Muchos vemos y oímos más información de la que podemos manejar. Con el tiempo, esta sobrecarga constante abruma y congela nuestros sentidos, sobre todo los espirituales.
El adormecimiento afecta a algo más que a nuestros pulgares, que pasan sin cesar por delante de tendencias y trivialidades. Nuestro corazón se enfría. Nos encontramos con un desastre natural o una tragedia terrible en un post, solo para desplazarnos a un nuevo truco de vida para mejorar nuestra salud y bienestar, antes de encontrar el comentario de alguien sobre política o un vídeo gracioso con niños o animales. ¿El resultado? Un desenfoque. Un fondo ruidoso lleno de tanta información y tan poca sabiduría.
Dedico tiempo a las redes sociales todos los días, probablemente demasiado a veces. También escucho una variedad de podcasts que me mantienen informado sobre diversas tendencias o temas de teología, política y análisis cultural. Obviamente, no me opongo a estos medios o canales. Estoy agradecido por lo bueno que saco de ellos. Pero incluso cuando buscamos lo bueno en las redes sociales o nos suscribimos a podcasts informativos y educativos ―incluso cuando buscamos lo edificante― seguimos encontrando desafíos.
Por ejemplo, muchos caemos en la tentación de pensar que debemos estar siempre al día, firmemente atados al “escuchar ahora” de nuestras fuentes de podcasts. Perseguimos sin descanso la sensación de estar al día o a la última de lo que ocurre en Internet. Nos encanta estar al corriente. Y nuestra devoción por el ahora tiene consecuencias profundas y sutiles.
Perder el apetito por Dios
A veces, el deseo de estar al tanto de las tendencias y los temas en línea nos lleva a dedicar demasiada atención al presente, a expensas del pasado, o peor aún, de lo eterno. Por eso hacemos bien en mirar por debajo de lo que está ocurriendo ahora mismo, a los fundamentos de la fe que nos ayudan a mantener una perspectiva clara en los debates y controversias actuales de nuestro tiempo.
Si queremos ser fieles, no podemos conformarnos con rozar la superficie de las noticias de última hora o los temas de conversación y debate de la semana. La fidelidad exige excavar, volver a los cimientos de la fe para tener un lugar donde apoyarnos. Necesitamos raíces profundas para poder mantenernos erguidos como un árbol, firmemente arraigados, por mucho que soplen vientos culturales. Sin raíces, no somos más que escombros, zarandeados por el viento, mareados por los remolinos de noticias e información.
En mi libro, The Thrill of Orthodoxy [La emoción de la ortodoxia], mi objetivo es despertar a los cristianos a la estimulante belleza de la fe cristiana histórica. La Iglesia se enfrenta a su mayor desafío no cuando empiezan a triunfar los nuevos errores, sino cuando las viejas verdades dejan de sorprender. Nuestros hábitos en línea a menudo conducen a un estado de aturdimiento y frialdad del corazón en el que las profundas y ricas verdades de la Biblia ya no nos emocionan. Perdemos nuestro apetito por las cosas de Dios porque nos hemos atiborrado de información sobre lo que sea que esté pasando ahora.
Caminos trillados hacia lo superficial
Realmente no necesitamos estar al tanto de todo. Es mejor escarbar bajo la superficie de los acontecimientos actuales y enraizarnos en la gran historia del mundo tal como se desarrolla en las Escrituras. ¿En qué creemos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos? ¿De qué trata todo este mundo al final? Sin recordatorios firmes y constantes de la verdad del cristianismo y de la gloria suprema de Dios, es probable que seamos superficiales y de doble ánimo, inestables en todos nuestros caminos (Stg 1:8), sin la sabiduría necesaria para discernir el camino fiel hoy.
El reto de la distracción no es nuevo. Blaise Pascal comentó una vez los problemas de la humanidad que se derivan de nuestra “incapacidad para sentarnos tranquilamente en una habitación a solas”. Buscamos la distracción y la estimulación, y evitamos tanto la soledad como la introspección. El cristianismo se marchita sin ambas. Necesitamos espacio y concentración suficientes para saborear las verdades de las Escrituras, para degustar su dulzura y alimentarnos de su poder sustentador.
Junto a las Escrituras, también encontramos alegría y estabilidad en un lugar (quizá) improbable: los credos y confesiones históricos de la iglesia cristiana.
¿El credo por encima del podcast?
Destacan tres credos en particular: el Credo de los Apóstoles, el Credo Niceno y el Credo de Atanasio. Estas declaraciones describen quién es Dios y lo que ha hecho, según las Escrituras. Señalan el núcleo trinitario del cristianismo. Las confesiones históricas, muchas de las cuales aparecieron durante y después de la Reforma, son descripciones detalladas y bellamente elaboradas de la plenitud de la fe. Los credos proporcionan una superestructura, un plano, mientras que las confesiones completan los detalles y dan mayor claridad a la vida cristiana.
Las teologías bíblicas y sistemáticas van aún más lejos, examinando la verdad sobre el mundo y nuestro lugar en él, en miles de páginas de prosa. Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen que soy Yo?” (Mt 16:15). Toda la teología cristiana es, en cierto sentido, nuestro intento de responder con exactitud a esa pregunta, de confesar con confianza la identidad de Aquel cuyo nombre llevamos. La teología consiste en encontrar a Dios tal como es en realidad y deleitarse en las excelencias de Su carácter justo y Sus actos salvíficos.
Los antiguos credos pueden parecer muy alejados del mundo en línea de hoy, de los interminables debates en las redes sociales o de la charla constante de los podcasts. Pero precisamente por eso los credos son importantes. Si parecen lejanos y polvorientos, eso dice más de nosotros y de nuestra mentalidad que de los propios documentos. Describen los fundamentos de nuestra fe. Son barandillas de la ortodoxia. Dan voz al testimonio de la iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad (1Ti 3:15). Nos mantienen estables a través de las tempestades de cada época.
Estrategias contra el ruido
Ante tanto ruido, ¿cómo cultivamos la sabiduría en la era digital? Ponemos en práctica prácticas que nos protegen de la superficialidad del “ahora” y nos sumergen en los pozos de lo que siempre ha sido verdad.
Primero, exhorto a los creyentes a seguir la regla de “la Escritura antes que el teléfono” cada mañana. Si necesitas un despertador antiguo (para que tu teléfono esté en otra habitación), hazlo. Ten tu Biblia o tu guía de oración a mano en algún lugar cercano. ¿Qué diferente sería tu vida si te comprometieras a dedicar tiempo a escuchar a Dios antes de que el ruido del mundo se entrometa? (Yo suelo seguir un itinerario estructurado de oración a través de los Salmos en 30 días para ayudarme en este proceso).
Segundo, te recomiendo que utilices ciertas tecnologías para tu beneficio. Sigue cuentas de redes sociales que sean edificantes (voces empapadas en las Escrituras, organizaciones basadas en la ortodoxia de los credos). Incorpora a tu feed de podcasts a hombres y mujeres de confianza que se interesen por la historia de la iglesia o que traten de explorar las grandes verdades del cristianismo.
Tercero, cambia el desplazamiento por el estudio. Para ello, pon límites a la cantidad de cosas que vas a ver en Internet y sustituye parte de ese consumo por una teología más sustanciosa. Puedes configurar tu teléfono para que te avise cuando hayas estado en una aplicación más de quince o veinte minutos al día. Y si quieres pasar de un hábito sin sentido a otro que te haga trabajar la mente, comprométete a combinar el tiempo que pasas en las redes sociales con tiempo de lectura. Escoge un libro de teología pesado, uno que repase los fundamentos de la teología cristiana. Incluso los libros más grandes de teología sistemática o de historia de la iglesia pueden leerse en un año si lees solo dos o tres páginas al día.
Cuarto, no lo hagas solo. Encuentra amigos en la fe que, como tú, quieran dar prioridad a la verdad perdurable sobre las últimas noticias. Los credos son declaraciones de lo que creemos, no de lo que yo creo por mi cuenta. Incluso el Credo de los Apóstoles, que comienza con una declaración de creencia personal, se desarrolló como un ritual bautismal, y toda la iglesia estaba presente para celebrar la buena confesión del converso.
Firme y fructífero en la tormenta
La respuesta al scrolling sin sentido es un mayor detenimiento consciente. Estudiar las Escrituras y reflexionar sobre los antiguos credos y confesiones nos da la oportunidad de crecer en conocimiento y sabiduría, para estar mejor preparados para seguir a Jesús. En un mundo en el que la gente se deja llevar por todas las novedades, es más importante que nunca estar arraigados en algo que pueda sostenernos, algo que pueda transformarnos, algo que no cambie con las noticias.
Que el Señor vuelva a despertar en nosotros el aprecio por el cristianismo bíblico e histórico, para que seamos firmes y fructíferos en los turbulentos días venideros.
Publicado originalmente en Desiring God.