas y tus incógnitas, ¿qué preocupaciones libran una guerra en tu corazón y te roban la alegría? ¿Podría ser posible —realmente, inesperadamente posible—, regocijarse en Dios mientras se lucha contra los miedos que a veces nos atormentan a ti y a mí?

Vivimos en una era marcada por la ansiedad y la desesperanza, donde las estadísticas se convierten en rostros y las cifras en lágrimas. / Foto: Unsplash

¿No se trata de nada?

Cuando pienso en las preocupaciones que se han apoderado de mí, incluso solo en los últimos dos años —problemas de salud, problemas con la casa, problemas en el trabajo, problemas económicos, problemas familiares y más—, no son momentos felices para mí. Son momentos difíciles, momentos dolorosos, momentos en los que deseo que todo acabe de una vez. No los asocio con alegría, al menos, no al principio.

Sin embargo, cuando recuerdo haber luchado contra esas preocupaciones, casi inmediatamente pienso en dos versículos que han sido mi espada y mi escudo en el campo de batalla. En Filipenses 4:6-7, el apóstol Pablo escribe:

Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús. 

En medio del peso de las preocupaciones, la oración se convierte en refugio y la paz de Dios en escudo. / Foto: Unsplash

Es un mandato y una promesa sorprendentes: no se preocupen por nada. Confía en Dios por medio de la oración y experimentarás la paz de Dios en todo. No es una exageración ni una ingenuidad; es una promesa hecha e inspirada por Dios. Pon tu miedo particular en el versículo —“Para nada estén afanosos [por _____________]”—, y eso no cambiaría nada de lo que dijo Pablo.

Cuando el apóstol dice “nada”, se refiere a nada. Para aquellos que conocen y aman a Cristo, no hay nada en su salud, su casa o su vida que Dios no pueda cubrir con una paz sincera y verdadera. Pero no solo paz.

Confía en Dios por medio de la oración y experimentarás la paz de Dios en todo. / Foto: Lightstock

Regocíjense en el Señor siempre

Justo dos versículos antes de que Pablo aborde la ansiedad y prometa esta paz alucinante, el apóstol dice algo aún más sorprendente:

Regocíjense en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!… Por nada estén afanosos (Fil 4:4-6).

No se preocupen por nada. Regocíjense en el Señor siempre. Este Dios no solo ofrece paz en todas las circunstancias inciertas, sino que, con esa paz, ofrece alegría, una alegría siempre presente. ¿Puedes creerlo? ¿Crees que el Dios de fuerza y valor infinitos es capaz no solo de calmar las tormentas que azotan tu mente, sino también de colocar una linterna resplandeciente de alegría en la oscuridad de tu barco? ¿Crees que el Dios que cada día atiende a 120 millones de aves y confecciona los brillantes pétalos de miles de millones de flores podría encontrarte y satisfacerte en este valle?

Regocijarse en el Señor siempre es creer que, incluso en la oscuridad, Él sigue siendo suficiente. / Foto: Unsplash

Probablemente conoces a alguien que ha sobrevivido a una terrible incertidumbre con un gozo sorprendente. ¿Quién ha sido uno de esos milagros de gozo en la ansiedad en tu vida? Cuando piensas en él o ella, probablemente no ves el rostro brillante y alegre que a menudo imaginamos cuando pensamos en el gozo. No, el gozo en el valle de la incertidumbre es a menudo un tipo de gozo más pesado y serio. No es el gozo de un niño de cinco años que aprende a montar en bicicleta (también me encanta ese gozo). Es más, imagino, como el gozo de un soldado que finalmente toma la delantera en una feroz batalla, con sus amigos más cercanos a su lado.

Hay un gozo oculto en cada temporada de incertidumbre, incluso en los campos de batalla. Por eso Pablo puede decir: “Regocíjense en el Señor siempre”, y luego repetir: “Otra vez lo diré: ¡Regocíjense!”.

Es el gozo del alma que, aun herida, sigue creyendo que Dios pelea a su lado en cada batalla. / Foto: Unsplash

Incluso en la ansiedad

Entonces, ¿es posible sentir gozo en medio de la ansiedad? ¿Tu ansiedad está más allá del alcance del “siempre” de Dios? Una de las formas cómo Dios demuestra Su gloria en el universo, es sosteniendo y satisfaciendo a Su pueblo por medio de terribles incertidumbres. Y no hay incertidumbre demasiado grande para Él, ni siquiera la tuya.

Debemos recordar que Pablo escribió estos versículos desde las sombras de la prisión, y sabía que tal vez no saldría con vida esta vez (Fil 1:20). Su preocupación era la muerte. Cuando escribió: “Por nada estén afanosos” y “Regocíjense siempre”, no estaba lanzando frases cristianas cursis desde un lugar de comodidad y seguridad. Si alguno de nosotros tiene motivos para estar ansioso, él tenía más.

Y, sin embargo, allí mismo, en la injusticia de la prisión, en la hostilidad de la persecución, a las puertas de la muerte, podía regocijarse porque siempre tenía más razones para regocijarse que para preocuparse. Podía decir: “Todo lo considero pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil 3:8).

Si él podía regocijarse incluso en esas circunstancias, ¿no puedes tú regocijarte ahora?


Publicado originalmente en Desiring God.

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Marshall Segal

Marshall Segal

Marshall Segal es un escritor y editor para desiringGod.org. Es graduado del Bethlehem College & Seminary. Él y su esposa tiene un hijo y viven en Minneapolis.

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