¿Por qué deberías conocer a las mujeres en el árbol genealógico de Jesús? 

Dios honra a las mujeres como nadie más. En la genealogía de Jesús, Mateo destaca a marginadas y víctimas de injusticia, recordándonos que en Cristo todos tienen un lugar en Su familia.
Foto: Jhon Montaña

Nadie ama a las mujeres tanto como Dios. Una de mis partes favoritas del estudio de la Palabra de Dios es ver las formas radicales en que Él las eleva, honra y reivindica frente a la injusticia. Aunque hay innumerables ejemplos a lo largo de la Escritura de cómo Dios honra a las mujeres, pocos se comparan con la genealogía culturalmente subversiva de Jesús en Mateo 1.

Al considerar el nacimiento de nuestro Señor, consideremos también a estas mujeres insólitas que Dios incluyó en el árbol genealógico de Jesús:

Tamar

Judá fue padre de Fares y de Zara, cuya madre fue Tamar (Mt 1:3)

Hay dos famosas Tamar en el Antiguo Testamento, ambas sufrieron abusos sexuales por parte de sus familiares (Gn 38; 2S 13).

La Tamar de la genealogía de Mateo estaba casada con Er, hijo de Judá, pero Er «era malo ante los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida» (Gn 38:7). Tras la muerte de Er, Judá entregó a Tamar a su hijo Onán, ordenándole que «levanta[ra] descendencia a [su] hermano» (Gn 38:8). Lamentablemente, Onán se negó a cumplir con sus deberes filiales y se aprovechó de su cuñada, por lo que el Señor también le dio muerte (Gn 38:10).

Después de esto, Judá tuvo miedo de entregar a Tamar a su último hijo, Selá, por temor a que también muriera. En lugar de eso, envió a Tamar de vuelta a casa de su padre, prometiéndole engañosamente que se casaría con Sela en cuanto éste creciera (Gn 38:11).

Al final, Tamar se dio cuenta de que Judá no iba a cumplir su promesa, así que tomó cartas en el asunto, engañó a Judá para que se acostara con ella y se quedó embarazada de él (Gn 38:13-26). Es una historia turbia, el tipo de esqueleto que la mayoría de las familias preferirían dejar en el armario, pero no Dios. Aquí se pone de manifiesto la fidelidad de Tamar para continuar el linaje de Judá, donde sus últimos maridos y su suegro se mostraron desobedientes. Dios vindicó a Tamar dándole no solo la descendencia inmediata que Onán le negó, sino también la mayor descendencia de toda la historia: Jesús.

En Mateo 1, la genealogía de Jesús destaca de forma única cómo Dios honra a las mujeres. / Foto: Jhon Montaña

Rahab y Rut

Rut y Rahab no eran israelitas, y es difícil decir de quién era la herencia más escandalosa. Rut procedía de Moab (una nación concebida mediante el incesto [Gn 19:30-37]), y Rahab era prostituta en la ciudad de Jericó (Jos 2:1). Una vez más, ninguna de estas mujeres era la clase de antepasados que los judíos que se preciaran querrían tener en su linaje.

Dios las honró no por sus nacionalidades u ocupaciones, sino por su fe radical. Ambas mujeres ejercieron un tremendo temor al Señor y devoción a Su pueblo, por lo que fueron recompensadas con un legado más allá de sus más descabelladas imaginaciones.

Betsabé

David fue padre de Salomón, cuya madre Betsabé había sido mujer de Urías (Mt 1:6).

Si alguna vez has leído el relato de los reyes de Israel en 1 Samuel ( y 2 Crónicas), sabrás que contiene suficientes intrigas políticas y sexuales como para llenar novelas. Israel sufrió un sin fin de repercusiones por las malas decisiones de la familia real, incluyendo el doble crimen de David de adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías (2S 11).

De todas las esposas de la casa de David, Dios eligió incluir a Betsabé en la genealogía de Jesús. Antes del adulterio de David, Dios hizo un pacto divino con él que ni siquiera su pecado pudo anular (2S 7), porque Dios permanece fiel a Su Palabra incluso cuando nosotros no lo hacemos. Sin embargo, eso no significa que Dios haga la vista gorda ante la injusticia. Al incluir a Betsabé en la genealogía de Jesús y nombrarla «mujer de Urías», Dios mostró Su tierna misericordia y reivindicó tanto a Betsabé como a Urías por la injusticia que sufrieron.

De todas las esposas de la casa de David, Dios eligió incluir a Betsabé en la genealogía de Jesús. / Foto: Jhon Montaña

Lea

Concibió una vez más y dio a luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré al SEÑOR”. Así que le puso por nombre Judá (Gn 29:35).

Aunque Lea no es nombrada explícitamente en la genealogía de Mateo, su inclusión implícita evidencia la compasión de Dios.

Sin tener la culpa, Lea pasó la mayor parte de su vida atrapada en un matrimonio sin amor. Su padre Labán engañó a su sobrino Jacob para que se casara con Lea, sabiendo perfectamente que Jacob amaba a Raquel, la hermosa hermana menor de Lea. Jacob, Raquel y Lea sufrieron por el engaño de Labán, pero podría decirse que Lea fue la que más sufrió. Mientras que Raquel pudo casarse con el hombre que la amaba, Labán condenó a Lea a una vida de disensiones matrimoniales y rivalidad entre hermanas.

Génesis 29:31 nos dice que: «Vio el SEÑOR que Lea era aborrecida, y le concedió hijos» y la bendijo con cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Con cada uno de sus tres primeros embarazos, Lea esperaba ganarse el amor de Jacob dándole un heredero, pero fue en vano. Finalmente, después de su cuarto embarazo, Lea aceptó que no podía ganarse el afecto de su marido, así que decidió llamar a su hijo Judá (que significa «alabanza») y dar toda la gloria a Dios.

Obviamente, Dios amaba por igual a Lea y a Raquel. Sin embargo, es reconfortante ver cómo Dios honró a Lea, la mujer «odiada», al elegir a su hijo, y no al de Raquel, como el antepasado de su esperado Mesías.

Jacob, Raquel y Lea sufrieron por el engaño de Labán, pero podría decirse que Lea fue la que más sufrió. / Foto: Jhon Montaña

Dios ama a los marginados

Las genealogías judías tradicionales no incluían mujeres (ver, por ejemplo, la genealogía de Jesús en Lucas 3:23-38), por lo que el hecho de que la genealogía de Mateo sí las incluya desafía las normas culturales. Aún más asombroso es el hecho de que no escogiera a las matriarcas ―Sara, Rebeca, etc.―, sino a las marginadas: las viudas, las extranjeras y las víctimas de abusos sexuales. Al destacar a las cinco mujeres citadas, Mateo nos recuerda que Dios ama a quienes otros desprecian y que, por el poder del sacrificio de Jesús, todos son acogidos en la familia de Dios.


Publicado originalmente en Core Christianity.

Allana Walker

Allana Walker (MFA, Liberty University) trabaja como editora adjunta para Calla Press Publishing. Puedes seguir su blog en https://allanawalker.substack.com/.

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