¿Qué podemos aprender de Jonathan Edwards y sus Resoluciones?

Podemos aprender al considerar el enfoque que tenía Jonathan Edwards hacia sus propias resoluciones y su fracaso.
Foto: VaE

¿Qué viene a tu cabeza cuando piensas en la palabra resolución? ¿Es que quedan pocos meses para que acabe el año y aún no has cumplido ninguna de las tuyas? ¿Piensas en objetivos sobre tu condición física o en establecer mejores hábitos alimenticios? Tal vez pienses en metas financieras sobre cómo salir de deudas. ¿O en objetivos bíblicos como leer la Biblia en un año?

Lo más probable es que todos hayamos hecho resoluciones en algún momento y todos hayamos fallado en mantenerlas en algún momento también. Pero ¿cómo debemos enfocar nuestros propósitos y cómo debemos pensar en nuestro fracaso a la hora de cumplirlos?

Quizá no haya mejor maestro para instruirnos en el tema de los resoluciones que Jonathan Edwards. Antes de que Jonathan Edwards fuera el Jonathan Edwards que conocemos, era un joven de 19 años que escribió 70 Resoluciones. Para él, se trataba de un documento privado. Nunca tuvo la intención de ser instructivo para otros, pero hay mucho que podemos aprender al considerar el enfoque que tenía hacia sus propias resoluciones y su fracaso (sí, leíste bien) en cumplirlas.

Cómo abordar nuestras resoluciones, según Edwards

Estoy apercibido de la realidad de que soy incapaz de hacer cualquier cosa sin la ayuda de Dios, humildemente le pido que por Su gracia que me permita mantener estas resoluciones, hasta el punto que estén de acuerdo con Su voluntad, por causa de Cristo (Jonathan Edwards en su Preámbulo a sus 70 Resoluciones)

Edwards escribió un preámbulo a sus 70 Resoluciones y quizá parezca algo extraño de incluir cuando se piensa en hacer resoluciones, pero este preámbulo fue la manera que tuvo Edwards de empezar con buen pie. Hay mucho que aprender de la inclusión de este preámbulo, pero para nuestros propósitos, limitaremos nuestras observaciones a dos cosas principales.

Retrato del ministro Jonathan Edwards. / Autores: Henry Augustus Loop y Joseph Badger

Primero, vemos la confesión de Edwards de su total dependencia del Señor. Es solo por gracia a través de la fe solo en Cristo que es el fundamento de nuestra justificación, y es esa misma gracia sobre la que tenemos éxito espiritual en cualquier cosa (Ef 2:4-10).

El joven Edwards sabía que sería “incapaz de hacer nada sin la ayuda de Dios”. Como cristianos, cuando intentamos hacer un cambio en nuestras vidas, que es el objetivo de una resolución, debemos reconocer al mismo tiempo la gracia sobre la que nos apoyamos y que hace posible el cambio.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí (1Co 15:10).

Segundo, vemos el deseo de Edwards de que sus resoluciones estén de acuerdo con la voluntad de Dios. Debemos vivir nuestra vida con las manos abiertas ante el Señor. Podemos hacer nuestras resoluciones de la misma manera que podemos hacer planes en nuestras vidas, pero si nuestros planes o resoluciones chocan con la voluntad de Dios, debemos someternos humildemente.

Oigan ahora, ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia”. Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, debieran decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello (Stg 4:13-15).

Nuestros propósitos, al igual que los planes que hacemos, deberían estar siempre anclados al “si el Señor quiere…”.

Si resumimos la forma en que Edwards abordó sus 70 Resoluciones, podríamos decir que las abordó con humildad. Cuando te acerques a tus propios propósitos, considera la gracia y la voluntad de Dios en tu vida mientras los escribes y procuras cumplirlos.

Edwards encaró sus 70 Resoluciones con una actitud marcada por la humildad.

Los fracasos de Jonathan Edwards

Si bien podemos aprender cómo enfocar nuestros propósitos fijándonos en Edwards, también podemos aprender de sus fracasos. Para ello, consideremos la resolución 41 de Edwards:

41. Estoy resuelto a preguntarme a mí mismo, al fin de cada día, semana, mes y año, en donde podría posiblemente haberlo hecho mejor en cualquier aspecto. Enero 11, 1723.

Primero, hay mucho que elogiar en esta resolución. Tendemos a no examinarnos a nosotros mismos. No nos sentamos lo suficiente para inspeccionarnos. Por el contrario, Edwards trató de reservar momentos para evaluar su carácter de forma intencionada y reflexiva, y en este periodo de su vida utilizó las Resoluciones como rúbrica (no hay pruebas de que Edwards mantuviera el hábito de inspeccionarse a sí mismo utilizando estas 70 Resoluciones durante toda su vida). Sin embargo, usar una lista de 70 reglas para determinar la salud espiritual es peligroso, y tres anotaciones en el diario de Edwards en la época en que escribió esta resolución en particular ayudan a demostrarlo.

15 de enero, martes, sobre las dos o las tres de la tarde. He estado todo el día decaído…

17 de enero, jueves. Hacia las tres, abrumado por la melancolía…

20 de enero, sábado. …encuentro mi corazón tan engañoso, que casi me desanimo de hacer más propósitos.

Si bien podemos aprender cómo enfocar nuestros propósitos fijándonos en Edwards, también podemos aprender de sus fracasos.

Es bien sabido que Edwards luchó durante temporadas contra la ansiedad y la depresión, pero estas anotaciones en su diario muestran un nivel particular de desesperación. Parece casi paralizado. No creo que sea una coincidencia que Edwards estuviera desesperado al mismo tiempo que escribía esta resolución, pero ¿qué falló exactamente?

Lo que el joven Edwards experimentó fue la experiencia que todos tenemos a este lado de la eternidad: el fracaso. Todavía luchamos con el pecado y la tentación. Aún no hemos recibido nuestros cuerpos glorificados. Por lo tanto, el progreso espiritual que hacemos de este lado de la eternidad siempre estará mezclado con nuestros pecados y defectos. Sin embargo hay una cosa crítica que debemos recordar:

Somos justificados no por nuestras obras, sino por las obras de Otro.

Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de Su gloria y la expresión exacta de Su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de Su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, el Hijo se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (Heb 1:1-3).

Jesús, nuestro Creador y Sustentador, que es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen misma de Su persona, hizo todo lo suficiente para nuestra salvación. Su resurrección corporal y eterna y Su exaltación son la prueba de ello. Él mismo purificó nuestros pecados.

Esta fue una de las cosas significativas del preámbulo que escribió Edwards. ¿Podría ser que él olvidara esto a veces? Absolutamente, por eso escribió el preámbulo en primer lugar. ¿Pero cómo lo sé con certeza? Lo sé porque esta es una experiencia y una lucha común al este del Edén. Aquellos en la iglesia primitiva tenían la propensión a olvidar las buenas nuevas y nosotros también. Nuestro Señor sabía que este sería el caso, esta es una de las razones por las que le dio a la iglesia dos ordenanzas: el bautismo y la Cena del Señor. Las necesitamos (junto con la Palabra y la oración) para recordar que todo lo que somos, es todo de gracia.

Cuando olvidamos que es en Cristo que vivimos, nos movemos y somos (Hch 17:28), entonces caemos en la justicia de las obras y esto nos esclaviza y siempre nos lleva a la desesperación.

La razón por la que Edwards escribió sus resoluciones fue para maximizar su disfrute de Dios glorificándolo. Esto es evidente en su primera resolución:

1. Tomo la resolución de que voy a hacer todo aquello que piense que sea más para la gloria a Dios, y mi propio bien, beneficio y placer, durante mi tiempo; sin ninguna consideración del tiempo, ya sea ahora, tras millares de años. Me resuelvo hacer cualquier cosa que sea mi tarea, y deber para el bien y la ventaja de la humanidad en general. Tomo la resolución, de hacer esto sin importar cualquier dificultad que se me presente, ni cuantas ni que tan grandes puedan ser.

Esto puede lograrse cuando recordamos que tomamos nuestras resoluciones como un pueblo que está posicionalmente bien con nuestro Dios Trino. Y cuando hacemos nuestros propósitos, tenemos presente que es la gloria de Dios lo que hace que nuestros propósitos sean una empresa digna. Debemos hacer resoluciones. Pero debemos recordar que nuestros propósitos son pésimos salvadores.


Publicado originalmente en Founders Ministries.

Joey Tomlinson 

Joey Tomlinson está casado con Brayden y juntos tienen 3 hijos: Henry, Owen y Ames. Es el pastor de Deer Park Fellowship. Joey tiene títulos de Liberty University (B.S.), The Liberty Baptist Theological Seminary (M.Div.), y Southern Seminary (D.Min.). Joey es el autor de The Day of Trouble: Depression, Scripture, and the God who is Near [El día de aflicción: Depresión, Escrituras y el Dios que está cercano] (Joshua Press) y Serious Joy: Reflections and Devotions on Jonathan Edwards’ Seventy Resolutions [Gozo serio: Reflexiones y devocionales sobre las 70 resoluciones de Jonathan Edwards] (Founders, 2023).

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